lunes, 21 de septiembre de 2015

ENTREVISTA | Es molesto el racismo de la televisión mexicana, dice la actriz Iazua Larios

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Una actriz distinta, una artista completa. Foto: Cortesía Alejandro Cárdenas
Una actriz distinta, una artista completa. Foto: Cortesía Alejandro Cárdenas
Ciudad de México, 21 de septiembre (SinEmbargo).- Se llama Iazua Larios y es una de las actrices más bellas y talentosas de la nueva camada mexicana. Sin embargo, sus rasgos aindiados y su falta de “contactos” en la televisión y el cine de nuestro país la conminaron a recorrer un camino distinto, peculiar.
Estudió actuación en Barcelona y no para de trabajar, aun cuando esté todo el tiempo con la maleta en ristre, viajando entre Europa y México para participar en audiciones y tomar papeles interesantes para su manera de entender un oficio complejo y siempre enriquecedor como el suyo.
En el cine, participó en Apocalypto (2006), Espiral (2008) y La última película (2013), entre otras y en la Televisión Española hizo el papel de La Malinche para serie Carlos Rey, Emperador, actualmente en pantalla.
Ahora filma en Croacia la serie alemana Winnetou, basada en los libros de Karl May (1842-1912), una especie de Emilio Salgari germano, gran representante de la literatura de aventuras en dicho país europeo.
Casada con el cineasta Alejandro Cárdenas, de quien conocimos su revelador documentalOasis sobre la homosexualidad y el Sida en la comunidad maya, Iazua Larios es el ejemplo de una voluntad inclaudicable para cumplir los propósitos esenciales de su existencia.
Tanto así que el reciente nacimiento del primer hijo de la pareja, Jonás, no le ha impedido tomar responsabilidades laborales de alta exigencia y aunque insiste en que el camino no ha sido fácil, ha valido la pena y sirve además para demostrar que se puede, cuando de ser feliz y pleno se trata.
Iazua nació en Tampico, Tamaulipas pero sólo vivió allí los primeros seis años de su vida. Luego la vida la llevó a Isla Mujeres, Mazatlán, Guanajuato…a los 18 años emigró a Barcelona, para estudiar actuación. En la última década se ha pasado viajando entre México y Europa.
Tiene 30 años y en entrevista con Sin Embargo confiesa lo mucho que le molesta el racismo de la pantalla mexicana, donde una mujer de sus características físicas está condenada a hacer de empleada de la limpieza.
La actriz regresa pronto a México para contar las historias que hace falta contar. Foto: Cortesía Alejandro Cárdenas
La actriz regresa pronto a México para contar las historias que hace falta contar. Foto: Cortesía Alejandro Cárdenas
–¿Cómo ha sido tu camino profesional?
–Bueno, ha sido un camino difícil, porque no he tenido la suerte de contar con ningún familiar, ningún contacto de inicio que me metiera en el ambiente artístico. He seguido un camino por mi cuenta y muchas veces se ha hecho cuesta arriba esto de ser actriz. Mientras estudiaba actuación en Barcelona, trabajé de camarera, lavando platos o inventándome algún trabajo alternativo. Estoy contenta porque como actriz tengo la sensación de que todo lo que he estado haciendo lo forjé con un interés genuino sobre este arte que aún hoy es un misterio para mí. No puedo definir muchas cosas todavía en torno a mi oficio y eso es en gran parte el atractivo que posee esta profesión. Continuamente hay que estar en estado de búsqueda. Nunca pude entrar en los circuitos convencionales ni de teatro ni de televisión en México, ya sea porque los grupos de teatro trabajan normalmente con las mismas personas durante años porque no es fácil coincidir en ideas y acciones, ya sea porque la televisión no me resulta interesante, puesto que los papeles que me ofrecen son los de muchacha de la limpieza. Algo que me frustra muchísimo es ver en la televisión mexicana como de forma de regular que las mujeres morenas como yo, que parecemos un poco más indígenas, tienen personajes del servicio. No hay mucha imaginación.
Iazua Larios como La Malinche en la serie de la TVE Carlos, Rey Emperador. Foto: TVE
Iazua Larios como La Malinche en la serie de la TVE Carlos, Rey Emperador. Foto: TVE
–Bueno, poca imaginación y mucho racismo, ¿no crees?
–Es una prueba clarísima de ese racismo que me molesta en gran manera y resulta sumamente ofensiva. Parece que las telenovelas vivieran en una nube fantasiosa, alejadas totalmente de nuestra realidad, nuestra sociedad. Somos el 90 por ciento de los mexicanos morenos y chaparritos, lamentablemente estamos representados en la televisión como las personas del servicio y eso resulta patético.
–El reciente modelo de una tienda departamental fue Gwyneth Paltrow. Vas a comprar allí y sales igualita a la ex novia de Brad Pitt…
–(risas) Sí, hay ahí una ansiedad de querer parecernos a los europeos, a los gringos, un retrato totalmente desconectado de su sociedad de origen.
–En la pantalla europea, sin embargo, has encontrado un lugar para defender el valor de la mujer indígena
–Justamente, tengo que decir que sí. En Europa los papeles que me han ofrecido han sido para reivindicar a las mujeres indias o indígenas y que han tenido una participación contundente en la historia. Recientemente hice un papel de La Malinche para la serie de la TVE Carlos, Rey Emperador. Además de representar un gran reto para encarnar a personaje que existió y que tanta relevancia tiene en la historia de México, fue suculento meterte en la piel de una mujer y pensar cómo habrían sido sus sentimientos y pensamientos en el 1500. Cómo habrá sido aquello de la llegada de los españoles que fueron considerados extraterrestres. Lo interesante que es la historia de La Malinche, a quien malamente creo que los mexicanos tratan de traidora, algo injusto para un personaje que hay que aprender desde sus propios ojos y en el contexto de su época.
Iazua y su niño Jonás, en una fotografía a cargo de su esposo, el cineasta Alejandro Cárdenas. Foto: Cortesía Alejandro Cárdenas
Iazua y su niño Jonás, en una fotografía a cargo de su esposo, el cineasta Alejandro Cárdenas. Foto: Cortesía Alejandro Cárdenas
–¿Y en el cine mexicano?
–Creo que hay muchos cineastas que quieren hablar de la mujer indígena y de la mujer mexicana en general en otros términos. Hice, por ejemplo, una película que se llama Espiral, de Jorge Pérez Solano, quien acaba de estrenar La tiricia. Hicimos esa película en un pueblito de Oaxaca, rodeados de montañas y fue para retratar la realidad de un lugar poblado por mujeres, donde los hombres se han ido a probar suerte en los Estados Unidos. Hay mujeres que viven esperando el regreso del hombre, otras se inclinan por un cambio y toman las riendas de su vida. Es un pueblo de mujeres, donde no se sabe si están mejor o peor sin los hombres. Había allí muchos casos de violencia intradoméstica, que es considerado algo cultural, muy arraigado en la comunidad. Hay tantas cosas pendientes por mirar en México, que por supuesto entre mis planes está volver a México e ir a dar voz a estas historias que hace falta contar. Ser una mujer indígena me da la oportunidad de meterme en esos recovecos.
–Las actrices también piensan…
–(risas) Sí, es muy discriminatorio ese cliché que dice que los actores no pensamos, pero felizmente somos un gremio muy preparado y la mayoría de nosotros está insertada en la realidad mexicana. El arte de la actuación requiere estar muy bien situado en la tierra.

