sábado, 30 de mayo de 2009

La justicia contra las mujeres indígenas en México

Sin duda que la máxima zapatista, “Nunca más un México sin nosotros”, tiene un profundo contenido de reivindicación y dignidad humana, con plena vigencia en el México del siglo XXI.
Eduardo Andrés Sandoval Forero | Para Kaos en la Red


México llega al siglo XXI con un total de población superior a los 106 millones de habitantes, donde más de doce millones son indígenas distribuidos en toda la geografía nacional: selvas, montañas, litorales, valles, montañas, desiertos, pueblos y ciudades. Otra parte importante de indígenas se encuentran en Estados Unidos, la mayoría en calidad de indocumentados trabajando en diversas labores del campo.

Los indígenas se caracterizan socioeconómicamente por su pobreza extrema, condición que denominan los zapatistas ser “los más pobres de los pobres” que ocupan “el sótano de México”, país que desde 1994 tiene un tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá y que según los criterios clasificatorios internacionales, ocupa el o­nceavo lugar en la economía mundial.

En este México moderno, la educación, por ejemplo, es una asignatura pendiente para los pueblos indígenas, en donde el perfil del estudiantado revela que la mayoría de los estudiantes son hombres, de ellos saben leer y escribir un 45 por ciento, y un 55 por ciento es declarada como población indígena analfabeta; mientras que las mujeres analfabetas llegan al 88%, lo que equivale a que solamente el 12 por ciento saben leer y escribir.

Detrás de estos fríos números oficiales, se encuentra la cruda realidad manifestada en el rezago de atención a la educación indígena en México, misma que fue, ha sido y seguirá siendo una prioridad pasajera como muchas más de parte de las autoridades gubernamentales, una promesa de campaña política y un aspecto pendiente dentro de la justicia social. Lo cierto es que tan solo el 15 por ciento del total de la población indígena que habita en territorio mexicano logra terminar su educación primaria.

Con el avance de la globalización, estas poblaciones han sido cada vez más vulneradas en sus derechos colectivos, así como sometidas a las peores condiciones de sobrevivencia. Hoy la pérdida de sus tierras y territorios es más frecuente, donde avanzan hidroeléctricas, carreteras, ecoturismo, Plan Puebla Panamá, Plan Mérida, planes de biodiversidad, y planes de seguridad nacional.

Viviendo el dramático realismo conformado por saqueos, robos, mentiras, ultrajes, chantajes; los indígenas han visto el correr de los siglos alterando sus modos de vida, a partir del despojo de sus tierras, sus formas de organización, de sobrevivencia y sus recursos naturales. De manera general, las comunidades indígenas sufren el flagelo de la usurpación de sus hábitats por parte de terratenientes, caciques, empresas trasnacionales, y proyectos estatales.

El despojo, el analfabetismo y la pobreza son condiciones que laceran a los pueblos indígenas con dolor, sufrimiento, discriminación y desigualdad total. La violencia cultural es otra de las acompañantes de la violencia estructural del sistema y de la violencia física que los cuerpos represivos del Estado, los grupos paramilitares y los caciques ejercen contra las comunidades indígenas.

Las violencias se agudizan cuando se trata de casos normativos, legales o de parámetros jurídicos en contra de los indios que obstinados en defender su identidad y sus derechos, son violentados por las autoridades, que lejos de reconocerlos en su plenitud de “otros diversos”, con sus derechos como humanos y como pueblos indígenas, son intimidados, provocados, reprimidos, perseguidos y encarcelados con el patrocinio de una ley que viola los mínimos derechos de justicia. Es decir que el contexto al que han sido sometidos los indígenas es de una paz imposible dada sus condiciones objetivas violentas, acompañada de racismo, exclusión, marginación y violencias culturales que suelen tener efectos de etnocidio y genocidio.

Muchos son los casos cotidianos que se pueden citar sobre violaciones ejercidas contra indígenas por los encargados de aplicar la ley, la misma que forma parte del derecho hegemónico positivo del Estado, que con el cinismo de la corrupción y la impunidad deja heridas históricas y de rabia digna en las comunidades y pueblos indígenas.

De los tantos casos, amerita recordar el de Ernestina Ascensión Rosario, indígena náhuatl que vivía en el municipio de Soledad Atzompa, Veracruz, México, en la sierra de Zongólica, una de las regiones de mayor marginación social en el país. Fue una humilde indígena que la hicieron famosa, no por ser francesa, inglesa, gringa o canadiense, sino por ser una anciana de 73 años, que cuando pastoreaba ovejas en febrero de 2007, fue sorprendida y violada por varios soldados del ejército federal mexicano, y que antes de morir fue encontrada agonizando tirada en el zacate, alcanzando a confirmar su violación por cuatro soldados en tiempos de paz.

Días después la procuraduría del Estado de Veracruz confirmó la violación, mientras que la Secretaría de la Defensa Nacional, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, y hasta la Presidencia de la República, aseguraban la inocencia de los soldados y aseveraron que su muerte fue debido a gastritis, muerte natural y anemia.

Otro caso repudiable desde la rabia digna indígena es el homicidio de Felicitas Martínez Sánchez de tan sólo 21 años de edad, y Teresa Bautista Merino, de 24, indígenas triquis locutoras de la emisora comunitaria La Voz que Rompe el Silencio, en San Juan Copala, Oaxaca, asesinadas brutalmente como consecuencia de una emboscada, y quedando en la impunidad total, al igual que las masacres realizadas por grupos paramilitares contra bases zapatistas en el sureste mexicano.

En el mes de mayo de 2009 varias son las persecuciones, encarcelamientos, atentados, amenazas, represalias, y encarcelamientos contra los indígenas en México adherentes a la otra campaña, como es el caso de seis indígenas de Bachajón en Chiapas, bases zapatistas que pertenecen a los Caracoles y a las Juntas de Buen Gobierno, luchadores incansables por sus derechos, sus tierras y en contra de los proyectos neoliberales del gobierno en la zona de Agua Azul, acusados de “robo con violencia”.

Este, como en muchos otros casos, la fabricación de delitos ha sido una de las tramas más denigrantes utilizadas por funcionarios, policías, judiciales, jueces, caciques y políticos contra luchadores sociales indígenas en el campo y en la ciudad. Esa costumbre de fabricar delitos y de criminalizar la protesta social, llega incluso a los que sin ser activistas se les señala como delincuentes, y hace parte de la violencia racial institucional.

Otro caso que suena en el mes de mayo de 2009, es el de Jacinta Francisco Marcial, indígena otomí de 42 años que habla ñhä-ñhü, lengua de su etnia, en el Estado de Querétaro, sentenciada a una condena de 21 años de prisión por el secuestro de seis agentes de la Agencia Federal de Investigación (AFI). Esta “mujer maravilla”, desafió todas las leyes numéricas, de seguridad, de violencia, de sometimiento y de intimidación, al secuestrar junto con dos indígenas más a seis agentes de seguridad armados hasta los dientes, y ellas sin arma alguna, los secuestraron.

¿Cómo pudo Jacinta someter y secuestrar a seis agentes armados de la AFI? La prueba presentada por la Procuraduría General de la República (PGR), la encargada de administrar la justicia en México, es según el juez, incuestionable: una fotografía de un diario local donde se encuentra Jacinta en un tumulto de personas que protestaban tres años atrás en su pueblo Santiago Mexquititlán, Querétaro, contra el decomiso ilegal de mercancía a vendedores ambulantes.
En ese Mercado callejero Jacinta se dedicaba a vender aguas frescas, y su esposo paletas.

Aunque Usted no lo crea, el caso es para record Guinnes: una indígena de 24 años vendedora de aguas frescas, somete y secuestra a seis Agentes federales armados en México, y el otro record se lo lleva el juez al condenar a 21 años de prisión a una mujer monolingüe, indígena y pobre.

El caso como muchos otros, ha sido denunciado por el movimiento conducido por el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, que exige justicia y liberación de la indígena otomí, al reiterar que “el juicio seguido a Jacinta Francisco Marcial patentiza la discriminación que prodigan las instancias de justicia en contra de quienes son indígenas, mujeres y viven en situación de marginalidad. Para ellas, en México, no hay justicia ni Estado de Derecho”.

La justicia una vez más se ensaña contra los indígenas: acusaciones falsas; juzgan en español a una otomí que solo habla ñhä-ñhü; no existe presunción de inocencia sino de culpabilidad; sentenciada a 21 años de prisión; y una familia indígena desmembrada por la “justicia” del Estado. La violación es total a los derechos humanos, a las leyes básicas de la Constitución Mexicana, al derecho internacional, a la Convención 169 de la OIT, y a la Declaración sobre Pueblos Indígenas de la o­nU.

Esta historia como muchas otras, no es solamente un problema de equidad procesal, un asunto meramente de técnica jurídica, de torpeza de un juez, de abuso de unos policías o de mala voluntad. Es parte de una concepción y una práctica consuetudinaria del racismo en México, que se manifiesta en injusticia social e injusticia jurídica, misma que se encarniza, en el caso de Jacinta, por su pertenencia étnica, su condición de género y su situación marginal económica.

Humillaciones, vejaciones, ultrajes y violaciones a los derechos humanos es lo que conforma la vulnerabilidad de los indígenas que como Jacinta, reflejan en sus rostros desolación, confusión y extrañeza ante la inseguridad manifestada como debilidad o como desventaja por ser pobre, mujer o analfabeta; pero que a fin de cuentas el daño a su integridad física, psicológica y moral ya es irreversible.

¿Hasta dónde y hasta cuándo se comenzará a respetar a los indígenas para ser reconocidos como humanos, para que dejen de ser víctimas de las injusticias y burlas del gobierno y comiencen a ser parte de este país para que sean tomados en cuenta como ciudadanos dignos?

Sin duda que la máxima zapatista, “Nunca más un México sin nosotros”, tiene un profundo contenido de reivindicación y dignidad humana, con plena vigencia en el México del siglo XXI, para lo cual se requiere el acatamiento de los derechos de los Pueblos Indígenas consignados en la Constitución mexicana, la Convención 169 de la OIT, y la Declaración de Naciones Unidas a través del cumplimiento de las responsabilidades del Estado, los organismos internacionales, los Pueblos Indígenas y la sociedad civil. De ello en buena parte depende la transformación de las condiciones de paz imposible y una paz con justicia, democracia y libertad.

http://www.kaosenlared.net/noticia/93655/justicia-contra-mujeres-indigenas-mexico

viernes, 8 de mayo de 2009

Movimiento antichino y orígenes del PRI: Gerardo Renique


Región, raza y nación en el Antichinismo sonorense.

Cultura regional y mestizaje en México posrevolucionario

(Capitulo en Seis Expulsiones y un Adios. Despojos y expulsiones en Sonora. A. Grageda (coordinador)

Ciudad de Mexico: UNISON & Plaza y Valdes Editores, 2003)


                  Gerardo Rénique*


La expulsión de la casi totalidad de la población china de Sonora a partir del verano de 1931, imitada en varios otros estados sobre norteños durante los siguientes dos años, constituye un hecho sin precedentes en la historia mexicana. Los cerca de cuatro mil individuos expulsados a partir de 1931 representaron aproximadamente la mitad de la población china en todo México. Llevadas a cabo a través de comités antichinos o juntas nacionalistas, estas acciones constituyeron el momento culminante de una campaña que con el apoyo del Partido Nacional Revolucionario se extendió desde Sonora hasta el resto del país. Como resultado de estas acciones, conducidas con el celo, fervor y militancia de una verdadera cruzada patriótica, la comunidad china mexicana fue drásticamente desarticulada. De otro lado, la incorporación del movimiento antichino al PNR (Partido Nacional Revolucionario) contribuyó además al desarrollo de las denominadas “campañas nacionalistas” que llegarían a convertirse en una de las más efectivas tecnologías de movilización y control de masas del estado posrevolucionario1. A pesar de la profusa documentación oficial y de la abundante literatura e información producida por el movimiento antichino, salvo casos excepcionales, éste no ha sido sino tangencialmente considerado dentro de los análisis del período revolucionario y de las décadas de 1920 y 1930 en particular2. Más aún, estos estudios tampoco han logrado integrar la información develada por las investigaciones que desde una perspectiva historiográfica regional se han ocupado de esta problemática3.

Una posible explicación de este descuido o vacío la sugiere Jeffrey Gould en su sugerente análisis del peso ideológico del mestizaje o la idea de la mezcla racial y cultural en los proyectos nacionales centroamericanos. A partir de su estudio del caso de Nicaragua, Gould demuestra cómo el mito del mestizaje logró eliminar la historia y cultura indígenas tanto de las narrativas académicas e intelectuales –incluidas aquellas asociadas con el sandinismo–, como de la memoria histórica indígena.4 Concebidas y popularizadas por las élites intelectuales y políticas latinoamericanas como una forma de diferenciar América Latina de la “dictadura racial” de los Estados Unidos, las teorías de mestizaje –al igual que la “mulatización” de las elites cubana y brasileña–, han sido imaginadas y aceptadas como la fundación de una supuesta “democracia racial” latinoamericana, libre tanto del estigma de la raza como de la discriminación racial. Para el caso de México, Knight y otros argumentan que el mestizaje ha constituido más bien el vehículo mediante el cual las élites han imaginado la comunidad de individuos racial y culturalmente homogéneos, prescrita en las nociones modernas del estado-nación liberal.5 También ha contribuido a este vacío la falta de consideración, tanto en los análisis para el periodo en cuestión como para la historia moderna de México en general, de la especificidad de la raza y lo racial como arena relativamente autónoma de conflicto social, organización política y significación cultural e ideológica. Factores que, como lo subrayan una serie de trabajos recientes, en conjunto con la problemática de clase y de género , constituyen las instancias definitorias de la naturaleza de los proyectos de poder. 6

Otro de los factores que, en combinación con el entendimiento epifenoménico de lo racial, ha contribuido a la naturalización del fenómeno antichino a los estados norteños lo constituye la perspectiva centralista predominante en la historiografía nacional. Historiografía en la que, como sugiere Monsivais, ha primado la consideración y tratamiento de las historias y culturas regionales como “fragmentos adversos a la integración”7. De esta manera la cultura e historia norteñas, y las de Sonora en particular, se han considerado poco menos que ajenas a las experiencias a través de las cuales se habría supuestamente dado forma a la conciencia nacional. Así para Federico Gamboa Sonora no solo estaba separada del resto del país (esto es México central) por una gran distancia sino también por “leguas morales,” debido a que sus habitantes –según sus palabras–, en nada habían mostrado “la menor solidaridad’ con la construcción de una historia nacional8. Por su cercanía con los Estados Unidos se consideraba además a la cultura norteña como derivativa de la cultura e historia estadounidense, dominada por valores foráneos y a sus habitante de dudoso patriotismo. En consecuencia, el movimiento antichino y su asociado racismo habrían constituido un fenómeno constreñido a los estados fronterizos. De allí la interpretación de Jean Meyer del antichinismo sonorense como el reflejo de un impulso proveniente “del otro lado de la frontera”9.

A contrapelo de estas perspectivas, este trabajo se propone más bien explorar el movimiento antichino y la expulsión china sonorense como producto histórico del complejo proceso cultural mediado por la rearticulación de las relaciones de poder entre el centro y las regiones, la reconfiguración de la cultura y economía fronterizas, y la intervención política sonorense en la gestación del régimen posrevolucionario. Proceso a su vez sobredeterminado por la redefinición (o reinvención) de México y lo mexicano, la rearticulación de las relaciones de poder entre la ciudad de México y las provincias, y la emergencia de una estructura de sentimientos y un sentido común racial articulados alrededor de la reconsideración de lo popular y nacional y su equivalencia con lo mestizo. Así como por la aceptación e internalización a escala mundial tanto de los fundamentos raciales del estado y la identidad nacional, como de la jerarquía racial subyacente a la estructura internacional de poder. Entendimientos y consideraciones que alcanzaron su apogeo hacia los anos veintes cuando –según comentario de Hobsbawn—el nacionalismo fue criminalmente reducido a su perspectiva territorial.10

Concretamente, en este capítulo se analiza en primer lugar el origen y naturaleza del antichinismo sonorense y el momento fundacional de su transformación en movimiento político organizado. Se considera al encuentro entre los entendimientos y percepciones raciales generados la ideología y cultura fronterizas, y la formación trasnacional de su clase trabajadora en su incesante ir y venir a través de la línea divisoria entre México y los Estados Unidos, como factor determinante de éste fenómeno. En particular se trata de entender las peculiaridades del mestizaje fronterizo y la creación del “blanco-criollo” como prototipo étnico-racial regional.

En segundo lugar se examina y discute el surgimiento de un núcleo de intelectuales orgánicos antichinistas, las características y naturaleza de su discurso racial, así como sus esfuerzos retóricos y políticos por asociarlo con las tradiciones patriótico-regionales sonorenses. Igualmente se discuten las coincidencias entre el antichinismo y la retórica revolucionaria, sobre todo la del callismo, asentada e implementada mediante campañas educativas, antialcohólicas, sanitarias y anticlericales. En la tercera sección se examina el lugar ocupado por el “blanco-criollo” sonorense en la cambiante formación racial y el fluido panorama intelectual y cultural de la época. Sobre todo se analiza la compatibilidad epistemológica entre la ideología antichina y los entendimientos y sensibilidades raciales de las teorías de mestizaje que dieron forma al nacionalismo revolucionario mexicano.

