lunes, 5 de mayo de 2014

¿Fascismo en México?


Pedro Salmerón Sanginés

La historia del siglo XX (1914-1989) parece marcada por cataclismos: guerras totales, holocausto, totalitarismo. Se abrió con una guerra de magnitud nunca vista y se cerró con el estrépito mediático que anunciaba el fin de las utopías, el fin de la historia y el triunfo definitivo de la sociedad de mercado y del liberalismo. Como resultado, para quienes no han elegido el desencantamiento resignado o la reconciliación con el orden dominante, el malestar es inevitable. Probablemente la historiografía crítica se encuentre hoy bajo el signo de ese malestar. Hay que tratar de volverlo fructífero (E. Traverso, La histo r ia como campo de batalla, FCE, 2013, p. 31).

Para hacer fructífero el malestar hay que entender críticamente los cataclismos del siglo XX: sólo así podremos evitar la tentación de repetirlos con resultados que podrían ser peores. Para ello, es necesario denunciar los resabios y el resurgimiento del fascismo en México: desde apologetas del nazismo que siguen dando cursos de formación en el PAN, hasta grupos que adoptan, consciente o inconscientemente, fundamentos ideológicos y culturales del fascismo.

Los más consistentes estudiosos del fascismo (incluida su variante extrema, alemana) han señalado varios elementos ideológicos claves: la visión monolítica de la nación fundada en la raza; el rechazo a la democracia y la igualdad; la idea de fuerza, el principio de autoridad y, naturalmente, las definiciones negativas, pues sus valores exigían su antítesis, que derivaban en la condena de la alteridad: la alteridad de género de los homosexuales y las mujeres que no aceptaban su condición sometida; la alteridad social de los criminales; la alteridad política de los anarquistas, comunistas y subversivos; la alteridad racial de los judíos y los pueblos colonizados. Todos eran degenerados. El judío personificaba, como tipo ideal ese conjunto de rasgos negativos. Judaísmo, homosexualidad y feminidad eran las figuras negativas por excelencia que permitían a la estética fascista elaborar sus mitos positivos (Traverso, pp. 111 y 112).

El racismo, pues, es la piedra de toque del nazismo y de los imperialismos modernos: A. Hochschild ( Para acabar con todas las guerras, Península, 2013) muestra que el discurso imperial británico previo a la Gran Guerra no le pide nada al discurso nazi. No en vano, como Traverso muestra, para algunos historiadores actuales el holocausto no es un evento único, sino el traslado a Europa de lo que los europeos habían practicado en otros continentes y contra otras razas desde el siglo XVI; aunque otros historiadores reivindiquen el carácter único del holocausto. El nuevo racismo, que desembocaría en el holocausto, se trasladó a una Europa en que la guerra total (1914-1918) había banalizado la violencia y brutalizado a la sociedades, acostumbrándolas a la masacre industrial y a la muerte anónima masiva (Traverso, p. 114).

La historiografía crítica reciente ha encontrado las raíces intelectuales del fascismo en la fusión, a fines del siglo XIX, de distintas corrientes de pensamiento que, entre otras cosas, rechazan la ilustración y el marxismo, y la dicotomía entre izquierda y derecha: en Francia, sostiene Z. Sternhell, el fascismo nace de la fusión de una derecha populista y una izquierda nacionalista, que desemboca en una nueva forma de socialismo nacional, que recupera el darwinismo social, el racismo, el antiliberalismo y el antisemitismo, la antidemocracia y la crítica a la modernidad fundada en el argumento de la decadencia. Para que estos elementos se fundieran y dieran vida a partidos capaces de tomar el poder en Italia y Alemania, hacía falta el matraz de la Gran Guerra y sus niveles de destrucción, así como la aparición del desafío bolchevique.

Dos de estos elementos son militantes, agresivos, radicales: el racismo convertido en antisemitismo (lo que nos debe llevar a discutir el holocausto), y el anticomunismo. El anticomunismo confirió al nazismo un carácter de religión civil en guerra de cruzada contra el enemigo. Pero no nos engañemos: a pesar de su retórica revolucionaria, para llegar al poder, los fascistas se aliaron con las élites tradicionales y la gran burguesía: su conversión en gobierno siempre implica cierto grado de ósmosis entre fascismo, autoritarismo y conservadurismo (Traverso, 131).