http://www.sinembargo.mx/21-09-2015/1490754


jueves, 17 de septiembre de 2015

Jajajatl: ¿Es para reírse?

Yásnaya Aguilar | 28.08.2015

Hace unos meses, mi amigo Guillermo de León (léanlo aquí) me advirtió sobre un fenómeno que estaba sucediendo en redes sociales y que consiste en agregar una terminación –tl a ciertas palabras para que “suenen” como si fueran palabras del náhuatl. Una vez iniciada la exploración me encontré con verdaderas joyas, por ejemplo, el conmovedor “YOLOTL” que juega con YOLO, las inciales de “You Only Live Once” (que es algo así como el carpe diem de las redes sociales en el Siglo XXI) y la palabra yolotl (yollotl) que significa ‘corazón’ en varias de las lenguas nahuas. Además del genial “yolotl”, encontré otros usos como “jajajatl”, “fiestatl”… e incluso se agrega esta terminación –tl a frases usuales que provienen del inglés “I love youtl”, “Like a bosstl”, por ejemplo.
Este tipo de juegos lingüísticos son bastante comunes y surgen de la interacción de hablantes de lenguas distintas. Siempre me ha causado curiosidad saber cuáles son los mecanismos que se activan para seleccionar los patrones relevantes a aplicar a tu propia lengua para que “suene” como otra lengua. Para dar la impresión de que hablan francés, los hispanohablantes mexicanos sustituyen los artículos por “le” y asigan un acento agudo a las palabras: le perré, en lugar de “el perro” o le niñé en lugar de “el niño”. Para hacer lo propio con ruso, generalmente se agrega la terminación –ozky a las palabras del castellano: casozky para “casa” o mermeladozky para “mermelada”. El historiador Sebastian van Doesburg me contaba de la manera en la que los hablantes de holandés agregan la terminación –os para dar el efecto de “hablar en español”. Para hacer estos juegos e inferencias se necesita desde luego cierta interacción. ¿Quién en español podría hacer un juego semejante para la lengua swahili? ¿Qué terminación sería la necesaria para dar la impresión de estar hablando swahili en español? No podríamos establecerlo pues la interacción con hablantes de esta lengua africana no existe debido a la lejanía. En mixe, por ejemplo, utilizo la terminación –o para dar el efecto de estar hablando en español: wo’ojko en lugar de “wo’ojk” (‘peine’). Utilizo, por otro lado, la terminación –ach (atsy) para dar la impresión de estar hablando mixe de la zona media: wo’ojk’atsy en lugar de “wo’ojk”.
Hasta aquí el uso de la terminación –tl pareciera estar inscrito en este fenómeno derivado del contacto entre lenguas y las impresiones que tenemos sobre ciertas características de ellas que nos sirven para hacer juegos de palabras en nuestros propios idiomas. Sin embargo, el fenómeno no es tan simple como parece, el primer punto extraño con el uso de terminación –tl es que no sólo se utiliza en contextos para que el español suene como náhutl sino para que suene a “indígena”, como si las lenguas indígenas fueran un todo homogéneo. En este caso resulta sintomático pues no se trata de lenguas lejanas sino lenguas que han convivido durante siglos con el castellano. Las imágenes que en memes acompañan a estas frases con terminación –tl son de personas que pertenecen a pueblos indígenas muy distintos entre sí. ¿Por qué la terminación –tl acompaña a una imagen de Rigoberta Menchú hablante de una lengua de la familia maya? La familia maya es totalmente distinta de la familia yutonahua a la que pertenecen las lenguas nahuas.
Después de siglos de coexistencia, los usuarios de estos memes parecen no comprender las profundas diferencias lingüísticas entre mixteco, tarahumara, tsotsil y náhuatl. Equivaldría a utilizar la terminación –ozky para el ruso y el japonés por igual sólo porque son lenguas no americanas. Impensable en ese caso pero predecible para las lenguas que llamamos indígenas y que lo único que tienen en común es que se hablaban aquí antes de que llegara Cortés. Llevando más lejos aún esta idea, el náhuatl no es un sistema lingüístico único, se trata, según algunos especialistas, de más de 15 lenguas ininteligibles entre sí. No todas las lenguas nahuas utilizan el fonema /tl/, así que esa terminación se relacionaría sólo con un subconjunto de las lenguas nahuas.
Con todo y todo pareciera sólo un asunto de ignorancia, grave, pero sólo ignorancia. El asunto va más allá, ¿cuáles son los criterios de elección para elegir las imágenes que acompañan estas frases? Algunas de estas imágenes fueron elegidas porque las personas utilizan una vestimenta distinta al traje típico occidental, pero otras no. Pregunto de nuevo, ¿cómo saben que alguien pertenece a un pueblo indígena y por lo tanto su imagen es elegible para acompañar a la frase terminada en -tl? ¿Qué podríamos decir sobre el color de piel? Si no es la vestimenta, entonces ¿qué esta operando tras la elección de las imágenes de los memes? Me parece evidente que la construcción de los memes –tl es racista. Racializa lo indígena y le asigna ciertas características. Trata lo indígena como raza y no como una categoría política en un contexto de colonización, categoriza lo indígena como raza inferior y homogéna. Por el mero hecho de habitar este territorio antes de la llegada de Hernán Cortés, todos los indígenas constituímos en estos memes una sola raza con un determinado color de piel que habla además una misma lengua: el náhuatl. Además, una raza inferior, como se deduce de los comentarios que acompañan estos memes. El uso mismo de la terminación –tl pasa de ser sólo un juego de palabras más y termina siendo, en estos memes, una clara manifestación de racismo.
Los juegos de palabras con estas terminaciones puede ser sólo eso, un juego de palabras consecuencia de la interacción entre varias lenguas pero se inscriben siempre en los prejuicios y la relación entre las comunidades de hablantes. No falta quien usa la terminación –ozky del ruso para, en ciertos contextos de uso, caracterizarlos como un pueblo mafioso y violento. No siempre, pero sucede. El juego en sí mismo no es el problema sino el contexto en el que se inscribe y se usa.
En un mundo ideal, los hablantes de español, para hacer estos juegos de palabras, utilizarían un terminación para cierta variante del náhuatl, otra para el mixe, otra para el maya y otras por cada una de las lenguas que se hablan en el país. Pero no, no se trata sólo de un juego de palabras en un contexto como el actual. Por lo pronto, aventuro que pueden utilizar la terminación –at para que sus palabras en español suenen a mixe de Ayutla, mi lengua materna.
Uno de lo usos más lamentables de este meme es el siguiente que retoma una imagen de mujeres ixilies en el juicio contra el dictador guatemalteco Efraín Ríos Montt, mujeres que estaban dando testimonio de las terribles masacres, torturas y violaciones que el ejército Guatemalteco ejecutó en contra del pueblo ixil. Se trata de un acto extraordinario de valentía y de dignidad que terminó en un meme acompañado de la frase: Ta’ buena esta cumbiatl. Así de lamentable.
http://www.estepais.com/articulo.php?id=216&t=jajajatl-nbsp-nbspes-para-reirse