En la cuarta sección se analizan las condiciones anímicas y materiales que generaron la atmósfera de ansiedad patriótica que permitió al antichinismo su expansión nacional, su incorporación al PNR, y el surgimiento de un antichinismo oficial o de estado. Para concluir, en el último apartado se discute la expulsión, su impacto sobre la comunidad china y su importancia como mecanismo de consenso en una situación política y social caracterizada por su volatilidad e inestabilidad. En este contexto se problematiza la expulsión china de Sonora como producto de una coincidencia entre antichinismo organizado y antichinismo de estado, inmersa en un proceso más amplio de formación estatal y movilización nacionalista.

Este trabajo sugiere que el antichinismo, más que producto idiosincrático de una cultura sonorense fronteriza, supuestamente dominada por valores culturales estadounidenses, fue la resultante del encuentro entre un arraigado patriotismo regional y los entendimientos raciales alimentados por las teorías del mestizaje, que articulaban la nueva ortodoxia nacionalista del estado posrevolucionario. En este sentido la reconsideración de la posición del sonorense en el imaginario racial-nacional ofrece una particular perspectiva para un mejor entendimiento de la dinámica cultural subyacente a la formación de las identidades nacionales y regionales. Proceso que aparejado a la trayectoria política de la fracción revolucionaria sonorense, fue crucial para su tránsito de región fronteriza a región hegemónica en la nueva geografía de poder posrevolucionario inaugurada con la rebelión de Agua Prieta.


Raza, mestizaje y cultura fronteriza

Como lo ha señalado Miguel Tinker Salas, en Sonora los intereses comunes y las interacciones colectivas que permitieron la creación de lazos de identificación no materiales entre los sonorenses, estuvieron marcados por una tradición de violencia social que tomó forma a través de usos y costumbres forjados en la lucha en contra de los recurrentes levantamientos indígenas, las incursiones de filibusteros extranjeros y el intervencionismo del estado central. De la misma manera también fueron determinantes las experiencias laborales y empresariales en los Estados Unidos y el establecimiento de relaciones familiares, económicas, comunitarias y políticas a través de la línea fronteriza. En su aspecto material, el proceso identitario regional estuvo marcado por la remota ubicación de Sonora en los confines noroccidentales del territorio mexicano, su alejamiento del asiento del poder central, y su localización estratégica en la cuenca del Pacífico. También contribuyeron a remarcar el carácter fronterizo de estas tradiciones y cultura, la precariedad e incertidumbre de la vida cotidiana asociadas a su agreste y difícil medio ambiente y sobre todo, la endémica resistencia indígena a la expropiación territorial y a su transformación en fuerza laboral asalariada.11

Como en el paradigma de “civilización y barbarie” establecido por Domingo F. Sarmiento en su ensayo histórico sobre el legado colonial de la Argentina independiente, la cultura fronteriza sonorense también se edificó sobre la premisa de la existencia de una contradicción antagónica y mutuamente excluyente entre los deseos y aspiraciones de indígenas y colonizadores. En Sonora, las distinciones raciales inherentes a este discurso de civilización y progreso, fueron además profundizadas por un engendrado código de honor en el cual la hombría se definía en términos de valor personal y habilidades guerreras en las campañas contra los indígenas. Normas que en correspondencia establecían la preferencia por aquellas mujeres consideradas virtuosas y sexualmente puras12. Las bases de este código fronterizo de honor, así como su asociado entendimiento racial fueron refinados, codificados y popularizados por Ramón Corral a través de una serie de artículos publicados en el periódico oficial La Constitución entre los años de 1885 y 1886, bajo el sugerente título de “Las razas indígenas de Sonora”13. En estos artículos Ramón Corral estableció los criterios determinantes de la posición jerárquica de las diferentes “razas” indígenas que habitaban el territorio sonorense. Consideró en primer lugar el grado de colaboración militar y aceptación de las normas y leyes establecidas por parte de los indígenas; en segundo lugar su grado de adaptación al mercado capitalista, ya sea como asalariados o como productores privados individuales.

Observaciones y prescripciones circunscritas dentro de las tradiciones neo-lamarckianas, en ese entonces dominantes en el pensamiento racial mexicano. Perspectiva evolucionista en la que los factores ambientales como la educación, nutrición, higiene y abstinencia a las bebidas alcohólicas se consideraban capaces de influir en la herencia de los caracteres adquiridos.14 Así, Corral consideró a los ópatas como “la mejor de todas las razas que existen en el estado” debido a su eficiente colaboración con las fuerzas militares estatales en las guerras contra los apaches. Fue este también el caso de los pimas que, según indicó, siempre habían participado activamente del lado del gobierno estatal, tanto en las guerras contra los apaches como en su defensa ante “todas las revoluciones intestinas”. Finalmente, además de su colaboración militar, destacó la buena naturaleza de los pápagos que por haberse sublevado en “una sola ocasión,” los consideró como la “más pacifica de las tribus” en el estado. En el polo opuesto ubicó a los apaches a quienes calificó de “raza excepcional” debido a su resistencia a la civilización, sus “instintos profundamente depravados,” y su absoluta carencia de “las buenas cualidades,” que según el autor, caracterizaban a la generalidad de “las tribus indígenas” del resto del país. En el nivel más bajo de su jerarquía colocó a los seris, a quienes consideró como “una raza nómada y salvaje,” que junto con su historia “abundante en luchas y episodios sangrientos,” era además la más resistente en todo Sonora “para entrar en el camino de la civilización.”15 Sus opiniones acerca de yaquis y mayos, los grupos indígenas más numerosos en el estado fueron empero más inciertas. Su asentamiento sobre las tierras de mayor potencial para el desarrollo agrícola sonorense, su importante participación en la fuerza laboral estatal, así como sus intermitentes rebeliones y constante militancia condicionaban la percepción que de éstos mantenía la población blanca sonorense. Su adopción y práctica cotidiana del catolicismo, sus alianzas político-militares con caudillos conservadores durante las conflictivas décadas de 1840 y de 1850, y su reputada habilidad para todo tipo de trabajo y ocupaciones, obligó a Corral a señalar que “ni a Yaquis ni a Mayos pueden considerárseles enteramente salvajes”. Sin embargo, la existencia entre éstos de un significativo número de rebeldes (los llamados “broncos”) en contra de la expropiación de sus tierras y su proletarización, los mantenía en el campo de la barbarie. Según Corral, mientras existieran entre yaquis y mayos, grupos que promovieran “su independencia del Gobierno legítimo y sus costumbres semisalvajes” se mantendrían entre estos “las malas pasiones […] y todo ese cortejo de vicios que traen consigo”16.

De otro lado su transito de la barbarie a la civilización se haría realidad una vez que los indígenas se hubieran convertido en propietarios o productores individuales, se incorporaran al mercado laboral como asalariados, o adoptaran el castellano, el vestido y costumbres de “la raza blanca.” Fue ese el caso de los ópatas que, según apuntó Corral, además de haber “sido siempre muy dedicados a la agricultura,” eran también “propietarios de pequeñas suertes de tierra que cultivan personalmente […]” Además, a diferencia de los yaquis insurrectos “son buenos ciudadanos, respetan a sus autoridades [y] están organizados conforme a las leyes del estado”. Finalmente, como el hecho más significativo en la progresión indígena hacia la “civilización” Corral señaló la pérdida de los elementos materiales o culturales que marcaban su diferencia con la población blanca-criolla. Así considero que los ópatas “no pueden llamarse propiamente [...] indios, pues sus hábitos, sus ocupaciones, sus vestidos y sus alimentos son los mismos que los de los blancos […]”. En este caso consideró como el elemento definitorio de su pase a la civilización, su supuesta desaparición demográfica e integración genética dentro de la población blanca. Al respecto y con relación a los pimas altos, señaló que estos se encontraban “de tal manera mezclados con la raza blanca” que se hacían imposible distinguir unos de otros. Este parecía ser el inevitable camino por el cual también transitarían los indígenas de la Pimeria Baja, quiénes después de haber experimentado la expropiación de sus tierras y haberse convertido en trabajadores asalariados o pequeños propietarios, pronosticó Corral que, “con el transcurso de algunos años más formarán de tal manera una masa común con los blancos y de tal modo se habrán mezclado, que harán una población homogénea e igualmente civilizada.” Caso contrario fue el de los Seris que “por su resistencia a cruzarse con otras razas,” auguró “que en una época no muy remota se extinguirán por completo […]17”.

A diferencia de los entendimientos populares del mestizaje como mezcla racial y síntesis cultural esta particular perspectiva sugería más bien la incorporación excluyente de los indígenas dentro de la población sonorense considerada por Corral –así como por el resto de México– como “blanca-criolla.” Debido a que desde mediados del siglo diecinueve ésta constituía la “mayoría” de la población en el estado, tanto en la literatura como en la imaginación popular, el sonorense “prototípico”o “promedio” era representado como un sujeto masculino de apariencia física y características marcadamente diferentes de los indios y mestizos que habitaban en los estados del centro y sur del país. Sobre estas reputadas características físicas (tez clara y estatura alta), se construyó una identidad racial sonorense fomentada además por el desdén hacia sus compatriotas de piel más oscura y estatura más corta, supuestamente representativos de la población del resto del país. En consecuencia, esta supuesta inexistencia de marcadores materiales y culturales visibles, de lo que desde una perspectiva centralista debería considerarse un indio o un mestizo, condenó así a los indígenas sonorenses a su demonización histórica y supresión cultural. De otro lado, debido a su apariencia física, diferentes hábitos alimenticios, supuesta ética laboral y fuerza de carácter, el denominado “criollo-blanco” mereció un lugar preferencial en el entendimiento y proyectos raciales dominantes.

Así, en julio de 1899 el editorialista de “El Tráfico” de Guaymas señaló que a diferencia de Sonora, en el resto de México “el temperamento mexicano, en lo que tiene de racial y típico, esta degenerando gradualmente”. Apuntó además que, en contraste con los sonorenses, “en los pueblos del interior” es “raro el individuo que alcanza seis pies de altura.” Atribuyó la excepcionalidad física y racial del sonorense “al clima y a la vida patriarcal de nuestros abuelos [que dejaron] impresos el sello de su prístino vigor”18. Actitud que, como se discute más adelante, mantuvo su continuidad durante los años de desorden revolucionario que siguieron al asesinato de Madero, y también dio sostén a las percepciones y entendimientos raciales del régimen posrevolucionario. En 1930, el Censo de Población afirmó que, estando “físicamente mejor desarrollada [...], la población norteña tiene condiciones somáticas y manifestaciones espirituales que le dan fisonomía propia”. Condición determinante de su “mayor aptitud para los actos cívicos [...] y su menor propensión al fanatismo”19.

La masiva participación masculina sonorense en la Fiebre del Oro de California iniciada en 1849 constituyo uno de los factores fundamentales en la gestación de las actitudes y entendimientos raciales sonorenses. La concentración en los yacimientos auríferos californianos de una gran masa laboral inmigrante multirracial y multinacional, creó las condiciones para una serie de violentos enfrentamientos descritos en la historiografía estadounidense como “guerras raciales”. En un primer momento, grupos de supremacistas blancos hicieron de mexicanos, peruanos, chilenos y otros sudamericanos sus blancos preferidos. Más adelante, el resentimiento en contra del flujo masivo de inmigrantes chinos, condujo a los mexicanos a formar un frente común al lado de norteamericanos e inmigrantes europeos. Sin que se hubieran eliminado por completo los conflictos entre europeos, europeo-americanos y mexicanos, la masiva presencia de inmigrantes chinos fue percibida por todos estos en su conjunto como una más grave amenaza racial y cultural20. Las percepciones culturales de los chinos como religiosa, moral y éticamente “inexplicables” o “demasiado extraños” reforzaron a su vez la ideología racial dominante y su jerarquización en la cual africanos, “turcos” (denominación de la época para los individuos procedentes del Medio Oriente), hindúes, chinos e indígenas, ocupaban los escalones más bajos de aceptación racial. Escala en la cual los mexicanos, en comparación, eran ubicados en una posición intermedia, inmediatamente superior a la ocupada por los chinos.21 La penetración de este temprano antichinismo en la cultura popular sonorense dejo su impronta en el folklore y tradiciones populares relacionadas con las acciones de míticos bandidos sociales como Manuel García (“Three Finger Jack”) y el sonorense Joaquín Murrieta, celebrados en corridos e historias entre otras cosas por sus habilidades como “matachinos”22.

Otro elemento formativo del antichinismo mexicano lo constituyó la participación durante la segunda mitad del siglo diecinueve de gran número de sonorenses –y de norteños en general–, en la formación de la clase trabajadora y organizaciones obreras californianas. Formación de clase, enmarcada de un lado por la masiva presencia china que para 1860 constituía el 60% de la población extranjera de California. Y del otro, por la ansiedad racial generada entre la clase trabajadora por los intensos debates acerca de la emancipación de los esclavos y el lugar de estos en una sociedad y economía post-esclavista. Durante esta misma década, trabajadores sonorenses también participaron en la minería del sur de Arizona, caracterizada por una rígida estructura ocupacional y escala salarial racialmente determinada. Las prácticas discriminatorias en contra de los chinos reforzaron un sentido común racial articulado alrededor de la aceptación por parte de los mexicanos de una posición intermedia en una jerarquía laboral-racial cuyos niveles superiores eran ocupados por “anglos,” mientras que negros, chinos e indios eran relegados a los niveles más bajos. En estas circunstancias, las justas y reales preocupaciones con relación a los bajos salarios y la falta de empleo se expresaron metafóricamente en el denominado “problema amarillo.” Concepción en la cual el trabajador chino era considerado como un individuo dócil y servil, cuya extremada frugalidad determinaba el bajo costo de su reproducción laboral y por lo tanto su conformidad con un bajo salario. Conceptos y percepciones que no sólo alimentaron la ideología de las tempranas organizaciones obreras de las que también participaban trabajadores mexicanos sino que además influyeron también sobre las propias organizaciones políticas nacionales. Fue ese el caso del Partido Liberal Mexicano, organización de bastante arraigo entre los trabajadores mexicanos fronterizos, cuyo programa del año de 1906 incluía un tajante rechazo a la inmigración china precisamente sobre la base de estos mismos argumentos.23

Hacia fines de la década de 1870, estas actitudes y percepciones configuraron un complejo y difuso, pero sobre todo retórico sentimiento antichino que salvo casos excepcionales, se expresaba generalmente a través de la broma, el insulto ocasional, o el comportamiento prejuiciado.24 Actitudes que, galvanizadas por el debate mexicano acerca de la conveniencia –o inconveniencia—de la inmigración china, así como por la restricción estadounidense a la fuerza laboral china de la década de 1880, tomaron un giro más explícitamente racista. Por otra parte en Sonora, la frustración de su élite como consecuencia de sus fallidos intentos de civilización y proletarización de los yaquis dio lugar a una actitud de rechazo a toda inmigración juzgada inapropiada a sus expectativas de progreso y desarrollo. Como lo sugiere Gómez Izquierdo, estas actitudes crearon las condiciones para el surgimiento de un primer impulso antichino que se anticipó en por lo menos dos décadas a la existencia de una significativa comunidad asiática en el país.25 Impulso promovido sobre todo desde las páginas del periódico “El Tráfico”, vocero de la elite comercial sonorense asentada en el puerto de Guaymas, en cuyos artículos y editoriales se esbozaron los principios rectores del antichinismo sonorense.