Esos elementos definen al fascismo. Hay que recordarlos con precisión, porque en México el malestar y la desesperación han propiciado el crecimiento de actitudes fascistas, no sólo en la ultraderecha, a la que son consustanciales; sino en cierta izquierda y en grupos o individuos que niegan la importancia de la dicotomía izquierda-derecha. Me parece urgente que los señalemos, porque sabemos adónde conducen el fascismo y su retórica. Trataremos de hacerlo.

psalme@yahoo.com


Twitter: @salme_villista

http://www.jornada.unam.mx/2014/05/05/politica/002n1pol

NAZIS ENTRE NOSOTROS

por Pedro Salmerón Sanginés *

Quizá porque lo prologaba José Vasconcelos y yo aún no conocía del todo la trayectoria del ilustre oaxaqueño, hace más de veinte años leí, con creciente sorpresa, Derrota mundial, de Salvador Borrego E. Ya entonces, su apología de Hitler y del nacionalsocialismo, su rabioso antisemitismo, su negación del holocausto (“holocuento”, dice él), me parecían argumentos de ultratumba. Me sorprendía, sin embargo, la cantidad de ejemplares vendidos de ese libro y otros más sobre la gran-conspiración-judeomasónica y sus fundamentaciones del nazismo criollo. De ultratumba, de otro tiempo me parecían.

De ahí mi sorpresa infinita cuando descubrí que el autor de aquellos increíbles tabiques sigue vivo y activo, muy activo, dando cursos de capacitación política en… sí, adivinó usted, lectora, lector amigo: en el PAN del estado de México (cuyo dirigente ya había hecho explícita su admiración por Adolfo Hitler, Francisco Franco, Gustavo Díaz Ordaz y Augusto Pinochet Ugarte).

La nota es increíble (consúltela aquí). En ella se reporta la manera en que ante un auditorio de connotados panistas, que lo escucharon el 25 de mayo en Metepec, Borrego expuso sus tesis sobre la conspiración citada y la destrucción de occidente que se desprenderá de la “derrota mundial” de los heroicos y “viriles” nazis en la segunda guerra mundial, a menos que hagamos algo para impedirlo. (Quizá ocurra, por ejemplo, la destrucción del holocausto, precedido por la ejecución masiva de comunistas y masones —como no ocurrió bajo el dominio nazi, según Borrego, pues no hubo holocausto sino un “holocuento” inventado por la propaganda judía).

Antifascismo

Inmediatamente después, Borrego mostró las consecuencias que en México ha tenido o está teniendo esa “derrota mundial”:
Su principal intención es debilitar al pueblo, debilitarlo con todo, como le dije, con drogas, con aborto, con las crisis económicas, con el homosexualismo, que le están dando mucho vuelo a eso; se presentan gobernantes y medios de información ¡como que los están ayudando! Como que los están empujando a eso, porque es un orgullo, y los están empujando a adquirir sida, y con el sida los están llevando a la muerte, y no les importa, porque así debilitan a la juventud.

Bien, me dirán ustedes. Esa es la ultraderecha y dentro del PAN hay sectores de ultraderecha desde su origen, como mostró recientemente Rafael Barajas,El Fisgón (en este brillante ensayo). No nos extrañemos, pues, de este tipo de argumentaciones y sus derivados: antisemtismo y otras variantes de racismo y xenobia, así como la homofobia, la penalización del aborto, la exigencia de la pena de muerte, la intolerancia y la discriminación. O, como dice El Fisgón sobre lo que parece resultar de la raíz nazi de cierta derecha:
la promesa democrática como medio para imponer una visión autoritaria, tradicionalista y clerical, el discurso humanista que encubre la disposición a sacrificar a miles de personas por un fin superior (ya sea acabar con el comunismo, el populismo o las drogas), el recurso de convertir el odio a un enemigo en una causa sagrada (llámese Stalin, Cárdenas, Lombardo Toledano o López Obrador), la idea de que hay grupos humanos inferiores que no tienen derecho alguno (ya sean judíos, chinos, nacos o delincuentes) y la disposición a someterse a las lógicas de un imperio (llámese el Tercer Reich o Washington).

Efectivamente, en entradas anteriores (las dedicadas a Enrique Sada Sandoval y a los monarquistas mexicanos) hemos visto cómo estas actitudes y estas posiciones políticas se complementan con la calumnia y el insulto personal como armas del debate, para el debate. Pero así actúa la ultraderecha y por eso la combatimos.

Lo que es realmente preocupante es que crecientes sectores de la izquierda compartan el antisemitismo y las actitudes homofóbicas y discriminatorias, y empleen sistemáticamente la calumnia (cada vez más atroz) y el insulto (cada vez más prosaico) como elementos clave de cualquier debate. Verdaderamente, creo que habrá que ocuparse en serio del señor Alfredo Jalife-Rahme, prototipo de esa “izquierda”.

http://elpresentedelpasado.com/2013/06/21/nazis-entre-nosotros/

En dos años, 8 casos de exclusión y vejaciones

Periódico La Jornada
Redacción
Lunes 5 de mayo de 2014, p. 4

25 de febrero de 2013: una mujer indígena muere por una infección en la matriz tras estar en coma un año, debido a que los médicos de un hospital del IMSS de Miahuatlán, Oaxaca, le dejaron unas tijeras dentro del cuerpo tras atender su parto.