lunes, 27 de julio de 2015

El parque de las gatas: racismo en Guadalajara

Guadalajara fue fundada con base en la segregación. Su composición urbana refleja los valores de una sociedad que es racista, clasista y sexista

Por ANGEL MELGOZA / Fotografía: MICHELLE VÁZQUEZ


La ciudad es una máquina de discriminación aceitada y puesta en operación por sus ciudadanos. Miles de migrantes llegan a la ciudad para buscar empleo en la urbe y son sistemáticamente expulsados hacia la periferia. En el imaginario urbano se construyen conceptos de ciudad y de sus habitantes; diversas lógicas culturales coexisten, pero hay una cosmovisión histórica que se ha formado desde el poder (clase adinerada, Iglesia católica, funcionarios públicos, medios de comunicación, etcétera), en donde Guadalajara es una ciudad de origen puramente español relacionada con costumbres europeas y con influencias estadounidenses, en donde el indígena, la pobreza y la marginación simplemente no existen.
Patrón de segregación

Son las ocho de la mañana y unas treinta personas hacen ejercicio en los senderos que cruzan el parque Rubén Darío, ubicado en la colonia Providencia de Guadalajara. Unos caminan junto a sus perros y otros practican danza. Hay dos empleados del ayuntamiento barriendo banquetas y arreglando los jardines. En la lona en donde está escrito el reglamento del parque se lee: “Queda prohibido causar escándalos que molesten a los vecinos en lugares públicos o privados”. Hace más de diez años, en este parque, ubicado entre la avenida Rubén Darío y las calles Ontario, Ostia y Nápoles, se hizo evidente un conflicto histórico entre dos culturas que divide, define y permanece en la ciudad.

La historia de la fundación de Guadalajara, adoptada como la oficial, promueve la idealización de los españoles cuya división del territorio ha marcado la pauta del crecimiento urbano hasta nuestros días. En tres ocasiones se cambió el lugar en el que se ubicaba la ciudad de Guadalajara a causa de las continuas masacres que sufrían los españoles por parte de los grupos nómadas indígenas que habitaban la región, como los caxcanes. Al igual que la mayor parte de las ciudades fundadas por españoles en América, Guadalajara tuvo un patrón de segregación urbano y social muy definido: al poniente del río San Juan de Dios, cuyo cauce dividía a la ciudad, se encontraban los ricos, y al oriente, los pobres, junto con las comunidades indígenas. La barrera natural del río se convirtió además en una barrera simbólica. Tiempo después, el río se entubó y se construyó sobre él una avenida llamada Paseo Porfirio Díaz, que con el paso del tiempo se convertiría en la Calzada Independencia.