Para “El Tráfico,” como también lo fue para los plantadores del sureste y sus promotores en la ciudad de México, la inmigración china constituía un “mal necesario” para el “desarrollo material” del país. Según uno de sus editoriales, debido a sus “maravillosas cualidades de fortaleza, resistencia y adaptabilidad,” y sobre todo porque “labora día y noche, es parco en el comer y tiene la facultad acumulativa del insecto”, el trabajador chino era el más apropiado para el trabajo manual en aquellas regiones de condiciones ambientales extremas y difíciles. De allí que –advirtió cautelosamente el redactor–, la presencia china debería restringirse exclusivamente a los lugares de mayor escasez de mano de obra y donde, debido a la insalubridad del clima, se hacia difícil atraer inmigrantes europeos26. Otro articulista consideró a los trabajadores chinos “más a propósito para hacer progresar ciertas regiones insalubres de la Republica como Tehuantepec [...], y nada más [el subrayado es nuestro]”. Su presencia en el país empero debería restringirse exclusivamente al ámbito laboral ya que, según este mismo artículo, la raza china sufría de una inherente “degeneración física y estética.” 27 En contraste, debido a su reputada habilidad para las industrias, sobriedad y “extraordinaria” capacidad de asimilación, los japoneses eran considerados más aptos para establecerse en el país con todos los derechos y prerrogativas concedidas a otros grupos inmigrantes. Se les consideraba superiores a chinos, negros e irlandeses. Esta más benévola actitud racial hacia los japoneses fue articulada en primer lugar a través de la creencia de la existencia de un ancestro común entre japoneses, egipcios e indígenas mexicanos. De otro lado la restauración imperial Meiji iniciada en 1868 y sus esfuerzos por modernizar el estado, la sociedad y economía japonesas bajo lineamientos democrático-liberales y capitalistas, así como su homogeneidad cultural y racial, suscitaron la admiración de las elites porfirianas. 28

La interdependencia entre desarrollo económico, problema nacional y cuestión racial en la visión de progreso articulada por “El Tráfico” fue claramente esbozada en un editorial saludando el advenimiento del año de 1900. En primer lugar el editorialista apunto que con la intervención estadounidense en China y las Filipinas, “la apertura del Oriente” era un hecho inevitable que tendría efectos económicos favorables para “la cuenca del Pacífico”. Más específicamente éste señaló que el crecimiento de California así como la colonización de Alaska ofrecían inmejorables oportunidades para la expansión de la actividad exportadora de Sonora de la cual se beneficiaría sobre todo el puerto de Guaymas. Objetivos cuyo cumplimiento –continuó “El Tráfico”–, demandaban sobre todo la definición del “problema nacional” identificado simultáneamente como “un problema de evolución racial” y de “civilización”. Respecto a este último punto señalo la imperiosa necesidad de no repetir el fracasado intento de “afrancesamiento” propugnado por las élites en el poder durante la Intervención. Propuso más bien que México “fuese independiente en su manera de ser política y social, ya que –según reconoció el autor–, esta independencia era poco menos que imposible en “el sentido económico.” En cuanto a la definición racial, consideró que la mayor amenaza la constituía la “invasión chinesca” cuya “vanguardia” había hecho de Sonora “la cabecera de playa” desde donde se esparcirían hacia el resto del país. 29 Según “El Tráfico”, la solución de este problema de “evolución racial” era un asunto de “vida o muerte” para el porvenir de México como estado-nación moderno. Si bien en otro articulo se reconoció la existencia de una “franca decadencia o degeneración racial,” tanto entre blancos como entre mestizos, enfáticamente también resalto que ésta condición “era más acentuada en el centro de la república” mientras que era “menos marcada en la región fronteriza”. Siendo el mestizo producto de “dos razas fisiológicamente débiles” –argumentó El Tráfico–constituía “una raza moralmente enferma” en cuyo “descenso fisiológico y sicológico” había arrastrado a la nacionalidad mexicana hasta su decadencia. Si bien –prosiguió—muchos indígenas, sobre todo en el Norte, mantenían su pureza racial, su simultanea y obstinada resistencia a la civilización neutralizaban la vitalidad atribuida a esta condición. 30

Como solución a tan crucial problema “El Tráfico” consideró central la promoción de la inmigración de “razas fuertes,” en especial la “germánica o teutónica” por tratarse supuestamente de “una raza de exuberante vitalidad y de energías”, pero sobre todo porque eran de gran “capacidad asimiladora”31. Medida que debería complementarse con la repatriación de los yaquis y la prohibición de la inmigración china. El hecho que ésta ultima la conformaran mayoritariamente hombres constituía según “El Tráfico” una amenaza a la integridad nacional. Así categóricamente señaló que la unión de chinos con mujeres de “nuestras ínfimas clases” no prometía “el tipo de raza del porvenir […] que reclama nuestro país […] y las aspiraciones de la nación.” Aseguró en cambio que estas uniones darían lugar a “un tipo de nueva raza más degenerada aun que nuestras castas indígenas abyectas (sic) por naturaleza.” Situación que daría lugar –aseguro en otro artículo–, a la desaparición “del patriotismo inherente al pueblo mexicano”, debido a que “el producto de ese maridaje asqueroso del chino y del indio”, supuestamente recibiría “la herencia de los vicios y degeneración” de ambas razas.32

En su afán progresista y patriótico “El Tráfico” también incorporó en su discurso los racializados presupuestos de la emergente disciplina de salubridad pública en cuyo origen se entrelazaron inquietudes sanitarias con actitudes anti-inmigratorias. De esto se derivó la consideración del chino como portador innato de una serie de enfermedades contagiosas, que en combinación con sus reputados “desaseo y miseria” lo convertían en un peligro a la salud pública.33 Según éste como consecuencia del incesante comercio entre China y el puerto de San Francisco y entre éste y el de Guaymas, Sonora se habría convertido en la puerta de entrada de terribles enfermedades.34

Las propuestas anti-chinas de El “Tráfico” no lograron empero mayor acogida entre la población sonorense salvo entre algunos cuantos individuos. A su convocatoria de inicios de 1899 para la organización de una “cruzada contra los chinos” sólo respondieron algunos periodistas, comerciantes al menudeo, cocheros y dependientes de tiendas de abarrotes. Su petición a las autoridades públicas, demandando la implementación de legislación antichina no tuvo mayor recepción como tampoco la tuvieron sus llamados a boicotear los negocios chinos.35 A pesar de no haber logrado la adopción de legislación ni mucho menos el establecimiento de organizaciones antichinas, en la prédica de “El Tráfico” se esbozaron los mecanismos discursivos sobre los que más adelante tomaría forma la retórica que más adelante daría sustento emotivo e ideológico al movimiento antichino sonorense. En primer lugar a través de la inscripción del chino dentro del polarizado y exclusionista modelo de desarrollo material e histórico, determinado por la dicotomía civilización y barbarie. En segundo lugar mediante la incorporación de la lucha antichina dentro de la trayectoria patriótica regional en la cual Sonora era considerada como primera línea de defensa en la protección de la integridad y el honor nacionales. Si bien estas ideas no dieron lugar a movimientos o acciones antichinos, si lograron sedimentarse en el imaginario cultural y repertorio político regionales. Así por ejemplo, las demandas de prohibición de la inmigración china y de los matrimonios mixtos fueron incorporadas dentro de los programas políticos de agrupaciones como el Club Democrático Sonorense, del cual fue secretario Plutarco Elías Calles.36

La indiferencia de la población sonorense ante la agresiva e insidiosa predica antichina de “El Tráfico” estuvo relacionada con la naturaleza misma de las actividades de la comunidad china concentrada sobre todo en el comercio y servicios. La interacción cotidiana entre chinos y sonorenses dio lugar a la emergencia de espacios transculturales en los cuales se forjaron lazos de solidaridad, reciprocidad e intercambio. El bajo precio y abundancia de los platos en los denominados “cafés de chinos” desarrollo entre las clases populares el gusto por la comida china. Dada el escaso numero de médicos y centros hospitalarios, los “médicos” tradicionales chinos, eran bastante apreciados y respetados. Por sus bajos precios y sistema de venta a crédito, las pequeñas tiendas y vendedores ambulantes chinos eran favorablemente recibidos sobre todo en las poblaciones más apartadas. En el ámbito urbano la introducción de mercancías y productos estadounidenses diversificó y abarató el consumo, a la vez que socavó el monopolio comercial que desde mediados del siglo diecinueve mantenía en el estado un pequeño grupo de comerciantes mexicanos y extranjeros, franceses sobre todo, establecidos en el puerto de Guaymas. Estos mismos comerciantes chinos además importaban la loza, tapices y muebles, atesorados por la emergente burguesía sonorense como signo distintivo de lo que Tchen denomina como la “cultura de distinción”, a través de la cual esta clase en formación hacia gala de su cosmopolitismo y modernismo37. La participación de las agrupaciones de la comunidad china en festividades públicas a través de elaborados “arcos conmemorativos” –como ocurrió durante la visita de Ramón Corral a Sonora el año de 1905–, o de fastuosos carros alegóricos durante los desfiles de carnavales del puerto de Guaymas y de la capital de Hermosillo, era recibida con bastante admiración por parte de la población en general.38. En estas circunstancias, las expresiones y formas más radicales y recalcitrantes de antichinismo se restringieron al discurso y la propaganda. Si bien predominaron las posiciones indiferentes o moderadas, estas no estuvieron libres de percepciones y sentimientos raciales pero que se expresaban sobre todo de forma retórica y pasiva. En su conjunto, estos sentimientos y actitudes constituyeron lo que en su artículo pionero sobre el movimiento antichino Cumberland denominó como “animosidad inactiva”. La transformación de estos sentimientos en un activo y militante antichinismo será producto de la confluencia entre las críticas condiciones materiales de las décadas de 1920 y 1930, con la emergencia de un movimiento político y social antichino fermentado además por una cambiante estructura de sentimientos, auspiciada por las reformas implementadas por la denominada “generación sonorense” en el ámbito estatal durante las gubernaturas de Calles y de De la Huerta.



Xenofobia, callismo y antichinismo organizado

Los ataques en contra de individuos y la destrucción de bienes propiedad de extranjeros durante los años de desorden revolucionario (1910-1919) han sido generalmente interpretados como expresión de un supuesto nacionalismo inherente a “la revolución”. Sin embargo, un análisis más cuidadoso de la naturaleza y modalidades de estos ataques develan motivaciones más complejas. En su estudio de las relaciones entre México y los Estados Unidos A. Knight señala que durante la década de desorden revolucionario, las agresiones en contra de estadounidenses estuvieron motivadas fundamentalmente por consideraciones clasistas y no por la condición racial de los agredidos.39 Así pareció haberlo entendido Alexander Dyer, cónsul estadounidense en la población fronteriza de Nogales, quien –en contradicción con cierta prensa alarmista en su país–, reportó a la Secretaría de Estado en Washington, la existencia de “grandes sentimientos de amistad” entre las dos poblaciones fronterizas. Los cuales eran más evidentes –prosiguió– entre las familias “más prominentes” de ambos lados de la frontera, interrelacionadas a través de negocios, amistad y matrimonio. Sin embargo, también advirtió sobre la tensa situación en el centro minero de Cananea, donde el conflicto entre mexicanos y americanos era más frecuente debido sobre todo “a la naturaleza del conflicto entre capital y trabajo”. Por su parte, desde Hermosillo, el cónsul Louis Hostetter desmintió cuan falsos los rumores que circulaban en la Ciudad de México acerca de un supuesto ataque con piedras al consulado estadounidense en la capital del estado. Reafirmó además que no se habían dado ninguna clase de manifestaciones de esta naturaleza y que “[en Sonora] solamente existen los mejores sentimientos entre mexicanos y americanos”. En el caso de estadounidenses que perdieron la vida en enfrentamientos se trató generalmente de individuos con antecedentes de comportamiento abusivo y prepotente; sujetos que se enfrentaron a sus atacantes con armas de fuego; o viajeros que perdieron la vida por acción de bandoleros. Situaciones en las cuales el aspecto étnico-racial fue evidentemente circunstancial.

Similares actitudes mantuvieron los gobiernos sonorenses emanados de la Revolución, quienes guardaron una actitud bastante cautelosa ante las grandes empresas mineras norteamericanas, circunscribiendo sus acciones exclusivamente a las relaciones laborales. En este aspecto la intervención estatal apuntaba a corregir los abusos, sobreexplotación y discriminación de la que eran objeto los trabajadores mexicanos por parte de empresarios y capataces norteamericanos, sin cuestionar en ningún momento el carácter imperialista de la presencia de las grandes empresas estadounidense en el país. En éste sentido, la política de los gobiernos revolucionarios sonorenses respecto a los intereses de los capitales estadounidenses, respondía más bien a un patriotismo político preocupado por la soberanía y autonomía de los mexicanos.40 Si bien otros dispositivos como la creación de Cámaras Obreras apuntaba a la fiscalización de los intereses del capital, éstas tuvieron corta existencia y nunca se llegaron a implementar a plenitud. Se trató más bien de un hecho excepcional que la expresión de una consistente, y conciente, política de nacionalismo económico.41

A diferencia de los estadounidenses, los chinos sufrieron un mayor número de ataques, cuyo examen no deja duda en torno a sus motivaciones xenófobas y racistas42. Así por ejemplo, las manifestaciones del 28 de mayo de 1911 en Hermosillo, dirigidas en contra de prominentes porfiristas, se continuaron con el saqueo y destrucción de establecimientos comerciales y viviendas de algunos comerciantes chinos. Durante la insurrección sonorense en contra del régimen contrarrevolucionario de Victoriano Huerta, partidas rebeldes robaron y victimaron a comerciantes chinos en Minas Prietas, Nogales, Cananea y Torin. En febrero de 1914 las manifestaciones populares en contra de la abusiva conducta de supervisores y funcionarios estadounidenses de la Cananea Consolidated Cooper Company, terminaron con el ataque y destrucción de establecimientos comerciales chinos. Un año más tarde, en el centro minero de Nacozari, turbas enardecidas saquearon todos los negocios chinos y sus propietarios fueron obligados a desfilar desnudos por las calles. Durante los cruentos enfrentamientos del año de 1915, entre las fuerzas combinadas de Francisco Villa y del gobernador sonorense José Maria Maytorena, en contra de las tropas Constitucionalistas, los chinos sufrieron ataques de ambos bandos. Tropas villistas saquearon comercios chinos y golpearon a sus propietarios en Cumpas, Fronteras, Moctezuma y Arizpe. El retiro de las tropas de Maytorena del poblado fronterizo de Agua Prieta fue acompañado de un saqueo generalizado de negocios chinos y de la muerte de por lo menos dos comerciantes. Similar suerte corrieron los negocios chinos en Nogales y Cananea. En los poblados del sur del estado yaquis impagos al servicio del ejército constitucionalista saqueaban con frecuencia tiendas y negocios chinos. En enero de 1915 fueron desvalijados la totalidad de los establecimientos chinos en Cócorit y en la vecina estación Torres. En el puerto de Guaymas numerosos establecimientos sufrieron el ataque de turbas populares. El descontrol de las manifestaciones de protesta en contra del comercio y presencia china en la ciudad capital de Hermosillo obligó a las autoridades a declarar estado de sitio. Además de turbas y manifestaciones, también se reportaron apedreamientos, “dinamitazos” e incendios dirigidos tanto a los negocios como las viviendas de chinos. Otras formas más personalizadas de agresión la constituyeron las humillaciones públicas como el desfile de individuos desnudos, corte de coleta y apaleamientos en las cuales su lenguaje, cultura, religión, condición racial e indumentaria también fueron objeto de burla y desprecio. La motivación de estas acciones parece haber obedecido al mismo “odio de razas” que, según el comisionado del presidente Madero, encargado de la investigación de la masacre de Torreón de mayo de 1911, alimentó las acciones que culminaron con la muerte de 303 chinos43. En Sonora sin embargo, la mayoría de los incidentes antichinos ocurrieron de manera más o menos espontánea o circunstancial, y estuvieron protagonizados por turbas y multitudes conformadas de hombres –y algunas mujeres–, provenientes principalmente de los sectores populares urbanos. La transmutación de esta animosidad antichina en un movimiento social y político organizado, será producto de la interacción entre las acciones de un núcleo de “intelectuales orgánicos” antichinos y los esfuerzos políticos y culturales del constitucionalismo sonorense por generar una nueva normalidad revolucionaria luego de la derrota del villismo.

Derrotado el villismo luego de una cruenta campaña, Sonora –como el resto del país—debió de enfrentar una desastrosa situación económica. La confluencia de los efectos de ésta con el programa de reformas, y la retórica jacobina del callismo, creó las condiciones anímicas y culturales favorables para el surgimiento de un movimiento antichino organizado. La simultánea ocurrencia de hiperinflación, carestía y desempleo dio lugar a una situación insostenible, agravada por la destrucción de la ganadería, el abandono de los campos, la paralización de la minería y de la actividad ferrocarrilera. A esta difícil situación se agregó la sucesiva presentación entre 1916 y 1918 de epidemias de viruela, sarampión, tifo e influenza, que acabaron con gran número de vidas en el estado. Bajo estas condiciones el espíritu levantisco que movilizara a grandes sectores de la población en contra de la reacción huertista, dio lugar a un estado de ánimo en el que predominaban la apatía, la resignación y el hartazgo con la guerra.44

En estas circunstancias Plutarco Elías Calles asumió sus labores como gobernador de Sonora (1915-1916 y 1917-1919) decidido a “reformar desde el origen” las que en su consideración constituían las fuentes de los males que aquejaban a su estado natal. Animado por una tradición jacobina y desarrollista, Calles se propuso la radical transformación del estado y sus habitantes mediante la creación de un amplio sistema educativo, la prohibición de la fabricación y consumo de bebidas alcohólicas, la restricción de la influencia del clero, el desarrollo de proyectos de irrigación y la consolidación de la propiedad rural individual. Durante su administración se privó asimismo de la ciudadanía a “las tribus errantes [Seris] y a las de los ríos Yaqui y Mayo” entretanto conservaran “la organización anómala que hoy tienen en sus rancherías y pueblos”. Más aún, su Ley Orgánica de Gobierno y Administración contempló la creación de “barrios especiales” donde debería concentrarse a la población china para restringir su contacto con la población sonorense como medida de previsión moral y sanitaria. Argumentando la necesidad de proteger las fuentes de trabajo de la mujer sonorense ante la competencia china en ocupaciones como la de lavado y planchado de ropa, su sucesor Adolfo de la Huerta prohibió la inmigración china a Sonora.45 Así, mientras las reformas constitucionalistas generaron una atmósfera política y cultural compatible con los propósitos del antichinismo de “mejorar la raza”, la crisis económica, demográfica y sanitaria crearon una angustiada audiencia, desesperada en la búsqueda de solución a sus problemas más cotidianos.

El 5 de febrero de 1916 en la Villa de Magdalena, bajo el liderazgo de José María Arana y de Serapio Dávila, un grupo de profesionistas y empresarios en pequeño, formaron una denominada Junta Comercial y de Hombres de Negocios con el objetivo de lograr “la extinción del comerciante asiático” cuya presencia –según la hoja volante anunciando su creación–, perjudicaba sobre todo a la juventud hermosillense que “al salir de las escuelas tiene que emigrar en busca del trabajo que les niega el chino”. En su condición de representante y portavoz del grupo, Arana –empresario en pequeño, exmaestro de escuela, agente comercial y ocasional periodista–, se entrevistó con el entonces gobernador Plutarco Elías Calles, quien según sus remembranzas le ofreció su “ayuda moral y efectiva” para la que calificó de una “labor patriótica y razonada”46. Fue precisamente Arana quien en un discurso pronunciado el 29 de abril de 1916 en Cananea, hizo un llamado a la creación de un movimiento de gran alcance político y envergadura nacional, del cual también esbozó sumariamente sus principios fundamentales y sus objetivos estratégicos. Consideró el momento como el más oportuno para emprender una tarea de tal naturaleza pues, según sus propias palabras, con la Revolución había “sonado la hora de la redención”. Asimismo elogió la labor del gobernador Plutarco Elías Calles por su dedicación a la búsqueda de solución “a los problemas más complicados para el progreso intelectual y material del pueblo de Sonora”. Sin embargo –prosiguió–, todavía se mantenía sin solución aparente “un legado funesto de la nefanda dictadura,” esto es el del “pestilente y nauseabundo chino,” cuya presencia e intereses económicos -- señaló -- se encontraban “arraigados profundamente en las arterias del organismo social”. Continuó su discurso analizando uno por uno los que consideró como los efectos negativos de la presencia de la “insaciable hidra amarilla” en México y en Sonora en particular.