6 de noviembre de 2013: Aeroméxico le impide abordar uno de sus vuelos a siete indígenas que iban a viajar de Oaxaca a Hermosillo, por supuestas razones operacionales. Meses antes, una empresa productora emitió una convocatoria para hacer publicidad a la misma aerolínea, pero pidió que nadie moreno asistiera, ya que estaban buscando sólo a personas de tez blanca y look Polanco.

12 de noviembre de 2013: a la estudiante guatemalteca Rosa Liberta Xiap Riscajche, ataviada con la vestimenta tradicional de la etnia maya-k’iché, le impiden ingresar a una cafetería en San Cristóbal de las Casas, luego de que una mesera le ordena a gritos no entrar a vender.

18 de febrero de 2014: una mujer indígena da a luz en el jardín de un hospital del municipio de Villa de Tututepec, Oaxaca, por no encontrar quien la atendiera en ese sitio.

20 de febrero de 2014: una adolescente indígena es arrestada y sometida con exceso de fuerza por la policía de Acapulco, supuestamente por haber robado una botella de agua de un supermercado. Tras conocerse el caso en redes sociales, fueron cesados tres agentes.

26 de febrero de 2014: una indígena de 18 años de edad dio a luz a su hijo en el baño de un hospital comunitario de La Paz Tejomulco, Oaxaca, luego de que el personal se negó a atenderla por considerar que el parto no iba a ocurrir en ese momento.


5 de marzo de 2014: la Comisión Nacional de los Derechos Humanos investiga a la directora de una escuela primaria del municipio de Tila, Chiapas, por llamar despectivamente indios a los niños y obligarlos a comer en el suelo.

Incuestionable, el racismo en México

  • La discriminación, ”invisibilizada” en el discurso oficial
  • El gobierno hace nación mediante la homogeneidad; los diferentes están obligados a perder su identidad: académicos


Fernando Camacho Servín
Periódico La Jornada
Lunes 5 de mayo de 2014, p. 2


El carácter racista de la sociedad mexicana es un fenómeno incuestionable, surgido desde la época de la Colonia, cuando las clases dominantes establecieron todo un sistema de castas para justificar sus privilegios, señaló Alicia Castellanos, profesora-investigadora del departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), unidad Iztapalapa.

Aunque el discurso formal sobre este aspecto ha cambiado en más de 400 años, detalló la académica, estas jerarquías quedaron profundamente arraigadas, estableciendo en el imaginario social la categoría de raza y asociándola a la supuesta inferioridad o superioridad de pueblos y culturas, reforzándola con frases del tipo: No tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre o hay que mejorar la raza.

El racismo ha sido invisibilizado durante años con el discurso de que México es una sociedad mestiza, donde todos somos iguales, pero se pasa por alto que en esa supuesta igualdad los lugares más altos los ocupan quienes más se alejan de lo indio y se acercan a lo blanco, afirmó la especialista.

Desde el siglo XIX, pero con mayor fuerza después de la Revolución, el gobierno “hace nación mediante la homogeneidad, de una ‘mestizocracia’ donde se busca asimilar a los diferentes”, quienes están obligados a dejar atrás su identidad, resaltó Castellanos.

La posibilidad de superarse

Una característica peculiar del racismo a la mexicana, coincide Emiko Saldívar, profesora del departamento de Antropología de la Universidad de California en Santa Bárbara, es que brinda a los diferentes la posibilidad de asimilarse al canon mestizo como una forma de mejorar.

“El racismo en México es de asimilación, no de segregación. Se piensa que es más benigno porque te dice ‘si te pones abusado, haces alguna alquimia y te adaptas, ya no vas a ser víctima de discriminación’, cuando el verdadero problema es que eso sea una opción”, enfatizó.

Otro rasgo singular de este fenómeno a nivel local es que, a diferencia de naciones donde la división racial es muy clara, en México las posibilidades de combinación son enormes, lo que da lugar a un juego de apariencias en donde una misma persona puede ser discriminada en cierto ámbito, pero privilegiada en otro.

En un contexto eres el güero del grupo, en otro el más moreno y en uno distinto eres igual que los demás. Esa relatividad nos permite pasar de víctimas a victimarios, en una dinámica en la que una persona puede quejarse de que no la dejan entrar a un antro porque es morena, pero al mismo tiempo se cambia de banqueta si ve a alguien más moreno que él, apuntó Mónica Moreno Figueroa, académica del área de Sociología y Política de la Universidad de Newcastle, Inglaterra.