“Una veta para estudiar los imaginarios urbanos son las frases”, dice Ulises B. Zarazúa, académico del Departamento de Estudios Socio Urbanos de la Universidad de Guadalajara (UdeG); “Estás al otro lado de la Calzada, donde se paga la renta con chayotes”, o “donde da vuelta el aire”, o “de la Calzada pa’ allá o pa’ acá”. Normalmente el “acá” es referido como el occidente, históricamente la zona de las clases adineradas, desde donde se afirma un grado de superioridad. El grado de marginación en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG), según el análisis por áreas geoestadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), indica que la metrópoli está dividida por la Calzada Independencia: el oriente sigue siendo un área mucho más pobre que el poniente.

“La ciudad ya no es tan sencilla”, dice Zarazúa, refiriéndose a las “dos Guadalajaras”, la rica y la pobre. “La infraestructura urbana sigue siendo de mejor calidad al poniente, pero también ahí tenemos barrios marginales”. En este sentido, las colonias surgen con un discurso de diferenciación del barrio tradicional, en éstas se promueve la modernidad y la limpieza, ya que los barrios fueron concebidos como representaciones de lo sucio, lo pobre y lo anticuado1.

De la mano de desarrolladores extranjeros, se hicieron colonias como la Francesa (1898-1906), la Americana (1903), la Reforma (1906-1908) y la West End. A diferencia de la barriada tradicional, estas colonias eran zonas cuya única función era habitacional; no había talleres, ni mercados. Más tarde, a partir de 1950, la demanda de un sector acaudalado de la sociedad por habitar espacios residenciales al margen de la antigua ciudad colonial, provocaron un enorme crecimiento de la ciudad hacia el municipio de Zapopan. Un claro ejemplo de dicha expansión es la colonia Providencia, cuya primera sección se comenzó a construir en 1957. La colonia Providencia es un espacio habitacional de amplias calles y avenidas, jardines y parques, que desde su creación promovía un estilo de vida en sociedad. Es decir, las amas de casa necesitaban más tiempo para la vida social, por ello en los sesenta se hace más popular entre las clases altas el empleo doméstico. El modelo de empleo doméstico en el que la trabajadora vive en la casa a la que sirve, data de aquellos años. “El empleo doméstico en Guadalajara fue un mercado de trabajo acaparado durante los cincuenta y sesenta por mujeres campesinas, primordialmente mestizas”, sin embargo, el aumento de la migración indígena en los setenta produjo que mujeres de distintas etnias fueran ocupando espacios en las colonias residenciales de Guadalajara como trabajadoras domésticas2.

Mientras la ciudad crecía y se nutría de una riqueza cultural muy valiosa, los hábitos de un sector de la ciudad se podían interpretar como la radiografía de una sociedad marcada por la desigualdad, la inequidad, la injusticia social y la indiferencia frente al otro. Era una ciudad que tenía poco que presumir junto a una creciente base de trabajadoras sin prestaciones y vistas como de segunda categoría.

“LA HISTORIA DE LA FUNDACIÓN DE GUADALAJARA, ADOPTADA COMO LA OFICIAL, PROMUEVE LA IDEALIZACIÓN DE LOS ESPAÑOLES CUYA DIVISIÓN DEL TERRITORIO HA MARCADO LA PAUTA DEL CRECIMIENTO URBANO HASTA NUESTROS DÍAS.”

Empleo doméstico, al menor precio

Después de la tormenta, el aire es fresco en el parque Rubén Darío y el agua rodea todo lo que tocó. Parece que vuelve la lluvia cuando el aire mueve los grandes árboles, y el señor que barre el agua estancada se recarga sobre su escoba para compartir su punto de vista: “somos como 60 (trabajadores) temporales, del programa Mano con Mano; nomás han de ser cuatro los de planta, ‘ora que perdió el PRI, a ver cómo nos va”, dice con una actitud de resignación más que de angustia. Me confiesa que ni con el “gastadero” de dinero, ni con la demanda de llevar a todos sus conocidos a votar por el PRI, se pudo evitar la derrota en las elecciones del pasado 7 de junio.

En la ZMG, la población femenina indígena está en zonas muy focalizadas. Las mujeres de tres años o más que hablan una lengua indígena (para fines estadísticos, ésta es la forma como comúnmente se identificaba a la población indígena) se concentra en la colonia Ferrocarril (una zona con un muy alto grado de marginación), y en el norponiente de la ciudad, en donde se ubican colonias de alto nivel económico como Colinas de San Javier, Providencia, Colomos, Country Club, Jardines del Bosque, Chapalita y Terranova, entre otras3.

La presencia de este grupo social en las zonas más exclusivas de la ciudad se explica a partir del empleo doméstico en que se ha arropado la migración temporal de estas jóvenes mujeres indígenas. Cuando se construyó la carretera que comunica Huejutla (cabecera de la Huasteca hidalguense) con Guadalajara, en los ochenta, el flujo migratorio de nahuas de la Huasteca aumentó en la ciudad.

Los vínculos naturales entre los miembros de comunidades indígenas que habitan en la ciudad se ven moldeados e influenciados por ésta. La relación de subordinación y explotación en las relaciones laborales hacia las empleadas domésticas ha sido ampliamente documentada. La investigadora Erika J. Vázquez observó durante varios años las relaciones de las indígenas nahuas con el entorno urbano. De las 66 entrevistas que realizó a mujeres indígenas y que hacían trabajo doméstico, el 30% no comía lo mismo que sus patrones. “Algunas me decían ‘no quieren que hable lengua náhuatl cuando estoy en la casa’, o [la señora] ‘no quiere que use mi ropa tradicional’, o ‘no quiere que coma en la mesa en que ella come, o vaya al baño al que ella va’, prácticamente era un limpia y bórrate”. Eran servidumbre de día e invisibles de noche. Como dice María Roa Borja, presidenta del sindicato de empleadas del servicio doméstico de Medellín: “Somos nosotras, las trabajadoras de lo doméstico, de aquéllo que por siglos se ha invisibilizado y que hoy se enmarca en la denominada Economía del Cuidado, las que nacemos con una historia marcada por el desarraigo, la pérdida no sólo de nuestras tierras y nuestros territorios, sino también la de nuestros seres amados”4.