En resumen, y manteniendo el mismo orden que siguió en su presentación, Arana señaló nueve consecuencias negativas de la presencia china en México: (1) los chinos “corrompen el espíritu nacional mexicano ya sea casándose con las mexicanas, ya prostituyéndolas por medio del trato comercial que tiene con ellas desde niñas”; (2) diariamente “los chinos defraudan los impuestos sobre las ventas”; (3) para gozar de impunidad, los chinos “cuotizan (sic) mensualidades a las autoridades jurídicas y policiales de los pueblos”; (4) los chinos padecen de terribles males contagiosos, tales como el tracoma, berry-berry (sic), tuberculosis, exema (sic) e infinidad de enfermedades cutáneas”; (5) los chinos sólo “ocupan dependientes de su misma nacionalidad”; (6)“Los chinos se han adueñado del comercio, de la agricultura, de la industria, y hasta de los negocios más pequeños”; (7) “Los chinos se embriagan, juegan y toman opio noche a noche, contraviniendo nuestras leyes terminantes”; (8) “Los chinos viven aglomerados en las casas, con grave lesión de la higiene y la salubridad publica”; y finalmente, (9) “Los chinos son enemigos acérrimos del partido constitucionalista [...]”47.

Recurriendo a estereotipos y metáforas raciales antiasiáticas de uso corriente, en simple pero convincente estilo, Arana relacionó la presencia china con cada una de las fuentes de zozobra, angustia e incertidumbre que afectaban a la población sonorense. Encabezo la relación de Arana un problema de naturaleza racial/patriótica, en sus dos siguientes puntos hizo referencia a ofensas en contra de la autonomía y autoridad del estado nacional, en cuarto lugar –así como en el octavo– apunto asuntos relacionados a la higiene y salubridad públicas, y el séptimo abordo un problema de orden moral. Sólo en los puntos quinto y sexto hizo referencias a problemas esencialmente económicos y, finalmente, en el último punto identifico la presencia china con el porfirismo. También es de resaltar su extremadamente sexista retórica mediante la cual se le daba contenido y significado de genero a la política e historia sonorense. Sexismo alimentado tanto por el código del honor masculino inherente a la ideología fronteriza sonorense, así como por la ansiedad sexual generada por el desbalance de géneros, ocasionado por la participación masculina en la lucha revolucionaria y el aumento de las relaciones amorosas entre chinos y mujeres mexicanas. La ubicuidad, persistencia y atracción del antichinismo sonorense descansaron precisamente sobre este complejo e interrelacionado conjunto de motivaciones, entre las cuales lo racial mantenía su propia especificidad y autonomía. Condición de la cual dio cuenta un intelectual antichino en sus comentarios acerca de la presencia estadounidense en Sonora vis-a-vis la presencia china. Según éste, si bien “la americanización” constituía “una amenaza terrible de orden económico, la chinización [era] mil veces más peligrosa”, debido a que no se trataba “solamente de un problema puramente económico sino también racial y de salubridad”. Mientras que a “través de poderosas industrias” –prosiguió el comentarista citado–, “la acción del capitalismo yanqui” proporcionaba un salario para los peones mexicanos, en cambio la presencia china semejaba “una enfermedad incurable [...] que lentamente consume los organismos de la vida nacional”48.

La segunda parte de su discurso la dedicó Arana a la definición del espacio político-ideológico del antichinismo y a la presentación de su fórmula prescriptiva para la resolución del “problema chino”. Dio inicio a ésta proponiendo la reformulación de la frase “El clericalismo: he aquí al enemigo”, que atribuyó al revolucionario francés Mirabeau, por la de “El amarillismo chino: he aquí el enemigo”. A través de esta equivalencia entre la autonomía estatal y la problemática racial, Arana estableció la centralidad y preeminencia política de esta última en su proyecto ideológico. Sus invocaciones a Hidalgo, Juárez y Madero buscaban además la inscripción retórica de los objetivos patrióticos-raciales de su movimiento dentro de las tradiciones políticas del liberalismo radical mexicano cuya expresión más popular y recurrida la constituía el anticlericalismo.49 La insistencia liberal en el papel retrógrado de la Iglesia y en su obstaculización a la creación de nuevos sujetos modernos, cultos y racionales, encontró paralelo en la consideración que en su discurso dio Arana a “la raza maldita” cuya progenie –producto de su unión con “malas mexicanas”–, conformada por individuos “débiles, raquíticos, enfermizos, sin espíritu y sin patriotismo,” conduciría en última instancia a la “degeneración nacional”. De allí su propuesta de la necesidad imprescindible de dar solución al “problema chino” como requisito necesario para “la salvación del Estado”, tarea patriótica que demandaba de la “solidaridad inquebrantable” de todos los mexicanos, y que en su realización debería recurrirse “a todos los medios que se encontraran al alcance”. Para el efecto propuso la creación de “sociedades de obreros” que organizadas bajo los principios de “unión, solidaridad y proteccionismo”, se fijaran como objetivo el aislamiento total del chino. También sugirió la prohibición de todo contacto entre chinos y mujeres mexicanas y el boicot a los establecimientos propiedad de asiáticos. Finalmente entre vivas a Calles y al constitucionalismo, convocó a la acción conjunta del pueblo y de sus autoridades en la aplicación de las medidas antichinas.50 Fue precisamente esta asociación con las tradiciones liberales más populistas y radicales, inscritas dentro de las propias tradiciones patrióticas regionales sonorenses, y con las que también se identificaba el constitucionalismo estatal, la que facilitó la aceptación y propagación del antichinismo. Así, Serapio Dávila –maestro de escuela y brazo derecho de Arana–, en conferencia ante pobladores de Cananea, señaló que “la propaganda antichina” no corría “detrás de fantasmas” sino que más bien se encontraba motivada por los mismos principios establecidos en la Constitución de 1917. De allí su convicción en el rol central que debería cumplir el estado ante el “problema chino.” En este sentido puso de manifiesto su confianza de que “las Cámaras de la Unión y el Congreso Sanitario” pronto decretarían “las leyes orgánicas que detengan la ola amarilla”51.

Similares entendimientos y expectativas también se pusieron de manifiesto en las numerosas cartas enviadas a Arana por sus seguidores y simpatizantes. Así, A.B. Salazar –periodista, poeta aficionado de Cananea, autor de un popular “Himno Antichino”, ocasional colaborador de “ProPatria” y años más tarde líder antichino–, consideró la campaña antichina como una acción “patriótica” tan importante como la campaña antialcohólica iniciada en Sonora por Plutarco Elías Calles el año de 1916. La incluía además dentro de una supuesta y más amplia “guerra intelectual” emprendida por Calles con el propósito de develar la “oscuridad” implantada por el porfirismo y que reforzada por “los clérigos criminales”, constituía el impedimento para que “el cerebro se revelara de manera viril y conciente.” Para Reinaldo Villalobos, propietario de una farmacia en Culiacán (Sinaloa) y miembro de su Junta Nacionalista en Defensa de la Raza, la lucha contra “el elemento amarillo” era indispensable para la “defensa de los intereses del país y el mejoramiento de su propia raza.” Más aun este también considero “un deber nacional aplastar al chino” con el propósito de “elevar el ánimo nacional”. El “Himno patriótico” compuesto por el antes mencionado Salazar, llamaba a “[…] oponer prepotente los derechos de Hidalgo y de Juárez” en contra del chino “que es estorbo y barrera muy grande para hacer a la patria feliz”52.

Otro de los aspectos del discurso antichino de mayor resonancia fue su sexista y clasista representación de la mujer sonorense –sobre todo de aquellas de origen más humilde– como el vehículo a través del cual el chino penetraba y contaminaba el organismo social nacional. En la correspondencia recibida por Arana también abundaron las congratulaciones por su actitud “patriótica y varonil”. De la misma forma las uniones e incluso la socialización entre chinos y mexicanas también fueron motivo de escándalo y preocupación. Casi sin excepción cada edición de “ProPatria”, periódico dirigido por Arana que inició su circulación en julio de 1917, contenía una o varias cartas denunciando estas asociaciones. Así Micaela Dorado, empleada del servicio de correos en Magdalena, señaló “la gran pena y vergüenza” que le provocaba que un oficial del ejército socializara públicamente con “hijos de Confucio”, siendo que de acuerdo a su posición deberían “guardar inmaculado el honor nacional”. Marcos Coronado, trabajador de Hermosillo, también se manifestó “vergonzoso y triste de ver por ahí a nuestras mujeres mexicanas con sus amasios chinos”. Marcos García, “repugnado e indignado” al presenciar conversaciones e intercambio de bromas entre chinos y trabajadoras mexicanas durante su visita a una fábrica de cigarros en Guaymas, preparó una nota periodística que remitió a Arana como colaboración para su bisemanario. La larga misiva de un “urense anónimo” con lujo de detalles daba cuenta de un sinnúmero de relaciones entre funcionarios públicos y mujeres sonorenses con chinos radicados en la antigua capital del estado. En lenguaje bastante soez y grosero, hizo recaer sobre las mujeres la responsabilidad de tales relaciones y pidió se les aislara socialmente, mientras que para los funcionarios públicos hombres solamente demando “una drástica sanción” por su “falta de decoro e independencia”53. Actitudes motivadas primariamente por una suerte de terror estético y patriótico –articulado por Dávila en su conferencia de Cananea–, que provocaba entre los hombres sonorenses “la aparición de mexicanitos de ojos torcidos, pálidos y tísicos” producto de las “uniones clandestinas de los confucios con nuestras humildes mexicanas, que ante el expectro (sic) de la miseria” se “prostituían por los kilos de café de los abarroteros chinos.” Actitud sexista de raíces culturales profundas arraigadas, como lo sugiere Ana María Alonso, en la ideología del honor e identidad masculinas, que daban forma al sistema patriarcal fronterizo.

Actitud alimentada por la ansiedad genérica-sexual ocasionada por el desbalance demográfico entre la población masculina y femenina durante la década de 1910-1920. Fenómeno producto de las bajas sufridas durante la lucha revolucionaria, la migración de gran número de hombres hacia los Estados Unidos debido a la crítica situación económica estatal, y la participación de gran número de sonorenses en el ejército y administración constitucionalistas. Circunstancias en las cuales las relaciones entre chinos y mexicanas, así como la presencia de su descendencia interracial, se hicieron más visibles y evidentes. Así, hacia fines de 1916, el presidente municipal de Caborca reportó una reducción de la población masculina del orden de un cincuenta por ciento54. Magnificada además por la ausencia de mujeres china la presencia masculina china condujo inevitablemente a una mayor relación entre estos y las mujeres sonorenses. Como el elemento más dinámico en la actividad comercial al menudeo, ya sea como tenderos, abarroteros o vendedores ambulantes, o como empleadores de fuerza laboral sobre todo femenina en sus lavanderías, y fábricas de calzado, ropa y cigarros, los hombres de negocios chinos establecieron relaciones y contactos cotidianos con las mujeres sonorenses. Sin la presencia de padres, esposos o hermanos vigilantes, las mujeres sonorenses gozaron de una mayor independencia y autonomía que se profundizó a medida que se prolongó la ausencia masculina. En este sentido, la retórica machista del discurso antichino estaba dirigida tanto a proteger la “pureza racial,” como a restaurar el rol tradicional de la mujer tímida, sumisa, obediente y confinada al ámbito del hogar y de paso a reponer los vapuleados principios de valor, virilidad, autonomía y superioridad socavados durante los años de desorden revolucionario y crisis económica. Según éste discurso la supuesta debilidad física y moral femeninas eran las responsables de la penetración, metafórica y literal, de los devaluados genes y perversas costumbres chinas. De allí los duros, ofensivos y vulgares calificativos dirigidos en contra de las mujeres en la retórica antichina de otro lado recargada de representaciones y significaciones de género. En los corridos, bromas e historias apócrifas propagadas oralmente o reproducidas por la prensa antichina abundaban las representaciones de la mujer como traidora a la raza, a la patria y al honor masculino mexicanos55.


Antichinismo, regionalismo y nacionalismo revolucionario

La trayectoria del antichinismo no estuvo empero confinada dentro del ámbito regional sonorense, de su historia y su cultura. Su trayectoria política estuvo también galvanizada por las transformaciones sociales y culturales generadas en la atmósfera de desorden revolucionario que acompañó a las rebeliones populares en contra del ancien régime porfirista y la contrarrevolución huertista. El rol central jugado por las clases populares durante la década insurreccional de 1910 dio lugar a la reconsideración por parte de las élites políticas e intelectuales, del rol de estas en la cultura, historia e identidad nacional mexicanas. En consecuencia se produjo una reivindicación y celebración del legado cultural e histórico de la cultura indígena sin precedente en la historia mexicana. Al mismo tiempo que desde el estado mediante los estereotipos y el folklorismo se intentaba unificar la diversidad puesta en evidencia precisamente por la misma revolución, la cultura popular a la vez que glorificaba al mestizo tambien denigraba al chino a traves de canciones, obras teatrales y poemas satíricos.56 A pesar de la fuerte presencia del indigenismo, como de su contraparte el hispanismo, tanto en los debates intelectuales como en la cultura popular de los años veinte, “la mestizofilia” o “la mitificación del mestizo” avanzó “a pasos agigantados”57. Más aún, bajo el régimen posrevolucionario el mestizaje fue adoptado como vehículo de construcción de la comunidad política de individuos, racial y culturalmente homogéneos, prescrita por las nociones del estado-nación moderno.58

De otro lado, el rol protagónico jugado por la denominada “generación sonorense” durante la etapa de la insurrección y régimen constitucionalista, y sobre todo a partir de su victoriosa rebelión de Agua Prieta, no sólo los colocó en una posición hegemónica, sino que también al mismo tiempo dio lugar a una rearticulación de las percepciones y sensibilidades que de estos tenían el resto de los mexicanos. Entendimientos y consideraciones que se alejaban de las presuposiciones de intelectuales que desde una perspectiva capitalina, como fue el caso antes señalado de Federico Gamboa, insistían en remarcar las diferencias –reales e imaginarias– entre Sonora y el resto del país. Insistencia que constituía parte de una estrategia discursiva dirigida a la creación metafórica de una insalvable distancia histórica y cultural –semejante a la física– entre la cultura y tradiciones del centro del país y las de sus regiones fronterizas norteñas. Sin embargo, la decisiva intervención de las tropas constitucionalistas al mando del general Obregón durante los inciertos años de 1915 a 1918, cuando la Ciudad de México en más de una ocasión sufrió la ocupación de los ejércitos campesinos de Villa y Zapata, coadyuvó a la reconsideración de los norteños –y sonorenses en particular– en el imaginario racial-nacional.

Así en el codificado lenguaje de la prensa de la ciudad de México durante esos álgidos años, la descripción de la indumentaria de los diferentes grupos regionales revolucionarios sirvió de vehículo para la asignación de significados, valores e interpretaciones raciales. Según Womack la descripción de la indumentaria zapatista, la insistente referencia a sus machetes y a su aspecto cobrizo o trigueño apuntaba a su naturalización como “raza inferior”. En contraste con las fuerzas zapatistas, compuesta de “surianos” vestidos “de manta y calzón,” los “buenos uniformes, chamarras y sombreros texanos” de los norteños sugerían la presencia de individuos racialmente superiores. 59 Mientras que a Zapata se le represento como “Atila del Sur”, a quien se le atribuía una “imaginación oriental” para torturar prisioneros y disidentes, Obregón fue percibido como su hombre blanco salvador cuya fisonomía se describió como semejante a la de Hernán Cortes. 60 De esta manera, los sonorenses se ganaron un lugar preferencial en las jerárquicas percepciones y entendimientos, que daban forma al sentido común racial de la época. Racialización que también alimento el furibundo anticlericalismo, celo reformador, puritanismo y arrogancia hacia las costumbres y tradiciones locales puestos de manifiesto por políticos y militares sonorenses que caracterizo su actuación como procónsules constitucionalistas o funcionarios aguaprietistas. Posiciones que generaron en la cultura popular una profunda actitud antinorteña, y antisonorense en particular.61

De este ambiguo entendimiento articulado por la simultánea tensión entre el rechazo de la cultura fronteriza norteña y la atracción hacia su reputado prototipo racial criollo-blanco dio cuenta nada menos que el propio José Vasconcelos. En el recuento de una de sus visitas al norte mexicano –sugerentemente titulada Barbarie adentro–, éste apuntó haberse sentido “extraño entre esta gente de pantalón pegado a la pierna, lazadores y vaqueros [...]” y cuyo género de vida le hizo preguntarse si éstos representaban realmente a la nación mexicana.62 Sin embargo, su denigración de la cultura norteña debido a su supuesto “barbarismo” y “apochamiento” no impidió su admiración a la hechura racial de sus habitantes. Así, en alguna oportunidad el mismo Vasconcelos describió al general Álvaro Obregón como un sujeto de “nula cultura.” A la vez que atribuyó el “natural y extraordinario talento” político y capacidad de estratega militar del caudillo sonorense, a “su apariencia robusta, frente despejada, piel blanca, ojos claros y altura encima del promedio” expresión de su “tipo criollo de ascendencia española”63.

