Fuente: Andrea Sosa Cabrios (dpa)
Ciudad de México, (dpa) - Llegaron a México por aire y por mar con visas humanitarias después del terremoto de Haití. Seis meses después de la tragedia, muchos lidian ahora en México con el idioma, el desempleo y la discriminación.
Sin embargo, la marcha atrás no está en sus planes. "Sólo volvería a Haití para buscar a mi familia y traerla a México", dice "Garry", un ex guardia de seguridad de 29 años que no quiere dar su verdadero nombre y llegó el 2 de marzo en un avión militar con otros 68 haitianos.
Apenas habla español y está sin empleo. Su mujer y sus tres hijos pequeños siguen en Puerto Príncipe y, aunque obtuvieron permiso de residir en México, "Garry" no tiene dinero para pagarles el pasaje.
En la capital haitiana trabajaba en el área de seguridad de la terminal petrolera de la distribuidora Dinasa en Thor. Al llegar a México se empleó poco tiempo como ayudante de cocina en un restaurante hasta que se rompió un brazo entre los empellones del metro de la Ciudad de México.
"Aquí en México, nada más la cocina contrata haitianos. No entiendo por qué no en otras áreas, porque muchos tienen capacidad", relató a dpa.
Dice que no le ha tocado personalmente sufrir discriminación, aunque sabe que otros sí han tenido problemas. "Para mí los mexicanos son muy amables. Lo más difícil es el idioma. Si hablara la lengua, podría vivir mejor en México".
Las autoridades mexicanas trasladaron desde Haití a un total de 511 personas, en tres grupos, con un programa temporal de reunificación familiar.
Cuando llegaron hubo comentarios racistas en foros de Internet. "Ellos (los negros) tienen otra forma de pensar, son agresivos por naturaleza y no se adaptan a la vida normal de las ciudades con una sociedad más conservadora. ¿Por qué ahora perjudican a México trayendo a esta gente?", escribió un internauta el 19 de abril en "El Universal".
Los haitianos recibieron visas humanitarias con vigencia por un año y posibilidad de prórroga, que les permiten trabajar y estudiar, en un país donde hay millones de personas sin empleo o que viven sin su documentación en regla.
La mayoría de los recién llegados carece del estatus de refugiado, que protege a los que huyen de una persecución por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia social o por sus opiniones políticas.
Por lo tanto, no están bajo la responsabilidad directa del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ni de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), y fueron canalizados con organizaciones no gubernamentales como Sin Fronteras.
"Si tú eres reconocido como refugiado, el Estado que da asilo se compromete a dar protección", explicó a dpa el director ejecutivo de Sin Fronteras, Emilio Chávez. En cambio, con las visas humanitarias dependen de sus propios medios, de sus familias y de la ayuda de ONG's.
"Algunos han sido acogidos en casas de otros que también están en una situación complicada", afirmó Chávez. "Sufren discriminación, problemas para acceder al empleo e incluso los que ya estaban en México y tenían cierta estabilidad antes del terremoto, como estudiantes apoyados por sus familias desde Haití, ahora la perdieron".
"Garry" piensa que si su esposa e hijos pudieran viajar, lejos de complicarse las cosas, se facilitarían. "Mi esposa tiene muchas capacidades. Habla español, inglés, francés, creole. Podría trabajar como profesora de francés en la universidad o dar clases en casa".
Desde el terremoto del 12 de enero hasta mayo, la ONG atendió a 206 haitianos, en comparación con los 175 de todo 2009. De ellos, 15 tienen algún tipo de empleo (7,3 por ciento) y los 191 restantes están desempleados.
Según Alejandro de la Peña, psicólogo social de Sin Fronteras, "hay hasta diez personas en una casa son sostenidas con un solo empleo". El presupuesto para ayudarlos es escaso y "con el tiempo la gente se va olvidando lo de Haití"
http://www.elpais.cr/articulos.php?id=28387