El arquitecto Arturo Ortiz Struck ha escrito sobre el reflejo de las relaciones sociales de discriminación con las empleadas domésticas, evidenciadas en la construcción del cuarto de servicio, donde las clases adineradas suelen hospedar a la trabajadora. Ortiz menciona que los “cuartos de servicio son húmedos, no tienen buena iluminación natural, que su vista es ridícula (un lavadero, por ejemplo), una recámara fría y gris, que no tienen buena ventilación y que además de todo están, literalmente, en el peor lugar de la casa, ya que en ocasiones están junto al estacionamiento, o el cuarto de máquinas, o detrás de los tinacos, o en un sótano oscuro.”

Si pensamos la ciudad como la casa, ¿cuál sería ese cuarto de servicio?

“LA PRESENCIA INDÍGENA EN LAS ZONAS MÁS EXCLUSIVAS DE LA CIUDAD, SE EXPLICA A PARTIR DEL EMPLEO DOMÉSTICO.”

El parque de las gatas

Desde finales de los años noventa cada domingo el parque Rubén Darío fue ocupado por la comunidad nahua proveniente del estado de Hidalgo. Muchas mujeres indígenas hacían trabajo doméstico en la zona y aprovechaban el parque para encontrarse con sus familias y amigos. El Rubén Darío era un lugar para pasar su día de descanso. Mientras los vecinos lo abandonaron, ellos lo fueron reconfigurando como un espacio para fortalecer sus nexos y reafirmar su sentido de pertenencia.

Las familias eran las primeras en llegar al parque, después aparecían las mujeres y al final los hombres más jóvenes. A partir de las cuatro de la tarde, el flujo de personas aumentaba. Se sentaban en círculos a compartir la comida y a platicar; escuchaban música ranchera, de banda y baladas; los jóvenes caminaban en círculo por el parque, buscando pareja, en un sentido las mujeres y los hombres del otro; muchos portaban atuendos tradicionales, hablaban náhuatl, comían sobre el pasto y algunos bebían cerveza; un auto adaptado como tienda ofrecía tamales de Huejutla. En una ciudad que los condenaba constantemente a la marginación, el parque era un espacio para expresar sus culturas, según Erika Vázquez.

Sin embargo, desde 2003, el rechazo que algunos vecinos ejercían sobre los visitantes fue en aumento; exigían a la policía que actuara en contra de su presencia. Los vecinos alegaban que había violaciones al Reglamento de Policía y Buen Gobierno tales como tener relaciones sexuales, consumir alcohol, tirar basura, orinar en el parque e iniciar peleas.

En octubre de 2003, los medios locales registraron el abuso e intimidación que miembros de la policía municipal de Guadalajara llevaron a cabo sobre las personas que se reunían en el parque Rubén Darío, motivados por las quejas de vecinos de la colonia Providencia. El domingo 21 de septiembre detuvieron a 10 personas. El 19 de octubre habían sido detenidos 13 indígenas, nueve de ellos por supuesto consumo de alcohol, razón que fue desmentida por el médico que los revisó. El lunes 20 de octubre del 2003, según el periódico Público, la cifra aumentó a 21 personas. El hecho estuvo registrado en una nota titulada “Para ‘poner orden’, 21 indígenas detenidos en Providencia”. Llamaba la atención el aumento y velocidad con la que se hizo la detención de indígenas. A pesar de ello, la policía rechazó que existiera un operativo especial contra indígenas, pero la constante vigilancia de una patrulla que rodeaba el parque y que se estacionaba sobre la avenida Rubén Darío por intervalos de hasta 15 minutos por las tardes de los domingos evidenciaba lo contrario.

La periodista Alicia Calderón, que cubrió los eventos del parque Rubén Darío, cuenta que al periódico llamaron algunos vecinos exigiendo que se diera cobertura a lo que sucedía en el parque porque “se estaba poniendo muy feo”. Los vecinos reclamaban, entre otras cosas, que la policía no estaba atendiendo sus denuncias en contra de los abusos que cometían los visitantes.

La vigilancia en patrullas a los alrededores aumentó al punto de que los policías junto a sus perros cruzaban el parque y se paseaban entre los visitantes buscando pretextos para detenerlos. “La violencia latente de estar ahí como si fueran unos delincuentes”, dice Erika Velázquez.

A través de llamadas anónimas y presión directa de vecinas de Providencia Sur, el gobierno municipal del panista Fernando Garza y la policía a su cargo, dirigida por Luis Carlos Nájera, realizaron detenciones arbitrarias. Cuadras antes de llegar al parque, había policías que retenían a personas de aspecto indígena, a quienes hacían quitarse los zapatos para hacerles una revisión. Se volvió común la detención de jóvenes indígenas, a los que se “paseaba” en la patrulla hasta alejarse del parque para extorsionarlos. Mientras los jóvenes caminaban, los policías los detenían y cuando tenían aliento alcohólico los subían a la patrulla.

Cerca del parque Rubén Darío, al que muchos conocían como el parque de las chachas, hay una tienda Oxxo, cuyas empleadas declararon que los indígenas llegaban a comprar con sus billetes escondidos entre los calcetines, como precaución por si los detenían los policías; en la tienda, las vecinas de la zona les pedían a las cajeras hacer dos filas, una para indígenas y otra para los vecinos.