Estas percepciones y entendimientos raciales también encontraron eco en los debates intelectuales y culturales contemporáneos acerca de la identidad nacional mexicana, las expresiones populares y los tipos raciales y culturales representativos del país y sus regiones. Polémicas y preocupaciones centradas alrededor del concepto del mestizaje inicialmente acuñado en el siglo dieciocho por el jesuita Francisco Javier Clavijero y que desde entonces se ha mantenido como una de las más perdurables tradiciones políticas y culturales mexicanas. Concepto que en su larga trayectoria se ha expresado a través de conflictivas y muchas veces contradictorias versiones e interpretaciones.64 Como concepto científico y filosófico la noción de mestizaje y su asociada idea y representación del “mestizo,” nunca han constituido un campo homogéneo sino que más bien han sido representados y conceptualizados de diferentes formas y maneras. Su legado más importante y perdurable al pensamiento político y al nacionalismo mexicanos consiste en haber convertido al mestizaje en el paradigma dominante de formación nacional y racial; así como el haber legitimado a mestizo como el símbolo indiscutible de la cultura e identidad nacional mexicanas. Durante la segunda mitad del siglo diecinueve las teorías de mestizaje se modernizaron y adaptaron ante las cambiantes demandas de un escenario internacional dominado por el lenguaje y la política del nacionalismo. Hacia fines del siglo diecinueve e inicios del siglo veinte las nuevas instituciones académicas establecidas durante el Porfiriato crearon inmejorables condiciones para la expansión del pensamiento positivista y del evolucionismo (desde Spencer y los neolamarckianos hasta Darwin) que alimentaron nuevas investigaciones y debates sobre “la cuestión social” y “el problema del indio.”65

Ambiente científico e intelectual en el cual se formaron tanto los intelectuales orgánicos porfiristas como los intelectuales de la oposición, entre los que sobresalió Andrés Molina Enríquez en cuyo idiosincrático paradigma se combinaban el darwinismo social con el legado intelectual del liberalismo radical mexicano. En la particular narrativa (y estrategia) de formación nacional de Molina, articulada sobre la lógica del principio de “la sobrevivencia del más apto,” el mestizo ocupaba un lugar central y preponderante. Siguiendo la mejor tradición liberal su modelo consideraba al latifundio como el “cáncer social” responsable de la servidumbre rural dominante en el campo mexicano, así como el mayor obstáculo al desarrollo de una sociedad democrática. Para reemplazarlo propuso un modelo de desarrollo agropecuario asentado en los rancheros mestizos a los que consideró como el paradigma del pequeño propietario progresista66. Según Molina, la preponderancia del mestizo “no se debió a su belleza, ni a su cultura, ni a los refinamientos de las razas de avanzada evolución”, sino más bien a “su incomparable adaptación al medio y por sus cualidades de su portentosa fuerza animal”67. Fue precisamente esta oposición al latifundio la que le valió a Molina Enríquez el encargo de redactar el artículo 27 de la Constitución de 1917. Siguiendo los lineamientos de Spencer, Molina también favorecía la creación de un régimen autoritario como única alternativa ante la inestabilidad inherente a la sociedad mestiza híbrida. En trabajos posteriores, realizados durante el régimen posrevolucionario, tomando en consideración las diferentes características ambientales, así como la “desigual distribución de los mestizajes” en territorio mexicano, acuñó el concepto de “distinciones geo-étnicas” sobre las cuales estableció una particular división estructural del territorio mexicano. División en la que reconoció la predominancia del norte “criollo” sobre el sur “indígena”, en contraste con un “centro” predominantemente mestizo, al que describió como en “perpetua lucha de razas”. Siguiendo ésta lógica estableció que por sus características étnicas los norteños eran más proclives a la política, mientras que los sureños se interesaban más en los problemas agrarios.68

A diferencia de Molina, Manuel Gamio, otro prominente e influyente intelectual revolucionario, recibió una educación formal como antropólogo bajo la mentoría del destacado académico estadounidense Franz Boas, crítico tenaz de la utilización del concepto de raza en las ciencias sociales y promotor de la idea del relativismo cultural. En su aplicación de estas ideas, Gamio también remarcó la centralidad del mestizo al mismo tiempo que resaltó la contribución indígena al desarrollo de la cultura mexicana. Al igual que Molina también se oponía furibundamente al latifundio, favoreciendo empero la redistribución de la tierra en forma colectiva, y la creación de una industria artesanal indígena.69 Su proyecto de nación implicaba no obstante –como lo sugiere el título de uno de sus más conocidos trabajos– la “forja de una nueva patria.”70 En su criterio el México realmente existente no cumplía con las cuatro precondiciones necesarias para hacer de éste un estado-nación moderno como lo eran Japón, Francia o Alemania. Sin una lengua y carácter comunes, sin una raza homogénea y sin una historia común, en su consideración México estaba aún por construirse. En su visión “la primera y más sólida base de nacionalismo” la constituía “la fusión de razas” sin la cual era imposible superar “las pequeñas patrias” que en su visión no sólo fragmentaban a México sino a toda América Latina71. Estrategia de formación nacional en la que Gamio contemplaba una “raza intermedia” –en la que resonaba el prototipo criollo-blanco norteño–, como el último estadio en el establecimiento de la “raza mexicana” y sobre la cual se sostendría un auténtico estado-nación. Objetivo que sin embargo debería tener presente las diferencias determinadas por la “heterogeneidad étnica” y el “grado de civilización” regionales. En aquellas zonas más atrasadas, como el Valle de Teotihuacan objeto de su legendaria investigación, su proyecto demandaba “la redención del indio” a través de programas culturales, económicos, sanitarios y nutricionales auspiciados por el estado. Programas cuyo objetivo final debería elevar la condición material y cultural del indígena hasta nivelar e incluso superar las de los criollos. El siguiente paso –en palabras de Gamio–lo constituiría “la fusión étnica de la población mexicana” y “su integración cultural en la verdadera patria” Para lo cual proponía que “se precipite la formación del mestizaje” mediante el aumento de la población blanca, “hasta que se igualen siquiera a las cifras del indígena”, mediante el asentamiento de “millones de inmigrantes seleccionados, desprovistos de prejuicios raciales”. De esa forma esperaba Gamio se terminaría con “el serio problema de la heterogeneidad” poblacional y cuyo producto sincrético a no dudarlo tendría mayores semejanzas con el “criollo-blanco”, que con los rústicos, mal nutridos, paganos y premodernos individuos de “civilización indígena y retrasada” que constituyeron el objeto de su estudio antes mencionado.72

Fue precisamente dentro de este complejo panorama político, cultural e intelectual determinado por las tensiones y contradicciones entre Sonora y el centro y entre su ideología fronteriza y el mestizaje revolucionario, que se dieron las condiciones para la expansión del antichinismo. Los objetivos raciales-patrióticos del antichinismo no sólo encontraron compatibilidad con el radicalismo anti-clerical, laicisismo educativo y puritanismo moralizador de las administraciones de Calles y De la Huerta, sino que, como discutiremos más adelante, sus principios y objetivos fueron incorporados al repertorio político cultural del estado posrevolucionario y su partido.73 De esta manera el discurso antichino se convirtió en uno de los elementos a través de los cuales se dejo vislumbrar –según expresión de Martínez Assad–, el “jacobinismo a la mexicana”, que distinguiría al nuevo poder que implantaría la “generación sonorense” luego de su victoriosa rebelión de Agua Prieta de abril de 1920.74 Al igual que otros notables gobiernos y movimientos regionales, Calles también estuvo animado por una compartida tradición jacobina, una intención desarrollista y una actitud racionalista y paternalista. Su programa se proponía la radical transformación del país y de sus habitantes a través de la reforma educativa, la prohibición de la fabricación y consumo de bebidas alcohólicas, restricción de las actividades del clero, proyectos de irrigación y la expansión de la propiedad privada75. De acuerdo al concepto de “revolución cultural” esbozado por Corrigan y Sayer en su estudio sobre el proceso de formación estatal británico, las instituciones y acciones propuestas por Calles buscaban dar cabida a formas aceptables de conducta y actividad social, y establecer nuevas identidades colectivas e individuales76. Fue precisamente con estas intenciones por ejemplo, que Calles rescindió la ciudadanía a “las tribus errantes y la de los ríos Yaqui y Mayo entretanto conserven la organización anómala que hoy tienen en sus pueblos y rancherías”, asimismo propuso la segregación de la población china en “barrios especiales” para restringir su contacto con la población como medida de previsión sanitaria y moral77.

Fue precisamente con el apoyo del gobierno estatal, y de Calles en particular, que José María Arana llevo a cabo su campaña proselitista de creación de comités antichinos en las principales poblaciones sonorenses así como la parte norte del estado de Sinaloa. También denominados comités o juntas patrióticas o nacionalistas y bajo el lema “por la patria y por la raza”, estos se proponían la “defensa de la patria”, la “protección de la raza mexicana” y la “promoción de la industria nacional”78. La articulación de estos diferentes comités, la circulación de propaganda y reclutamiento de miembros giró alrededor de la publicación ocasional del informativo “ProPatria” transformado desde fines de 1918 con apoyo financiero de Calles en bisemanario79. Entre los lectores, corresponsales, organizadores, simpatizantes e “intelectuales orgánicos” del antichinismo se encontraban individuos provenientes de los sectores medios y de la clase trabajadora entre los que sobresalían maestros de escuela, profesionistas, trabajadores mineros, medianos y pequeños hombres de negocios, periodistas, amas de casa y funcionarios públicos. Individuos cuya característica comun era su nula o marginal participación militar o política en las insurrecciones maderista o constitucionalista.80 En su desarrollo como movimiento político, esta red de comités y simpatizantes, nucleadas alrededor del boletín editado por el propio Arana, también generó una cultura antichina mediante la cual estrechaban y afianzaban sus lazos con la población sonorense en general. Simpatizantes antichinistas colaboraban con la composición de himnos, marchas y poemas en los cuales se identificaba al antichinismo con las tradiciones patrióticas regionales81. Igualmente las marchas y manifestaciones públicas que en muchas ocasiones contaban con la participación de autoridades civiles y militares, se organizaban de manera bastante semejante a las actuaciones cívico-patrióticas, con las cuales se celebraba o rendía tributo a figuras patrióticas nacionales o regionales82.

Con su elección como presidente municipal de Magdalena para el período 1918-1920 el movimiento antichino liderado por Arana logró mayor legitimidad y visibilidad entre la población. En su incorporación al Partido Sonorense Revolucionario hacia fines de 1919, con la intención de apoyar la candidatura de Adolfo De la Huerta a la gubernatura estatal, se vislumbró la estrecha relación que mantendría más tarde el estado posrevolucionario y el movimiento antichino83. Una vez electo, De la Huerta no sólo mantuvo su apoyo al movimiento antichino sino que además en su nueva Ley de Trabajo y Previsión Social (Ley 67) decretada en marzo de 1919, incluyó un artículo estableciendo que las firmas propiedad de extranjeros deberían de emplear un 80% de trabajadores mexicanos. Medidas que debido a la difícil situación económica y a la inestabilidad política y social en Sonora, tuvieron un efecto fundamentalmente propagandístico.

La repentina y prolongada paralización del intercambio comercial con sus tradicionales fuentes de aprovisionamiento europeas como consecuencia de la Gran Guerra, encumbro repentinamente a los comerciantes chinos en detrimento de las elites comerciales tradicionales establecidas en Guaymas y Hermosillo. Su actuación como agentes intermediarios de las grandes firmas importadoras y exportadoras estadounidenses convirtieron a los empresarios chinos en elementos indispensables de la economía sonorense. Además de aprovisionar tanto a la población en general como a las fuerzas constitucionalistas, los empresarios chinos también constituían la principal fuente de préstamos de los emergentes generales-empresarios de los valles del sur del estado.84 También contribuyo a disuadir a las autoridades la aplicación de las medidas antichinas, la tenaz resistencia legal de la comunidad china a la legislación en su contra, así como con la oposición de las amas de casa a la relocalización de los comercios chinos a zonas apartadas.85 Sin embargo la propaganda antichina hábilmente se valió de los dictámenes de la Corte Superior de Justicia a favor de los demandantes chinos y en contra de la legislación antichina sonorense, para interpretar y denunciar sus acciones como una intromisión del estado central en la autonomía política estatal. Debido entre otras razones a la federalización de las aguas del río Sonora, la revisión de los límites estatales entre Sonora y Chihuahua a favor de este último, y el inicio de una campaña militar en contra de los yaquis a despecho de los esfuerzos pacificadores de De la Huerta, el régimen de Carranza se hizo extremadamente impopular en Sonora. El antichinismo se aprovecho de estas circunstancias para

inscribir la defensa de las medidas antichinas –y el antichinismo por añadidura– dentro del repertorio cultural de una identidad regional fuertemente articulada por tradiciones anticentralistas 86.

En el régimen político implantado por la rebelión Agua Prieta, de la cual el descontento regional jugó un papel importante, el antichinismo sonorense encontró las condiciones que le permitirían su consolidación y expansión al resto del país. Los objetivos racial-patrióticos del antichinismo y sus intentos de crear un “hombre nuevo” fueron compatibles con la ideología aguaprietista, descrita por Knight como un complejo ensamblaje ideológico de “ideas de progreso y puritanismo, anticlericalismo, abstinencia, estatismo y educación secular.” Ideología que, al igual que la del antichinismo, tambié perseguían la creación de nuevos sujetos racionales, sanos, limpios y revolucionarios. De la misma manera el antichinismo halló resonancia en el espíritu y sensibilidades que animaban tanto los debates intelectuales sobre la redefinición de la identidad nacional como las expresiones culturales populares de lo que Pérez Monfort denomina “cuadro estereotípico nacional”87. Utopía racial-nacional en la cual no tenían cabida los chinos, ya que según José María Dávila, diputado de Baja California Norte ante el Congreso de la Unión, “no son elementos que signifiquen un paso adelante en el mestizaje ideal [...] sino muy al contrario significan un retroceso en la escala antropológica que busca al hombre tipo [énfasis en el original]”. Sin embargo, a pesar de su reducido número –prosiguió Dávila—los “productos chino-mexicanos” ofrecían una palpable demostración que “por sus tipos débiles y feos no es el mestizaje [sic]que conviene a nuestro futuro étnico”88. A estas consideraciones estéticas, José A. Espinosa también ofreció argumentos genético-patrióticos, al afirmar que “debido a que los mestizos de chino no ceden a las gotas de sangre indo-latina”, estos albergaban una innata “odiosidad hacia lo mexicano” que, según estimó, no desaparecería sino hasta después de cuatro o cinco generaciones89.






Ansiedad patriótica, “peligro amarillo” y antichinismo de estado

A pesar de este inicial fracaso el efecto combinado de la difícil situación económica provocada en Sonora por la crisis financiera de 1921-2, la cambiante relación entre Sonora y el poder central, y la sobrecargada atmósfera nacionalista de la época, crearon condiciones propicias para la predica y organización antichinas. La caída del precio del cobre, el cierre de minas en ambos lados de la frontera internacional, y la severa reducción del tráfico ferrocarrilero, dieron lugar a una gran incertidumbre, puntuada además por el desempleo abierto, hiperinflación y deportación masiva de trabajadores mexicanos. Situación que al mismo tiempo intensificó la ansiedad genérica, patriótica y racial de la población masculina sonorense. A su vez, la bancarrota del fisco sonorense, las tensiones originadas en la aplicación de los dispositivos antialcohólicos y anticlericales, y la reestructuración municipal decretada por el gobierno central también contribuyeron a mantener vigente la desconfianza y resentimiento hacia el estado central. Ocurrencias y desenvolmientos que a través de su exposición y análisis en la prensa antichina fueron interpretados y revestidos de significación racial y de género.90

Así, intercaladas con las notas y comentarios sobre la crítica situación económica en el estado de Sonora las páginas de “El Intruso” de Cananea y “El Observador” de Hermosillo, también se ocupaban insistentemente de la inmigración y colonización extranjeras. Reportes en los que se dejaba traslucir la asociación entre la preocupación racial con la del futuro de la nación, su viabilidad histórica y su progreso91. Las frecuentes notas y artículos dando cuenta –casi siempre de manera exagerada– de posibles o remotos proyectos colonizadores expresaban cabalmente esta creciente preocupación racial-patriótica. La falta de materialización o fracaso de estos ambiciosos proyectos colonizadores al mismo tiempo alimentaba la frustración y ansiedad raciales tanto de sus promotores dentro de la elite como del público en general.92

Según un editorialista de “El Observador” era precisamente “la falta de unidad y homogeneidad” la que constituía el mayor obstáculo para lograr “la prosperidad y engrandecimiento de la patria”. Visto a través de ésta óptica darwiniana el futuro de México no se vislumbraba nada halagador. Con un entorno social conformado de un lado por indígenas descritos como “trogloditas en el siglo de las luces” y del otro por individuos “más civilizados,” pero que “rifle en mano [...] atisbaban el paso del hombre para matarlo”, y con un reducido numero de “hombres civilizados y concientes [...] conocedores del camino del honor” y con la capacidad de amar a la patria, solo la inmigración de individuos de “sangres elevadas” lograría –-- según “El Observador”-- la redención del indio y con él la de la patria. 93 Proyecto de mejoramiento racial que al mismo tiempo demandada de los sonorenses del mantenimiento de una actitud vigilante ante las posibilidades –reales o imaginadas– de infiltración ilegal de inmigrantes de “razas indeseables,” o ante la imposición de su ingreso al país por parte de algún burócrata desde la ciudad de México.94

Para “El Intruso” de Cananea, en donde la paralización de actividades mineras produjo “un terrible estado de miseria” y cuya comunidad china era la más grande y con el mayor número de negocios en todo Sonora, “la plaga amarilla” era considerada como un grave peligro para “la purísima sangre Azteca”95. Según éste periódico los chinos constituían simultáneamente un peligro para la integridad nacional mexicana, así como una seria amenaza al honor masculino sonorense. Lo último debido a que “por un kilo de café o un puñado de legumbres” mujeres casadas o “decentes señoritas” se convertían en “amantes de los chinitos.”96 Peor aun, la descendencia producto de estas uniones – considerados como “la mancha de la deshonra”-- a la vez que hacia evidente la supuesta falta de hombría del sonorense señalaba también la inevitable “degeneración de la raza.”97 Esta dura actitud respondía sin duda a la ansiedad despertada entre los hombres sonorenses por la ampliación de la autonomía femenina ocasionada por la masiva ausencia masculina durante las décadas de 1910 y 1920, así como por la legislación y campañas del estado central a favor de la modernización del sistema patriarcal.98 De allí la demonización de la mujer como el elemento más débil y vulnerable de una supuesta línea de defensa de la integridad y el honor nacionales. Así por ejemplo, la preferencia de las amas de casas por los negocios chinos se atribuyó –no a sus bajos precios o sistemas de crédito—sino más bien a su “imprevisión, indolencia y falta de sólidas ideas nacionalistas.”99 Fue precisamente esta íntima asociación entre género y nacionalismo, honor masculino y patriotismo, la que constituyó uno de los detonantes del movimiento antichino. Así en sus memorias el organizador antichino Felipe Cortéz apuntó que fueron precisamente estas relaciones interraciales las que “contribuyeron preponderantemente, para crear esa resolución del elemento masculino, de expulsar a la raza asiática del país”. Fue imposible –prosiguió– para los hombres sonorenses “tolerar que la raza de bronce se continuara mezclando, con la raza amarilla, dejándonos como herencia miles de jóvenes de ambos sexos mestizos y con la marca indeleble de los ojos oblicuos”100.