Despreciados por su físico

Aunque el racismo es una práctica de la cual no se habla a nivel institucional y que pocas personas admiten, la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México 2010, elaborada por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), refleja que 23 por ciento de los habitantes del país no estarían dispuestos a vivir con alguien de otra raza o con una cultura distinta.

De igual forma, 55 por ciento de los y las mexicanas admiten que en el país se insulta a los demás por su color de piel, pero de ese total, 11 por ciento justifican que así sea o están de acuerdo con que los indígenas son pobres porque no trabajan lo suficiente.

Además, 20 por ciento de las personas se sienten a disgusto con su tono de piel, 24 por ciento se han sentido discriminados por su apariencia física y 5.5 por ciento consideran negativo que la sociedad está formada por gente de fenotipos distintos.

Otros estudios, como el realizado por los investigadores estadunidenses Gillette Hall y Harry Patrinos, sobre pobreza y desarrollo en pueblos originarios de América Latina, arrojó que un indígena en México con licenciatura ganaba en 1995 poco más de 3 mil pesos mensuales de sueldo, mientras que un no indígena con el mismo nivel de estudios ganaba más de 6 mil 500.

Un análisis realizado por la Universidad de Texas en 2010 indicó que los mexicanos de piel más oscura tienen 57 por ciento menos oportunidades de ir a la universidad en comparación con los de tez blanca, por lo que sus opciones de trabajo se centran en actividades como empleados domésticos, obreros, choferes y guardias de seguridad.

Impunidad

Al ser un tema poco discutido y analizado, la discriminación por racismo prácticamente no se denuncia en el país, pero aun si esto ocurriera no hay mecanismos legales que castiguen a los infractores, señaló por su parte el presidente del Conapred, Ricardo Bucio.

De acuerdo con cifras de este organismo, de 2011 a lo que va de 2014 sólo ha recibido 15 quejas y reclamaciones por presuntos actos de discriminación racial. En cuatro de esos casos, los posibles afectados eran afrodescendientes y en seis las víctimas aparecen como indeterminadas.

En entrevista, el funcionario explicó que uno de los factores que propician esta carencia es que la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación actualmente sólo le faculta a las autoridades a sancionar a organismos públicos, pero no a individuos o empresas particulares, quienes son más propensos a este tipo de actitudes.

Por otro lado, dijo, el marco legal sobre el tema en las diversas entidades de la República es muy desigual, pues aunque la mayoría de las legislaciones estatales prohíben las actitudes racistas, en muy pocas se han definido mecanismos adecuados para actuar en consecuencia.

Hay algunos estados –como Jalisco, Nuevo León, Sonora y Morelos– donde el tema de la discriminación racial no está tipificado como un delito, al mismo tiempo que otros ya aprobaron la creación de instituciones y leyes para combatir esa práctica, pero no han dedicado un solo peso para hacerlas funcionar, como es el caso de Baja California Sur, Oaxaca y Chiapas, lamentó.

Un dato que ayuda a entender la escasa importancia de este asunto para las autoridades es que México firmó y ratificó en 1975 la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, pero desde ese año y hasta 1996 el gobierno simplemente negó que en el país existiera el racismo, deploró Bucio.

Nos damos vergüenza

El racismo, en opinión de Alicia Castellanos, genera en primer lugar un desgaste enorme de energía, pues la persona siente rechazo y vergüenza de sí mismo, lo que se traduce en un país incapaz de valorar los saberes, las contribuciones y la riqueza de sus pueblos y culturas.

“Los mexicanos nos damos vergüenza y eso es muy triste. Una vez escuché a alguien decir que había conocido a un chavo muy inteligente, pero que ‘nadie daría un peso por él’ porque era ‘el típico mexicano: chaparrito, flaquito, morenito. Así, muy insignificante’. Si para nosotros insignificancia equivale a mexicanidad, contribuimos a nuestra propia opresión”, aseveró Mónica Moreno.

Otros efectos del racismo, coincidieron las especialistas consultadas, es criminalizar a ciertos grupos por su apariencia física, culparlos de su pobreza, despojarlos de sus recursos naturales o simplemente negarles derechos básicos, como en los casos recientes de mujeres indígenas que han dado a luz fuera de hospitales públicos porque nadie aceptó atenderlas.

Para desmontar las estructuras del racismo, dijeron, haría falta poner en marcha programas de educación intercultural y diseñar una nueva política de medios que no sólo exalte el modelo occidental de belleza, pero, sobre todo, es necesario hablar sobre el tema.


Parte de la solución es exponerlo, abrir espacios donde la gente hable de sus experiencias, ponerle palabras a lo que vives, porque una de las claves para tolerar el racismo en México es poder negarlo, asumirlo como algo natural y de esa forma justificar el privilegio y la desigualdad social, recalcó Emiko Saldívar.

http://www.jornada.unam.mx/2014/05/05/politica/002n1pol