La vecina Esmeralda Urzúa Salgado, que encabezaba un sector de los quejosos de la colonia Providencia Sur, se molestaba, según declaraciones que hizo en la prensa, porque a su parecer, el parque lucía como mercado, con venta de tamales, joyería, ropa usada y helados; también le molestaban los letreros que colocaban sobre los árboles, mismos que eran instalados por personas que buscaban una trabajadora doméstica. La junta de colonos llegó a proponer que se cercara el parque, o se colocaran aspersores de agua para evitar la presencia de indígena los domingos.

Una carta firmada por Sergio Peregrina, vecino de la colonia, que fue publicada en el periódico Público, dice: “las rimbombantes señoras de Providencia (…) les da pena que frente a sus casas se llene de indios cada domingo, que sus amistades las ubiquen por vivir frente al “parque de las gatas”, les disgusta salir en sus Windstar a comer y tener que explicarles a sus hijos que ese día el parque es de los indios y que no se puede jugar ahí. (...) Ojalá que no los corran para siempre, eso sería igual a aceptar abiertamente que seguimos siendo una sociedad retrógrada y racista”.

Otros vecinos y ciudadanos también enviaron misivas a los diarios locales para apoyar la libre asociación de cualquier persona en el parque, así como para mostrar su repudio contra las acciones vecinales que buscaban desalojar a las personas indígenas.

La comunidad de huicholes se solidarizó con los nahuas y organizaron una manifestación como muestra de apoyo el domingo 26 de octubre del 2003; también acudieron mixtecos, purépechas, vecinos de la colonia Providencia, ciudadanos, investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y un visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco (CEDHJ).

El entonces regidor priísta, Aristóteles Sandoval, declaró: “intimidación y extorsión son algunas de las denuncias que los indígenas hacen contra la policía, la cual se ha caracterizado en no pocas ocasiones por actuar con prepotencia y abuso de autoridad contra los grupos vulnerables”.

En voz de Luis Carlos Nájera, la policía negó que las detenciones estuvieran ligadas a “condición social, económica o el simple aspecto de las personas”. En la cámara de diputados, legisladores federales priístas de Jalisco y de Hidalgo exigieron una “urgente y obvia resolución” por estar violando “las garantías individuales de los afectados”.

La CEDHJ inició una investigación de oficio el 20 de octubre de 2003, misma que se convirtió en queja cuando uno de los agraviados se acercó a denunciar los hechos. Uno de los detenidos relató los golpes que cinco de sus compañeros recibieron por parte de la policía municipal de Guadalajara, quienes los patearon antes de presentarlos ante el juez municipal, además de amenazarlos con llevarlos “hasta el penal”. Hubo domingos en que se detuvieron hasta 23 personas. El organismo terminó trivializando lo ocurrido y declinó la competencia en el asunto (queja 2424/03)5.

Hasta octubre de 2003, la policía municipal de Guadalajara había hecho al menos 74 arrestos de indígenas, principalmente provenientes del estado de Hidalgo, Puebla y Tlaxcala. A pesar de la resistencia y la indignación que levantó el caso, el parque se fue vaciando y desde 2013 la presencia de indígenas en el parque Rubén Darío es casi nula. Muchos de ellos ahora se reúnen los domingos en la Plaza de las Américas Juan Pablo II, frente a la basílica de la virgen de Zapopan.

En abril del 2013, la asociación vecinal de la colonia Providencia Sur envió una circular donde daba aviso a los vecinos sobre las acciones que llevaría a cabo para “exigir mayor seguridad”, entre ellas pedir cita con el Comisionado de Seguridad de la ZMG, con el procurador de la ZMG, con el diputado presidente de la Comisión de Seguridad, con el diputado de su distrito; realizar mapas delictivos, pedir a los vecinos que siguieran pagando sus cuotas “para comprar a crédito o alquilar un vehículo coadyuvante de seguridad”, entre otras cosas.

Racismo6

Según Teun A. van Dijik, lingüista y profesor de Estudios del Discurso, el racismo puede ser entendido como un complejo entramado de discursos, acciones y omisiones que conservan prácticas sociales de discriminación, exclusión y marginación que derivan en la desigualdad social.

El racismo es construido desde distintas percepciones sociales del color de la piel, los rasgos físicos, el lenguaje, la religión o las costumbres de distintos grupos humanos, y tiene sus raíces en el colonialismo europeo. Éste se refiere a la conquista, la explotación y el genocidio de los pueblos indígenas. La superioridad se ostenta desde sistemas de dominio étnico-raciales, donde lo étnico son aspectos culturales de un grupo humano, y la referencia racial es en términos de estudio social (blanco, negro, indígena, mestizo, mulato, etcétera), ya que biológicamente no existen diferencias entre grupos humanos, por lo que las “razas” no existen.

En México, los aspectos culturales dominantes no están relacionados con las culturas indígenas. Una muestra de esto son los máximos exponentes de la “cultura mexicana”, como el tequila, la charrería y el mariachi, aspectos culturales gestados en Jalisco y el occidente de México que están íntimamente ligados a la cultura española.

A pesar de que América Latina presume en el contexto internacional el mote “latino”, que goza de gran atractivo comercial, la ideología del racismo asocia el hecho de tener una mayor apariencia europea con “unas cualidades y unos valores más positivos, como la inteligencia, la habilidad, la educación, la belleza, la honradez, la amabilidad, etcétera. Por el contrario, un aspecto físico menos europeo se asocia con la fealdad, la pereza, la delincuencia, la irresponsabilidad, la incultura, la necedad, etcétera”, según van Dijik.

En Latinoamérica se vincula, confunde y excusa el racismo con la idea de clase social. La jerarquía de estatus, poder material o simbólico se asocia directamente al escalafón de “razas”, porque existe una tendencia que identifica entre los más pobres a los indígenas.