Otra de las imágenes explotadas por el antichinismo fue aquella que asociaba la presencia china con la incidencia de enfermedades epidémicas. Después de sus preocupaciones racial-patrióticas fue precisamente la deplorable situación sanitaria de Sonora, producto de la misma situación de miseria y de las pandemias generadas por los movimientos de tropas durante la Primera Guerra Mundial, la que concitó la mayor atención de la prensa antichina. La construcción de la imagen del chino como amenaza sanitaria tuvo sus orígenes en primer lugar en la reputada condición innata del chino como portador de una serie de enfermedades, y en sus supuestas costumbres culinarias y forma de vida antihigiénicas101. En este aspecto coincidieron los intereses del antichinismo con los objetivos de la Dirección de Salud Pública que desde la Ciudad de México en coordinación con las organizaciones antichinas formó comités sanitarios locales particularmente entre la población femenina. Fue a través de estos comités que se cerraron panaderías o se prohibió a los comercios chinos la venta de verduras, queso, carne o leche102. De esta forma, contrariamente a ciertas interpretaciones contemporáneas en la que se sobredimensiona o restringe la motivación de las actitudes antichinas a su dimensión económica, este análisis sugiere que el “peligro amarillo” fue un fenómeno más complejo en el que coincidieron o se entremezclaron diversos elementos y objetivos subordinados a los intereses de las elites políticas e intelectuales del estado posrevolucionario –y del movimiento antichino–, en busca de redefinir o reinventar la identidad nacional mexicana103. Complejidad de la que dio cuenta Calles, para quien el antichinismo constituía “la más fiel expresión del sentimiento popular” surgido en rechazo a la negativa influencia de la presencia china en “la higiene y la salubridad pública, el comercio y la industria, la sociedad en general y de la raza y por ende de la patria misma”104.

El factor detonante del movimiento antichino provino sin embargo de la propia comunidad china que durante la década de 1920 también fue afectada por una intensa predica nacionalista. La Revolución de 1911 y el derrocamiento de su milenaria dinastía imperial generó, tanto en China como en sus comunidades ultramarinas, un intenso debate intelectual y cultural acerca de la naturaleza del nuevo régimen y la identidad nacional. En México –como en el resto de la diáspora china, este contencioso debate entre las organizaciones nacionalistas del Kuo Ming Tang (KMT) y Chee Kung Tong (ChKT) dio lugar a violentos enfrentamientos. Sucesos que en los veranos de 1922 y 1924 provocaron en Sonora y Sinaloa la muerte de por lo menos 25 individuos105. Mientras que la primera favorecía una estrategia republicana y desarrollista, la última intentaba la restauración de la dinastía Ming bajo la forma de una monarquía constitucional. Las mayores afinidades políticas e ideológicas con el nacionalismo y desarrollismo del Kuo Ming Tang inspiraron entre algunos dirigentes, políticos, intelectuales y profesionistas revolucionarios –incluyendo al presidente Obregón–, cierta tolerancia hacia esta organización nacionalista china. Sin dejar de lado totalmente sus prejuicios raciales hacia los chinos para éstos el conflicto entre las dos organizaciones nacionalistas chinas constituía esencialmente un enfrentamiento político. Sin embargo para el movimiento antichino e importantes políticos como Calles, el conflicto entre las dos organizaciones era producto del enfrentamiento entre dos “tongs” o “mafias”, por el control de las ganancias del tráfico de opio y de los ilegales garitos y casinos chinos. Para un prominente periodista y dirigente antichino, el conflicto obedecía a una “criminal guerra de mafias” motivada por “la fiereza, astucia y perfidia asiáticas”106.

Para sorpresa de los sonorenses estos enconados enfrentamientos y álgidos debates entre el KMT y el ChKT pusieron de manifiesto un comportamiento reñido con la estereotipada consideración del chino como “afeminado” o “autentico joto”. Percepción justificada por una supuesta proclividad china hacia “los quehaceres del sexo débil”107. En su búsqueda de una explicación de su recién descubierto “salvajismo chino,” los intelectuales antichinos recurrieron a la reinterpretación y racialización de la Revolución China de 1911. Así se le considero como expresión simultánea de una tendencia nacionalista y progresista liderada por Sun Yat Sen, y de una tendencia mayoritaria “barbárica y oscurantista”, dedicada al “asesinato de extranjeros a mansalva”. Tendencia que según esta interpretación tuvo su origen en el “movimiento Boxer” considerado a su vez producto de un “pueblo enfermo de atraso y abyección (sic)”108. Si bien hasta antes de estos enfrentamientos –apuntó otro artículo–, a “los apacibles chinitos no se les concedía el valor para matar una gallina”, las confrontaciones entre grupos rivales habrían demostrado que “esa mansa conducta no era más que hipocresía y conveniencia”109. Por su directo impacto sobre los sonorenses mayores consecuencias tuvo empero, lo que fue concebido como un “cambio cualitativo” en la conducta de los chinos hacia las autoridades. Como lo hicieran notar tanto autoridades políticas como la propia prensa, sorpresivamente los chinos se comportaban de manera “altanera y alevosa”110. Comportamiento que al igual que el de las “chineras”, desafiaba los principios y valores que sustentaban el código de honor sonorense, asentado en la supremacía y dominación masculina sobre la naturaleza, mujer y los individuos de razas inferiores.

Bajo estas circunstancias y con el apoyo de la legislatura sonorense – a pesar de la actitud reticente del gobernador obregonista Alejo Bay y de importantes sectores del aparato central de estado presidido por Álvaro Obregón—durante la segunda mitad de la década de 1920 el movimiento antichino experimentó una importante revitalización. En reacción a la primera oleada de enfrentamientos durante la primavera de 1922, el antichinismo respondió con tumultuosas manifestaciones en Empalme, Guaymas, Navojoa, Álamos, Hermosillo, Magdalena, Agua Prieta, Nacozari y Cananea. Acciones en las que se la aplicación del artículo 33 de la Constitución en contra de todos los chinos de Sonora sin consideración de su participación o abstención en los conflictos entre organizaciones nacionalistas. La manifestación de Cananea, presidida por el sindicato de trabajadores mineros, demandó que la expulsión se hiciera extensiva a los “chineros.”Esto es, a aquellos sonorenses que por mantener relaciones de negocios, sentimentales, o de amistad con los chinos se les consideraba como “traidores a la raza”111. Con el apoyo financiero del gobierno también floreció una relativamente numerosa prensa que facilitó sobre manera la intervención antichina en la política y cultura regionales. Además de “El Intruso”, antes mencionado, también iniciaron circulación con subvención del gobierno estatal “Nuevos Horizontes” en Nacozari, “El Eco del Valle” en Cocorit, “El Nacionalista” en Hermosillo, “Por la Raza” en Culiacán, “El Nacionalista” en Cananea, “La Pulga” en Nogales y “El Nacional” en Navojoa. En sus páginas se reproducían noticias y propaganda relacionadas al movimiento antichino así como también se incluían cuentos, poemas, himnos, marchas, corridos y bromas que en su conjunto constituían un particular género de literatura satírica racista que junto con otras manifestaciones como obras teatrales y las mismas manifestaciones públicas alimentaban la ideología racial popular112.

La unidad fundamental del movimiento antichino la constituían los comités antichinos o juntas nacionalistas establecidos tanto en centros urbanos como en poblaciones semi-rurales. Su énfasis en los problemas cotidianos en el ámbito municipal les facilitó su aceptación entre la población. Entre otros problemas los comités se avocaron a la denuncia de las prácticas comerciales deshonestas de los comerciantes chinos, la falta de buenas condiciones sanitarias en sus establecimientos, la participación china en el cultivo de amapola y el tráfico de opio y hasta la supuesta mala conducción automovilística de los orientales. En algunos casos las autoridades municipales respondieron a las demandas antichinas estableciendo estrictas disposiciones sanitarias y tributarias en contra de éstos. Así por ejemplo, el ayuntamiento de Hermosillo prohibió la venta de azúcar, pan, queso y verduras en los establecimientos chinos, y en Cananea y Nogales se ordenó el cierre de panaderías chinas. Como propuesta más extrema también se planteó su aislamiento en “colonias” o “barrios especiales” por considerarse a los chinos como “portadores naturales” de ciertas enfermedades contagiosas. Debido a que entre 1915 y 1922 Sonora sufrió la presencia de recurrentes epidemias de influenza, gripe y viruela, estas preocupaciones sanitarias agitadas por los comités antichinos encontraron bastante acogida entre amplios sectores de la población113.

Dominada por diputados identificados con la causa antichina la legislatura estatal sonorense aprobó en diciembre de 1923 dos leyes antichinas propuestas por el representante Alejandro Villaseñor. La primera estipulaba el establecimiento de “barrios chinos” y la otra la prohibición de matrimonios entre mujeres mexicanas y hombres chinos. Villaseñor justificó la segregación de la población china argumentado la necesidad de proteger a la población de enfermedades que como “el beri-beri, el tracoma, la lepra, la viruela y la peste bubónica asiática” eran “propias de la raza asiática”. El mismo Villaseñor en artículo periodístico señalo que la creación de los “barrios chinos” constituía “el primer paso para resolver el problema chino”114. Medidas que, como lo sugieren las numerosas cartas y telegramas de felicitación dirigidas por individuos, ayuntamientos municipales, sindicatos de trabajadores, comerciantes y comités antichinos a los ejecutivos estatales y federales, fueron acogidas con gran entusiasmo por un significativo sector de la población sonorense. Para principios del mes de marzo de 1924, doce municipios establecieron y delimitaron los terrenos que deberían ocupar los “barrios chinos”. En la mayoría de los casos se trataba de parajes alejados de los centros comerciales de la población y desprovistos de servicios públicos elementales. Además de la oposición de los propios comerciantes chinos, la relocalización de los negocios y poblaciones chinas también fue rechazada sobre todo por amas de casa, que manifestaron la inconveniencia que representaba para los consumidores tener que realizar compras y aprovisionamiento en lugares apartados115. Argumentando que la denominada “ley de matrimonios” o “ley salvadora” coactaba “las libertades a que tenemos derecho” un grupo de mujeres de Cananea rechazo la legislación a través de un memorial público dirigida al congreso estatal116.

La implementación de esta legislación fue dificultada en primer lugar por la resistencia individual y colectiva de la propia comunidad china, que a través de sus organizaciones gremiales, asociaciones de ayuda mutua y partidos políticos, condujo ante los tribunales una bastante exitosa guerrilla jurídica. Alentados por sus victorias legales, así como por la prédica de su propio nacionalismo cultural, muchos chinos desafiaron y confrontaron la intimidación de los comités antichinos, y desobedecieron los dispositivos con los que se trataba de implementar las leyes 27 y 30.117 El obstáculo más importante empero lo estableció la propia presidencia de la república, además de otros sectores del aparato estatal central, así como el gobernador de filiación obregonista Alejo Bay. Presionado por la falta de reconocimiento diplomático de los Estados Unidos, Obregón debió también tolerar los reclamos de su Departamento de Estado que durante la década de los años veinte ejerció la representación de los intereses del gobierno chino. Además dada la delicada situación política y social del país, Obregón no estuvo en condiciones de enfrentarse a su Secretaría de Relaciones Exteriores y al Poder Judicial los cuales, sobre la base de argumentos legales y constitucionales, se oponían categóricamente a la legislación antichina sonorense. En estas circunstancias, atrapado entre la imposibilidad de oponerse a leyes aprobadas unánimemente por su legislatura y de gran popularidad entre la población masculina sonorense, y las presiones de la presidencia de la república para que revertiera la legislación antichina, Bay optó inicialmente por la no-intervención118. Finalmente, apremiado por el ejecutivo federal en marzo de 1924 el gobernador sonorense se vio obligado a notificar a los presidentes municipales se abstuvieran de dictar disposiciones en contra de los chinos. De la misma manera demandó de la Legislatura la derogación de las leyes 29 y 31, declaradas inconstitucionales por la Suprema Corte. Aunque el congreso sonorense nunca llegó a revertirlas, las leyes en cuestión tampoco fueron plenamente implementadas, según opinión de “El Intruso”, debido a que la intromisión de “un poder superior [...] extraño al estado” dio lugar a una situación de “transitoria incapacidad legal”119.

De este intervencionismo del estado central, representado como una intromisión arbitraria, se valió precisamente el antichinismo para estimular la organización y movilización de la población bajo las banderas anticentralistas, al mismo tiempo que inscribía sus demandas raciales dentro del repertorio político y cultural del regionalismo sonorense. Fue justamente en esta incorporación en la que radicó el atractivo y fuerza que permitieron al movimiento antichino transformar en un corto tiempo la derrota que significó la declaración de la inconstitucionalidad de las leyes 29 y 31, en un notable esfuerzo político que logró expandir la presencia de su movimiento más allá de sus históricos confines de los estados fronterizos norteños. Así, durante el primer encuentro de ayuntamientos del estado de Sonora llevado a cabo en Hermosillo en abril de 1924, declaración de la inconstitucionalidad de las leyes 19 y 31 fue denostada como una “intromisión del centro” en asuntos de exclusiva incumbencia estatal. Al mismo tiempo, los acuerdos del encuentro incorporaron en su totalidad la plataforma del movimiento antichino en la que se demandaban la eliminación del Tratado de Amistad y Comercio entre China y México, el confinamiento de la población china en barrios especiales, la prohibición de matrimonios entre chinos y mexicanas, la expulsión de los inmigrantes chinos ilegales, el fin de la migración china, el internamiento hospitalario de los asiáticos enfermos, la prohibición de arrendamientos de tierras y la suspensión de la expedición de cartas de ciudadanía a chinos.120

Esta ofensiva antichina también dio lugar a la emergencia de una segunda generación de organizadores, políticos e intelectuales orgánicos antichinos, cuya participación en el movimiento los catapultó hacia otras esferas de la política local, estatal y nacional. Así por ejemplo, José Ángel Espinosa quien después de José María Arana llegaría a ser el más importante intelectual y político del antichinismo, ocupó el cargo de regidor del ayuntamiento de Cananea a inicios de la década de 1920, en donde también fundó y dirigió el periódico “El Nacionalista”. Presidente de la Comisión Organizadora del Partido Nacional Revolucionario en Sonora y diputado al Congreso de la Unión, fue además el autor de los dos libros fundamentales del antichinismo mexicano. Alejandro Villaseñor, empresario y presidente de la Cámara de Comercio de Nogales, como diputado estatal fue el autor intelectual de las infames leyes 29 y 31. Aureliano Anaya, dirigente de uno de los primeros comités antichinos fundados por el propio Arana, como presidente municipal de Cócorit auspició el año de 1917 “la colonización de chinos,” desempeñándose más adelante como diputado estatal y federal. Miguel Salazar, organizador antichino en la parte sur del estado también llegó a ocupar una curul de diputado en el congreso federal. Otros notables líderes antichinos como Walterio Pesqueira, Emiliano Corella y Ramón Ramos culminaron su carrera política en el Congreso de la Unión. Alfredo Echevarría un veterano sonorense del movimiento antichino fundó en Mexicali, el año de 1932, un Partido Nacionalista Antichino en Baja California121. En general se trataba de individuos de procedencia urbana, medianamente educados, profesionistas, o pequeños y medianos empresarios de marginal o nula participación en las insurrecciones maderista o constitucionalista, para muchos de los cuales el antichinismo se constituyó en su plataforma de ingreso dentro de los rangos inferiores de la élite política posrevolucionaria.

Para mediados de la década de 1920, políticos antichinos dominaban tanto la legislatura estatal como la representación sonorense en el congreso federal, desde donde en asociación con Juan de Dios Batíz de Sinaloa y José María Dávila del Distrito Norte de la Baja California establecieron un denominado “bloque antichino” al que llegaron a incorporar representantes de otros diez estados. Mediante sus intervenciones parlamentarias --profusamente recogidas por la prensa capitalina-- éstos orquestaron una campaña de alcance nacional que mediante cartas y petitorios a la presidencia demandaba la anulación del Tratado de Amistad y Comercio Chino-Mexicano de 1889 y la prohibición total de la inmigración china. De esta forma consiguieron hacer del denominado “problema chino” y sus relacionados tópicos de inmigración y salubridad, asuntos de debate nacional.122

En el gabinete presidencial de Obregón, el denominado “bloque antichino” contó con el decidido apoyo de Calles, quien desde su posición de Secretario de Gobernación mantuvo una dura actitud a favor de la deportación generalizada de todos aquellos individuos que, indistintamente de su militancia política, se les considerara partícipes en las “guerras de mafias” de 1922 y 1924. Meses más tarde, después de su elección como presidente, en respuesta a las demandas del enviado diplomático chino de explicación de los abusos cometidos en contra de sus connacionales durante su ejercicio en Gobernación, Calles dejó entrever claramente el futuro que les deparaba a los chinos en México. Después de escarnecer a los chinos en términos morales, sanitarios y raciales aseveró que, a pesar que la constitución mexicana no reconocía la diferencia racial, no encontraba sin embargo inconveniente alguno para que “no deba refrenarse el incremento del chino.” Objetivo para el cual –prosiguió -- no debería importar “la forma en que se trate de hacerlo”, pues de lo contrario “con toda conciencia colaboraremos con sumir [a Sonora] en el grado de degeneración más horroroso”123.

En efecto durante la presidencia de Calles (1924-1928) y las del Maximato, el movimiento antichino prosperó como parte integral de la compleja y dinámica constelación de fuerzas que dieron forma al estado, la política y la cultura mexicanas. Relación que encontró sustento en la comunión de intereses entre el antichinismo y los objetivos nacionalistas y raciales de la nueva ortodoxia revolucionaria callista. El movimiento antichino se encontró también entre los “grupos políticos de masas” señalados por Córdova, de los que se valió Calles para remontar su derrota política provocada por la reelección de Obregón en 1928, reconstruir “la familia revolucionaria,” y echar los cimientos de la institucionalización del régimen posrevolucionario. Finalmente, la movilización y retórica antichinas también contribuyeron a apuntalar al régimen de Calles en su confrontación simultánea con los Estados Unidos y la Iglesia Católica. Sus posiciones nacionalistas actuaron como un conveniente contrapeso a los pronunciamientos intervencionistas del nuevo embajador estadounidense y a la campaña desplegada por el Vaticano en contra de las medidas anticlericales callistas. Aunque sin dar su incondicional apoyo al régimen, el antichinismo contribuyó a la creación del consenso mediante la aceptación y celebración del nacionalismo de estado que caracterizó al régimen de Calles.124

De esta manera, la campaña antichina iniciada a mediados de la década de los veinte, inmediatamente después de la “guerra de las mafias chinas” de 1924, debe ser entendida como parte de la múltiple ofensiva política de Calles en contra de la Iglesia, la expansión de la Guerra Cristera, las renovadas tensiones con intereses petroleros estadounidenses y los conflictos obreros. En estas circunstancias de “combate político, cada día más político”, como lo señaló Jean Meyer, en el cual obregonistas y callistas “se destrozaban en combate”, y en las cuales la CROM con el apoyo y complicidad del gobierno destruía la organización obrera independiente, el movimiento antichino floreció sin cortapisas y con el visto bueno estatal125.

Con éste trasfondo en abril de 1925 se llevaron a cabo en Sonora dos consecutivas convenciones antichinas en Hermosillo y Nogales. En éstas, delegados de comités antichinos de diferentes estados, sindicalistas, agraristas, funcionarios de salud pública y autoridades municipales discutieron una plataforma y estrategia de lucha, así como la formación de una organización nacional. Discusiones que, sin embargo, según lo señaló el reglamento de la convención de Hermosillo, deberían ceñirse exclusivamente a los “temas nacionalistas”, estando “absolutamente prohibida” la discusión de “asuntos políticos y religiosos”. Como presidente de su Junta Directiva se eligió al congresista sonorense José Ángel Espinosa y se adoptó su periódico “El Nacionalista” como órgano oficial del movimiento antichino. Estos eventos estuvieron precedidos de una intensa movilización que incluyó una bien coordinada y extraordinaria serie de manifestaciones públicas, reparto de propaganda, pinta de murales, y despliegue de carteles y pancartas. Por su animación y concurrencia sobresalieron las movilizaciones en Hermosillo, Guaymas, Nogales, Cananea, Cócorit, Esperanza, Cumpas y Navojoa. Las efectuadas en las tres primeras ciudades fueron seguidas de desmanes en las que se apedrearon e incendiaron numerosos establecimientos chinos. Como secuela de estos eventos se verificó un notable incremento de asesinatos no esclarecidos de individuos asiáticos que, antes de que finalizará el año sobrepasaron la decena. En el distrito de Nacozari, una numerosa partida de individuos armados, después de saquear y destruir negocios y viviendas de chinos en los poblados de Pilares y Nacozari secuestraron a una veintena de chinos, demandando su inmediata “colonización” en barrios especiales, conforme a la ley N. 31. Asimismo demandaban en términos bastante enérgicos que cesara la intromisión del estado central en los asuntos locales126.

Similares reuniones también se llevaron a cabo en otros lugares del país en las cuales se definieron estrategias y plataformas de lucha, así como se crearon instancias de coordinación locales y regionales. En estas plataformas se demandaba del gobierno central, la cancelación del acuerdo diplomático que regía las relaciones entre México y China, la prohibición de matrimonios entre mujeres mexicanas y hombres chinos, y el establecimiento de barrios chinos. Su estrategia política consistía en la organización de manifestaciones públicas, petitorios y cabildeo de sus respectivas legislaturas locales y del Congreso nacional. Acciones que se coordinaban desde la ciudad de México a través de la recientemente creada Junta Nacional Pro-Raza y el “bloque anti-chino” del Congreso nacional –ambos dominados por políticos sonorenses. Fue este el caso por ejemplo del pedido del Comité Anti-Chino de Torreón demandando la anulación de los tratados diplomáticos, la formación de barrios chinos, la prohibición de matrimonios “mixtos,” y la inmediata deportación de los inmigrantes chinos indocumentados. En cuestión de pocos meses la solicitud del comité de Torreón recibió el apoyo de las legislaturas estatales de Michoacán, Nuevo León, Oaxaca, Chihuahua, Tlaxcala, Querétaro y San Luis Potosí, en las cuales fue sancionada como ley estatal, así como también demandaban del estado central su adopción como ley federal. El año siguiente la renovación del tratado entre México y China fue rechazada por las legislaturas de Sonora, Sinaloa, Jalisco, Durango, Zacatecas, Tamaulipas, Aguascalientes y Puebla, las cuales al mismo tiempo demandaron del gobierno central se pusiera fin a todo tipo de relaciones diplomáticas con China127. De esta manera, para fines de la década de 1920 –sin dejar de mantener Sonora y Sinaloa como su epicentro–, el antichinismo constituía un movimiento político de envergadura nacional con una gran capacidad de convocatoria y organización entre sectores de las clases medias y populares de la sociedad mexicana.

El fracaso de la Revolución Renovadora, lanzada por el obregonismo desde Sonora con el apoyo de su gobernador Fausto Topete en marzo de 1929, a la vez que despejó el camino para el ascenso político de Calles también creó las condiciones para la expansión del antichinismo. Bajo las administraciones de los gobernadores callistas Francisco S. Elías (1929-1931) y Rodolfo Elías Calles (1931-1935) –pariente e hijo del Jefe Máximo respectivamente–, el antichinismo sonorense alcanzó su apogeo. Incorporado al repertorio político y cultural del callismo sonorense como sucedáneo a su virtualmente inexistente política social y su orfandad de intenciones agraristas, el antichinismo coadyuvó a la consolidación de su estrategia de desarrollo regional que tenía como eje el desarrollo de una agricultura capitalista articulada a los mercados del oeste y suroeste estadounidense128. Proyecto callista que sin embargo no logró despegar debido al alza de tarifas a los productos agrícolas mexicanos del gobierno de los Estados Unidos, el retorno de miles de trabajadores mexicanos deportados, y el estancamiento de la minería. Al mismo tiempo un brote de meningitis a lo largo de la costa del Pacífico y la paralización de la economía contribuyeron a reanimar los sentimientos antichinos de la población sonorense. Sentimientos a su vez reforzados y amplificados por los debates culturales e intelectuales sobre la naturaleza de identidad nacional y la cultura popular mexicanas, las campañas de “profilaxis social” del gobierno en contra de la prostitución y el consumo de alcohol y drogas, la prohibición de la inmigración siria, libanesa, armenia, palestina, árabe, turca, rusa, polaca y de negros o africanos y, finalmente, la convocatoria de Calles a la creación de un partido que uniera a los diferentes grupos y partidos que conformaban la “gran familia revolucionaria”129.

A pesar de recibir apoyo oficial y de compartir con el gobierno central y su partido muchos de sus dirigentes e intelectuales, el movimiento antichino mantuvo al mismo tiempo una relativa y muchas veces conflictiva autonomía respecto al estado. La creación del PNR marcó a su vez los inicios de un antichinismo oficial o de estado. Bajo el liderazgo de J. A. Espinoza los más prominentes representantes del antichinismo fueron incorporados al comité encargado de organizar la delegación sonorense al congreso fundacional de PNR.130 La relación entre antichinismo estatal y antichinismo organizado representado por los comités asentados en los estados no fue sin embargo del todo armoniosa ni estuvo exenta de tensiones y contradicciones. Dada su trayectoria anticentralista, en más de una ocasión el antichinismo sonorense tuvo conflictos con el antichinismo oficial, cuya actuación regida por la lógica de los intereses estatales, sobreponía los interés del centro a los intereses regionales. Situación reconocida por el mismo Espinosa, que en alguna ocasión comentó acerca de la desconfianza de “las gentes de provincia” hacia “los altos funcionarios capitalinos.” Entre éstos –prosiguió–, como entre “los gremios intelectuales” y “la alta burguesía” no existía una opinión favorable hacia el antichinismo debido a que mantenían un “nacionalismo acomodaticio” restringido al “orden político social” y cuya participación en las campañas nacionalistas se limitaba a la propaganda a favor del consumo nacional. De otro lado, en su opinión, los antichinistas, entre los que se encontraba gente del pueblo repartida sobre todo en los estados norteños, mantenían un nacionalismo desinteresado y cuya lucha se encontraba “fuertemente ligada con la economía nacional y nuestro futuro étnico”131.

Para inicios de la década de 1930 la retórica e ideología antichinas habían logrado una mayor autoridad, legitimidad y alcance, tanto dentro del aparato estatal como dentro de la sociedad civil. En todo el país se contaba con aproximadamente 200 comités antichinos repartidos en los estados norteños de Sonora, Sinaloa, Baja California Norte, Chihuahua, Colima, Nayarit, Durango y Nuevo León; en los de Tamaulipas y Veracruz en la región del Golfo; en Chiapas y Oaxaca en el sureste; y en menor medida en Yucatán, Distrito Federal, Michoacán, y Guadalajara. En el Congreso nacional, los diputados y senadores pertenecientes al “bloque antichino” formaron un Comité Director de la Campaña Anti-china, afiliado al PNR, encaminada a la creación de nuevos comités, y la coordinación de acciones entre las instituciones estatales y las organizaciones antichinas. Con la cooperación del Bloque Nacional Revolucionario, conformado por representantes del PNR en el congreso de la república, las Cámaras de Comercio, el Comité Director también organizó las denominadas “campañas nacionalistas” con el propósito de “la defensa de la industria nacional [...] la soberanía nacional [...] y la integridad de la raza”132. La directiva de éstas también estuvo copada por sonorenses y sinaloenses como Walterio Pesqueira, Miguel A. Salazar y Juan de Dios Batíz. Con su apoyo se unificaron comités y ligas nacionalistas en organizaciones de mayor envergadura como el Comité Nacionalista de la Costa Occidental (Sonora), la Liga Anti-China Sinaloense, la Alianza Nacional Antichina Chihuahuense, la Liga Mexicana Antichina (Chiapas) y la Liga Nacional ProRaza-Campaña Antichina (Tamaulipas)133. De la misma manera, “El Nacional Revolucionario”, periódico oficial del PNR, no sólo trataba con frecuencia “el problema chino,” sino que además lo abordaba en una forma extremadamente racista. En sus páginas reproducía artículos de la prensa antichina de todo el país así como diseminaba rumores y propaganda antichinas.

Desde el reorganizado Departamento de Salud Pública se llevaron a cabo campañas sanitarias en contra de la población china, considerada como portadora congénita de enfermedades infecciosas. Objetivos también compartidos por los militares, especialistas en salud pública, funcionarios y políticos revolucionarios que bajo el liderazgo del general Norberto Rochín conformaron la Unión Mexicana ProRaza y Salud Pública. Sus campañas educativas conducidas a través de sus diecinueve comités afiliados en diferentes partes del país, predicaban la necesidad de una “profilaxis nacional de carácter social, étnico y racial”. Objetivos similares perseguía la Unión Nacional Mexicana que según expresó en su manifiesto fundacional, se proponía “combatir las inmigraciones indeseables” y “contribuir a evitar la degeneración física y moral de la raza mexicana”, a la que consideraban particularmente amenazada por la “altamente perjudicial” presencia china134. De otro lado, la estrategia científica de construcción nacional-racial de la Sociedad Eugénica Mexicana para el Mejoramiento de la Raza, también influyó en la formulación de los programas profilácticos, nutricionales, antialcohólicos y de educación sexual de diversas instituciones estatales como la Secretaría de Educación Pública, el Departamento de Salubridad Pública, la Dirección Antialcohólica de la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, así como de diversos estados de la república que como las anteriores instituciones mantenían representantes en la mesa directiva de ésta135.

En el gabinete presidencial, las Secretarias de Relaciones Exteriores y la de Gobierno mantuvieron posiciones opuestas con relación al “problema chino.” La última, sobre todo durante la dirección de Carlos Riva Palacio, se mantuvo dentro de la actitud antichina intransigente y militante inagurada por su predecesor Plutarco Elías Calles. Por su parte la primera de las nombradas sostuvo la postura de defensa de los intereses de los ciudadanos chinos siempre que estos se ajustaran al acuerdo establecido entre las dos naciones.

En la sociedad, encubierta por una atmósfera de amedrentamiento, violencia y linchamiento político las voces disidentes eran frecuentemente acalladas o descalificadas bajo acusaciones de traición a la patria y a la raza. Si bien en el ámbito local ocasionalmente funcionarios, periodistas, hombres de negocios y revolucionarios rechazaban los abusos, excesos y violencia en contra de los chinos, sus críticas no cuestionaban empero la naturaleza misma del antichinismo. El único actor político en la escena política durante el Maximato que abierta y activamente denuncio la raíz racista y xenofóbica de las campañas antichinas –como las anti-judías y anti-árabes—fue el Partido Comunista Mexicano136.


Maximato, crisis, consenso y expulsión

La expulsión de la comunidad china sonorense iniciada en 1931 se desarrollo teniendo como trasfondo una situación de equilibrio inestable determinada de un lado por los efectos de la crisis capitalista internacional, y del otro por los conflictos asociados con la resolución de lo que Arnaldo Córdova denomina como la “hegemonía compartida” entre callistas y obregonistas. En estas condiciones la denominada “campaña nacionalista” en contra de los chinos se constituyó en un factor de consenso para los impopulares regímenes del maximato. Aunque de alcance nacional estas acciones resultaron más exitosas en los estados de Sonora y Sinaloa debido a la estrecha coordinación entre el antichinismo organizado y el antichinismo estatal, en los cuales se logro entre 1931 y 1933 la virtual expulsión de la totalidad de sus comunidades chinas137.

Bajo el gobierno de Francisco S. Elías (1929-1931) los comités antichinos se instituyeron en lo que un líder antichino denomino como “el auxilio poderoso, conciente y necesario del gobierno” en su extirpación del “filibusterismo asiático.138” Proclamado por el antichinismo como su “general en Jefe”, durante la gubernatura de Elías se reformularon y reintrodujeron las leyes antichinas dictaminadas durante los años veinte. Por su parte Rodolfo Elías Calles --electo gobernador en 1931-- activa y entusiastamente dirigió la expulsión de los chinos del valle del Mante en Tamaulipas, en donde se desempeñaba como empresario agrícola y plantador azucarero en propiedades de su padre. Actitud antichina que sin reparos la comunico al cónsul estadounidense en Guaymas a los pocos días de su elección. Sin ocultar su asombre en su reporte al Departamento de Estado “este señalo que, “el señor [Rodolfo] Calles esta poseído de lo que podría considerarse como un virulento caso de sinofobia.” En el transcurso de la conversación Rodolfo Elías Calles le puso de manifiesto “los deseos e intenciones de su gobierno de que todos los chinos abandonaran Sonora tan pronto como fuera posible”139. No solo una actitud personal de antipatía racial o cultural, este antichinismo constituía más bien uno de los factores fundamentales de la estrategia de desarrollo capitalista y construcción nacional del callismo sonorense asentada en la agricultura de riego y en la consolidación de los herederos de los grandes empresarios revolucionarios como el sector dominante de su burguesía140. Desde esta perspectiva la presencia china se erigía como un doble obstáculo a su control absoluto del mercado interno y a sus pretensiones de establecer una nación racial y culturalmente homogénea.