Cuando la tendencia general no se cumple, existe un proceso de “blanqueamiento”. “En la sociedad mexicana”, dice Celia Magaña, “tiene mucha importancia la pigmentación de la piel, pero en el momento en que alguien llegue a tener dinero, se blanquea. Es como si se desracializara, y se blanqueara, entonces ya pasa a ser ‘güerito’, aunque su piel no sea necesariamente blanca.”

Para los grupos humanos que sufren discriminación racial es limitado el acceso al capital, la tierra, el trabajo, la vivienda, la educación, la información, el estatus, el respeto, y en general a los recursos sociales, que son todos aquéllos con los que una sociedad se provee a sí misma para hacer frente a las necesidades individuales, grupales o de comunidad.

Hoy hay importantes corrientes antirracismo y procesos de reconocimiento e integración por parte de organizaciones formadas tanto por personas que sufren la discriminación, como por miembros de la “clase dominante”. La tendencia general impulsa un cambio en las actitudes respecto a la protección de los derechos humanos, la equidad y la democracia; esta tendencia, dice van Dijik, hace que el racismo se perciba de forma menos obvia, más sutil, y es un factor que dificulta combatirlo.

“PARA LOS GRUPOS HUMANOS QUE SUFREN DISCRIMINACIÓN RACIAL ES LIMITADO EL ACCESO AL CAPITAL, LA TIERRA, EL TRABAJO, LA VIVIENDA, LA EDUCACIÓN, LA INFORMACIÓN, EL ESTATUS, EL RESPETO, Y EN GENERAL A LOS RECURSOS SOCIALES.”

Yo no discrimino

En el parque Rubén Darío, un grupo de 20 personas son literalmente cargadas en un camión en donde la dependencia de Parques y Jardines del ayuntamiento local recoge ramas y basura, ‘ni un camión para transportar personal, ¿verdad?’ le pregunto al viejo que barre el agua del parque, mientras ríe al escuchar mi pregunta y responde: “ahí los llevan como animales”.

Los migrantes indígenas no son los únicos que sufren discriminación. En la sociedad tenemos presentes elementos de un discurso que discrimina, que normaliza muchos prejuicios y termina por perpetuar la situación de marginación y discriminación. En la cultura se va robusteciendo la idea de que la discriminación ‘no es tanta’, la percepción de que nadie discrimina, y si a alguien se le escucha diciendo algo que resulta discriminatorio, siempre se puede excusar de sus comentarios clasificándolos de “jocosos, poco afortunados”, tal como lo hizo el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova Vianello, cuando en una conversación privada que filtraron a los medios hizo mofa de un líder indígena.

Así como Ulises Zarazúa indica que las frases pueden ser una vía para identificar el imaginario urbano, asimismo la popularización digital de imágenes como los memes puede ser otro camino. Como los controversiales y ampliamente difundidos memes que hacen mofa de indígenas y de la lengua náhuatl agregando un “tl” a frases en español con el trasfondo de una foto de algún(os) miembro(s) de un grupo étnico.

La percepción de que la discriminación no es grave, se extiende. En Jalisco no hay una ley para prevenir o eliminar la discriminación; “llevamos diez años peleando en el Congreso, ha habido muchos decretos e iniciativas, pero muchas terminan en la congeladora”, no es un tema prioritario, explica el licenciado en Derecho y miembro fundador del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad), Gerardo Moya: “hasta que no se entienda culturalmente que es un tema grave e importante que hay que regular, prevenir y difundir, no va a haber una legislación con estándares internacionales de Derechos Humanos”.

Gerardo Moya ha señalado en reiteradas ocasiones la doble victimización que sufren las personas que han sido discriminadas, en la primera ocasión porque han sido víctimas de un acto discriminatorio, y después porque los servidores públicos no atienden las denuncias; “con un sistema de justicia impune como el que tenemos, con el grado de impunidad que tenemos, con el trabajo de con los resultados de los ministerios públicos, con la carga de trabajo… si atenderte es darte una cita para dentro de dos meses tomarte la declaración, decimos eso no es atender. Es doble victimizar.”

“EN LA CULTURA SE VA ROBUSTECIENDO LA IDEA DE QUE LA DISCRIMINACIÓN ‘NO ES TANTA’;
LA PERCEPCIÓN DE QUE LA DISCRIMINACIÓN NO ES GRAVE.”

Indígenas de ornato

En el sitio en Internet del Gobierno del Estado de Jalisco, donde se promociona explorar y planear tu viaje a Jalisco, se brinda información sobre los grupos étnicos que habitan el estado. En las imágenes aparecen indígenas huicholes en escenarios rurales, con impresionantes paisajes de la Sierra Madre Occidental. “El indígena, iconográficamente, suele aparecer en zonas rurales: vemos a un huichol en la sierra, no en la ciudad de Guadalajara, no estudiando en el ITESO o la UdeG, hay una adjudicación del indígena al espacio rural”, dice Ulises Zarazúa.

En la interacción diaria se enmarcan relaciones de poder: en Guadalajara hay otomíes vendiendo papas fritas y artesanías en el centro histórico, purépechas que fabrican y venden muebles de madera en tianguis y avenidas; mixtecas que comercializan artesanías y algunas piden limosna en los semáforos; huicholes que ofrecen sus artesanías en espacios públicos7.

Existe otra característica en la metrópoli que sirve como veta para asegurar que la clase de alto nivel económico en Guadalajara construye un discurso clasista: los nombres de calles y avenidas, de zonas residenciales exclusivas y centros comerciales. El fraccionamiento Puerta de Hierro, Zotogrande, Valle Real, Jardín Real, La Toscana, son sólo algunas muestras de las referencias españolas, de realeza o nombres europeos en los nombres de residenciales. Las calles y avenidas comúnmente rememoran ciudades europeas en las zonas más ricas. También el efecto se encuentra en áreas comerciales, como la Plaza las Ramblas debajo de los departamentos que se ubican en avenida Chapultepec y la calle Mexicaltzingo. Una pretensión de emparentarse con lo europeo que viene desde el porfiriato.

En el espacio metropolitano también existen lógicas de exclusión, incluso desde la arquitectura. Por ejemplo en los centros comerciales, explica Zarazúa: “a Andares (lujoso centro comercial) en teoría puede entrar cualquiera, pero para llegar como peatón es difícil: hay una parte donde no hay banqueta, tienes que entrar por Palacio de Hierro, y luego entrar a una cosa de cristal inmensa y siempre hay guardias armados. A veces estos controles sociales no son tan evidentes”.

“EL INDÍGENA, ICONOGRÁFICAMENTE, SUELE APARECER EN ZONAS RURALES: VEMOS A UN HUICHOL EN LA SIERRA, NO EN LA CIUDAD DE GUADALAJARA, NO ESTUDIANDO EN EL ITESO O LA UDG.”

Reconocimiento mutuo

Un ejercicio que no es novedoso, pero sigue sin ser tan practicado, es el reconocimiento de la diversidad. “Somos una nación multicultural donde existen relaciones de poder, que siempre han sido marcadas por esas diferencias, y hay que reconocernos y reconocerlos, todos somos parte de la mezcla”, dice Celia Magaña.

Es indispensable reflexionar sobre las causas que provocan la discriminación, nos dice Gerardo Moya: “Nos vamos a los efectos y pensamos en atajarlos, olvidamos la causa; nunca se genera un cambio. ¿Qué es lo que está provocando la discriminación en la sociedad donde nos estamos moviendo?”

Margarita Robertson, quien dirigió durante seis años la Unidad de Apoyo para Comunidades Indígenas de la UdeG, cree que hace falta “una educación verdaderamente intercultural”. En una entrevista que le hizo a un joven universitario indígena, éste le dijo: “‘la educación intercultural la necesitan más ustedes’. Él creía que la necesitábamos más nosotros los mestizos que los indígenas, que ellos siempre han tenido relaciones interculturales”, dice Margarita. “Si los ingenieros fueran formados interculturalmente, no llegarían a Temacapulín a querer sacar al pueblo; si los ingenieros fueran formados en el respeto a los pueblos, y en entender la historia de una comunidad, jamás se les ocurriría poner una presa ahí”.

A pesar de que muchas personas son conscientes de la marginación histórica a las minorías, en gran parte de la sociedad mexicana seguimos reproduciendo prácticas de explotación, y lo confirma la situación de las trabajadoras domésticas, la marginación a los migrantes, las pésimas condiciones de vida en las periferias, las palabras y frases que empleamos a diario, el contenido digital que compartimos, y hasta nuestra arquitectura.

Tal vez a los habitantes de nuestra ciudad nos falta poner más atención en los significados detrás de los nombres de nuestras calles o de nuestros parques, porque algo pueden decir sobre el lugar en donde vivimos. El poeta Rubén Darío, por ejemplo, escribió hace tiempo:

“Época espantosa en verdad más que ninguna otra de la historia del hombre. El corazón del mundo está enfermo; la vida hace daño. La Gloria está amenazada de muerte, como el viejo Honor que agoniza, y el Pudor, y la Caridad. Los reyes se van y los pueblos no saben adónde ir. Desde el momento en que el dinero suple hoy los antiguos ideales, la disputa de la tierra y de la riqueza se hace más enconada, y el crack de la moral trae el más absoluto desastre. Jamás el ser humano ha sido más bestia.”8

“A PESAR DE QUE MUCHAS PERSONAS SON CONSCIENTES DE LA MARGINACIÓN HISTÓRICA A LAS MINORÍAS, EN GRAN PARTE DE LA SOCIEDAD MEXICANA SEGUIMOS REPRODUCIENDO PRÁCTICAS DE EXPLOTACIÓN.”


1
Luis Felipe Cabrales, “Divide y venderás: promoción inmobiliaria del barrio de Artesanos de Guadalajara, 1898-1908”, Un mundo de ciudades. Procesos de urbanización en México en tiempos de globalización, coord. Aurora García Ballesteros y María Luis García Amaral (Barcelona: GeoForum) 1.
2
Erika Julieta Vázquez Flores, Migración, resistencia y recreación cultural, coord. Erika Julieta Vázquez Flores y Horacio Hernández Casillas. (México D.F.: INAH) 96.
3
Celia Magaña García, Mujeres. Diversas modalidades de migración en Guadalajara, col. Ofelia Woo Morales. (Guadalajara: IMMG) 34.
4
 Maria Roa Borja. (2015). Panel Women and Work for Peace Building. 9/07/2015, de Colombian Conference panel on Transitional Justice Sitio web: https://youtu.be/kSqt6NrvmfQ?t=3525
5
Oscar González Garí, y Oscar Morales Pelayo, “Manual contra la tortura en Jalisco” (Jalisco: Red Jalisciense de Derechos Humanos) 280.
6
 Las ideas de esta sección están inspiradas y tomadas del libro de Teun A. van Dijik, “Dominación étnica y racismo discursivo en España y Amércia Latina” (Barcelona: Editorial Gedisa, 2003)
7
 Erika Julieta Vázquez Flores, Migración, resistencia y recreación cultural, coord. Erika Julieta Vázquez Flores y Horacio Hernández Casillas. (México D.F.: INAH) 101.
8
 Extracto de El hipogrifo, en Parisiana [1908]: pp. 1345-1351.




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