En este sentido en el contexto político-cultural generado por los conflictivos y ambivalentes procesos de construcción nacional y formación estatal post-revolucionarios, el antichinismo contribuyo sobremanera a la gestación del lenguaje y mecanismos de conciliación que le permitieron al Maximato sortear su inestabilidad crónica. La representación del chino como una forma de pánico moral mediante su demonización histórica y cultural, y la propagación de racializadas interpretaciones del impacto de su presencia sobre la cultura, moral, salubridad y economía mexicanas se constituyeron en los vehículos ideológicos a través de los cuales se articularon retóricamente las crisis política y económica de los años treinta141. Así, para José A. Espinosa, “la causa principal” de la crisis que afectaba a Sonora residía en “los dos mil negocios [chinos] que empleaban a siete mil individuos.” Situación agravada –según “El Intruso” de Cananea–, por “la maldición eterna” de la meningitis y otras enfermedades como la tuberculosis y el beri-beri, “heredadas de los chinos que nos sirven los microbios en las mercaderías que nos venden”142. De manera semejante se expresó el diputado federal por Sinaloa, ingeniero Juan de Dios Batiz, quien en un debate parlamentario señaló que “el 95% de los chinos radicados en aquella entidad padecían sífilis, tracoma, beriberi o lepra”. Presencia china que, según Batiz, ineludiblemente conduciría a la “degeneración de nuestra raza”, de no restringirse “la hibridación” entre chinos y mexicanas143. Desde Tampico, el corresponsal de El Nacional Revolucionario aseveró que debido a sus “enfermedades, vicios y costumbres,” los chinos constituían un “peligro viviente” para el bienestar nacional144. Mas tajantemente un editorial del mismo periódico –vocero oficial del PNR—aseveró que la presencia de “extranjeros no deseables” afectaba “la salud nacional [...], la economía [...], la moralidad y [...] la eugenesia de la raza”145.

En la critica situación agravada desde mediados de 1931 con el colapso total de la minería y la ganadería y agricultura de exportación las “campañas nacionalistas” ofrecieron un terreno común sobre el que confluyeron las expectativas, intereses y ansiedades de las clases populares sonorenses, el antichinismo, el empresariado, el estado y su clase política. Las cinco mil plazas de trabajo que según el antichinismo se crearían con la aplicación de la “ley del 80%” contribuirían a aliviar tanto el problema del desempleo, como a mitigar los enfrentamientos –muchas veces violentos-- que se daban entre trabajadores sonorenses desocupados y los repatriados mexicanos y mexicano-americanos. De otro lado, la “nacionalización” del comercio de exportación de productos agrícolas en manos de grandes empresarios chinos favorecería la consolidación de su emergente burguesía agrícola representada por el mismo Rodolfo Elías Calles. Para el estado posrevolucionario y los más recalcitrantes nacionalistas con la expulsión china se sortearía uno de los mas serios impedimentos a la construcción de un estado-nación culturalmente homogéneo y la formación de ciudadanos saludables, limpios y libres de vicios, enfermedades e inmoralidades.

La escasa y poco entusiasta participación electoral (alrededor del 10% de los votantes inscritos) en la elección de su primer gobernador de las filas del recién creado PNR represento un acertado indicador de la situación de apatía y resignación predominante en la población sonorense. Estado de animo que además se manifestaba a través de una intensa “aprensión y ansiedad” sobre todo entre las clases trabajadoras sujetas a despidos masivos y precios elevados. Los aproximadamente 4000 trabajadores mineros despedidos representaban las tres cuartas partes del numero total de desempleados. Entre los servidores públicos los despidos alcanzaron a la cuarta parte de sus miembros a la vez que sus sueldos y salarios fueron reducidos entre el 20 y 25%. Además de sufrir 120 despidos los maestros estuvieron sin pago por cerca de cinco meses. Los bajos precios obtenidos por su ganado y cosecha de trigo en Arizona mantenía a rancheros y ganaderos en una situación “de miseria y desconcierto”146.

En estas circunstancias a fines de marzo de 1931, considerando “la afluencia continua de repatriados y gente sin ocupación” de otros estados de la Republica, a través de su Secretaria de Gobernacion, el gobernador Francisco Elias dispuso se hiciera efectivo el articulo 106 de la Ley de Trabajo y Prevision Social decretada en 1919. Dicho dispositivo establecía que toda empresa propiedad de extranjeros debería contar “cuando menos con 80% de trabajadores del país.” De la misma manera se reintrodujo el dispositivo que prohibía los matrimonios entre chinos y mexicanas. Con el respaldo unánime de la legislatura estatal --en desafío a su inconstitucional declarada con anterioridad por la Corte Superior de Justicia -- estas leyes fueron modificadas en términos estrictamente raciales. Así la Ley 31 o “ley de matrimonios” estipulaba la prohibición de matrimonios entre mujeres mexicanas con “individuos de raza china, aunque ostenten carta de naturalización”. De la misma forma en su nueva versión la “ley del 80%” indicó que no se consideraban nacionales a “los extranjeros que estén naturalizados mexicanos”. Otros dispositivos prohibian el trabajo de mujeres en establecimientos chinos; la creación de un sistema de registro, identificación fotográfica y control periódico. La aplicación del nuevo Código Sanitario por parte del representante de la Dirección General de Salud Pública creada en la ciudad de México el año de 1930 prohibía a comerciantes chinos la venta de verduras, pan y carne; la fabricación de nixtamal y el expendio de las medicinas utilizadas por los practicantes de medicina tradicional china. Los comerciantes chinos debieron además de soportar la arbitraria imposición de exorbitantes e ilegales impuestos147.

Medidas legales que se complementaban con las llamadas “acciones directas” de los comités antichinos consistentes en marchas, manifestaciones y boicots, dirigidos al amedrentamiento físico y sicológico de la comunidad china y de aquellas personas que se opusieran a sus actividades y a los cuales se les denominaba como “chineros”. Termino empleado para denigrar como traidores a la patria y a la raza a aquellos individuos asociados con la comunidad china, asi como para neutralizar a todos aquellos que no comulgaban con los propositos de las campañas nacionalistas o se mantenían al margen de estas148. En frecuentes y tumultuosos actos públicos los comités antichinos demandaban del gobierno federal la expulsión de la población china mediante la aplicación del artículo 33 constitucional aduciendo que su negativa a acatar la “ley del 80%” constituía un acto de rebeldía en contra del estado. Las acciones violentas de turbas armadas de palos y garrotes dedicadas a la destrucción y pillaje de los establecimientos chinos se convirtieron en fenómeno cotidiano. A los supuestos colaboradores con los chinos se les amenazaba con la publicación de “listas negras” y la aplicación de “la política del hielo”149. Por su parte las denominadas “guardias verdes”, apostadas en la entrada de los establecimientos chinos, se encargaban de hacer cumplir el boicot a decretado por los comités antichinos con el propósito de forzarlos a cumplir con la disposición de la denominada “ley del 80%”.

Con la denominación de sus cuerpos de choque como “guardias verdes”, en alusión a una popular organización política antiporfirista, el antichinismo apelaba a los sentimientos patrióticos regionales sonorenses. Establecido durante las elecciones municipales hermosillenses de 1901 con el nombre de Club General Francisco García Morales, el popularmente denominado “Club Verde”, en alusión al color de su distintivo político, opuso infructuosamente su propio candidato a la presidencia municipal de Hermosillo dominada por el suegro de Ramón Corral. Con esta denominación se rememoraba la trayectoria de un prestigioso militar y político sonorense de destacada participación en la derrota del filibustero Henry Crabb, las luchas contra los yaquis, la resistencia contra el régimen de la Intervención Francesa, y de reconocida honestidad política e inquebrantable apoyo a los principios federales. De esta forma inequívocamente el antichinismo inscribió sus propias acciones y objetivos dentro de la trayectoria representada por este ilustre sonorense. Así lo entendió José A. Espinosa al apuntar en un racializado discurso que “en las Guardias Verdes [del antichinismo] revivían las valerosas y patrióticas tradiciones” que impulsaron a los sonorenses a cortar “la rubia cabeza del conde Rousset d’Boulbon”, despedazar a balazos a las huestes [...] del “cowboy Crabb” y repeler a tiros los “batallones de chapopote del tío Sam en Nogales”150. Desde esta perspectiva, en la que el antichinismo se percibía como continuación del legado regional patriótico en contra de fuerzas foráneas, todos aquellos individuos que no se sumaran a sus esfuerzos fueron automáticamente calificados como “traidores” a la patria y a la raza. En esta categoría se incluían en primer lugar a todos aquellos individuos que de una u otra manera se encontraban asociados con los chinos o que defendieran sus derechos amenazados por el antichinismo. De allí que para Espinosa los “chineros” constituían “la última barricada donde se defiende nuestra nacionalidad,” ya que estos –continuó–, eran individuos carentes de “preocupaciones patrióticas ni anhelos de mejoramiento étnico”, debido a que al no combatir la presencia china “fayuqueaban a la madre patria”151.

Desde mediados de Abril, respaldados por la legislación antichina sonorense y la complacencia de las autoridades estatales, los comités antichinos –coordinados a través del denominado Comité Nacionalista Antichino de la Costa Occidental --se encargaron de la vigilancia y cumplimiento de estos dispositivos. La disposición de ocupar un 80% de trabajadores mexicanos –traducida por los comités en la exigencia de contratar cuatro mexicanos por cada chino—afecto mas severamente a los establecimientos mas pequeños y de menores recursos conducidos por uno o dos individuos. Sin posibilidades de incorporar mas trabajadores ni de pagar las altas multas por incumplimiento de la “ley del 80%” cientos de tenderos, vendedores ambulantes, peluqueros, hortelanos, carniceros, sastres, reparadores de calzado, dependientes y jornaleros debieron abandonar sus negocios y lugares de residencia. Súbitamente desamparados y sin fuente de ingresos muchos sufrieron arbitraria detención por considerárseles como vagabundos. Otros fueron despojados de sus modestas pertenencias y violenta e ilegalmente se les obligo a cruzar la línea fronteriza hacia los Estados Unidos152.

El aumento de impuestos a los negocios chinos en 200% entre Julio y Setiembre de 1931, aunado al boicot mantenido por las “guardias verdes,” también obligo al cierre de empresas y establecimientos comerciales de mayor envergadura en las poblaciones mas importantes del estado. Envalentonados por lo que percibieron como “la retirada estratégica” del comercio chino los comités nacionalistas aumentaron la presión dando plazo hasta el ultimo día de Agosto para que los comerciantes vendieran su mercancía y abandonaran el estado. Haciendo eco de esta actitud, durante su discurso de toma de posesión como gobernador de Sonora Rodolfo Elías Calles ominosamente anuncio que no toleraría un solo chino en el estado. Declaración que creo preocupación en el gobierno estadounidense abrumado de un lado por el creciente numero de refugiados e inmigrantes en su territorio, así como la inminente perdida de un importante mercado para sus productos introducidos en México a través de comerciantes chinos. En esas circunstancias, en aparente concesión a las preocupaciones estadounidenses así como a las presiones diplomáticas del gobierno chino a través de la Liga de Naciones y el Tribunal Internacional de Justicia, a los pocos días de asumir la gubernatura Rodolfo Elías Calles ordeno la desmovilización de los comités al mismo tiempo que nombro a uno de sus dirigentes como Inspector de Trabajo encargado precisamente de hacer cumplir la infame “Ley del 80%.” Asimismo extendió por dos meses el plazo para que los empresarios chinos se deshicieran de sus bienes y abandonaran territorio sonorense153. Los mas afortunados que mediante sobornos a las autoridades agilizaron la disposición de sus bienes, su salida del país y el envío anticipado de sus depósitos al extranjero, lograron una más decorosa pero no menos injusta deportación. Sin embargo, la gran mayoría de empresarios chinos –aún aquellos que cumplían con la “ley del 80% -- fueron despojados de bienes y propiedades. Mientras que aquellos con medios económicos obtuvieron libre transito hacia San Francisco para su repatriación hacia China, aquellos de menores recursos se dejaban apresaran con la esperanza de ser deportados hacia su país de origen. Aquellos que opusieron mas resistencia a abandonar territorio mexicano por sus propios medios fueron obligados a punta de pistola a cruzar la frontera internacional. Otros, provistos de amparos legales y con la asistencia y protección de vecinos, familiares y socios, desafiaron los dispositivos antichinos sonorenses y permanecieron en el estado154. Para fines del año de 1931 empero la mayoría de los miembros de la comunidad china, en la que se incluían a aquellos individuos naturalizados mexicanos, sus hijos nacidos en Sonora y sus esposas nacionales, habían abandonado el estado. Algunos regresaron a China, otros se relocalizaron en comunidades chinas de California, Perú, Hong Kong y otros se trasladaron a ciudades en otros estados, sobre todo en Ensenada y Mexicali en la Baja California, Guadalajara y la Ciudad de México155. Los más recalcitrantes reubicados en Agua Prieta y sus alrededores –debido a la actitud tolerante de su presidente municipal-- fueron finalmente expulsados durante la campaña antichina que recrudeció en Sonora, Sinaloa y Baja California el año de 1936.

Una consecuencia inmediata de la expulsión fue la desarticulación de los circuitos comerciales establecidos por los empresarios chinos en territorio sonorense. Circuitos que se extendían a través de la frontera con los Estados Unidos y llegaban hasta los estados vecinos de Chihuahua y Sinaloa. Privadas de sus principales abastecedores muchas poblaciones se vieron forzadas a establecer sistemas de trueque e intercambio para la adquisición de productos de primera necesidad. Sin sus más importantes contribuyentes después de las grandes compañías mineras, los ingresos de la hacienda pública disminuyeron sustancialmente. Como consecuencia del retiro masivo y repatriación de capitales chinos hacia bancos en China y los Estados Unidos el Banco de Sonora –la más importante institución financiera en el estado– así como el Sonora Bank and Trust Co. de Nogales tuvieron que cerrar sus puertas, mientras que las sucursales del Banco Refaccionario Occidente en Ciudad Obregón y Navojoa sufrieron la abrupta caída de sus operaciones. Una aproximación al impacto financiero-económico de la expulsión china la ofreció a mediados de 1931 el cónsul estadounidense en Nogales que estimo en 15 millones de pesos el monto de la inversión china en el estado, en 5 millones de pesos el valor de los deudas de mexicanos y en 2.5 millones de pesos las perdidas por concepto de saqueos y mercaderías abandonadas o rematadas debajo de su precio. Las expulsiones empero ofrecieron beneficios para algunos individuos, sobre todo aquellos con deudas pendientes con empresarios chinos, entre los que se encontraban prominentes generales-empresarios de los Valles del Yaqui y del Mayo156.

Las ventas de sus bienes a precios muy por debajo de su valor real impuestas a los comerciantes chinos la víspera de su extrañamiento permitieron a algunos comerciantes sonorenses incrementar ventajosamente sus inventarios así como sus propiedades inmuebles. Fue ese el caso de Alejandro Villaseñor, destacado empresario, dirigente antichino y presidente de la Cámara de Comercio de Nogales. Los despojos de unos 2,000 pequeños y modestos negocios –muchos de ellos previamente desvalijados y desprovistos de bienes de mayor cuantía-- se repartieron entre 1,454 sonorenses. Finalmente 77 industrias artesanales y talleres como panaderías, lavanderías, plantas de nixtamal y establecimientos de reparación de calzado fueron entregados a sonorenses desempleados157. Sin embargo mas que ganancias económicas o materiales, las grandes ganancias de la expulsión –que en mayor medida favorecieron a los lideres y dirigentes antichinistas – fueron sobre todo políticas. Si la apropiación de tierras públicas y privadas en los valles del Yaqui y del Mayo encumbró económica y socialmente a los grandes generales-empresarios, el despojo al empresariado chino le permitió a hombres de negocios y políticos estatales y locales de menor rango, poder e influencias hacerse de un lugar en la escena política. Posición desde la cual estuvieron en mejores condiciones para auparse dentro de la economía, estado y partido político oficial posrevolucionarios. Con su participación en las “campañas nacionalistas” antichinas estos individuos compensaron su carencia de méritos revolucionarios debida a su escasa o marginal participación en las acciones militares revolucionarias que marcaron precisamente el ascenso hegemónico de la “generación sonorense.” Su posterior participación como lideres y organizadores de campañas xenofóbicas en contra de otros “extranjeros indeseables” –judíos, sirios y palestinos en particular—a la vez que consolido su posición política también contribuyo al apuntalamiento de las “campañas nacionalistas” como una de las más efectivas tecnologías de control y movilización de masas del régimen posrevolucionario. En este sentido el antichinismo sonorense fue producto de la compleja interacción entre las tradiciones patriótico-regionales y los entendimientos raciales alimentados por las teorías del mestizaje en el contexto de la emergencia de la nueva ortodoxia revolucionaria durante las críticas décadas de 1920 y 1930.

Desde esta óptica, el antichinismo y su asociado entendimiento racial aparecen como elementos integradores entre las regiones y un estado central inmerso en la redefinición de su formación estatal e identidad nacionales. Con su regulación o normalización del mestizaje como estrategia de formación nacional y racial el antichinismo fortaleció a la vez la capacidad legitimadora del nuevo régimen. Al mismo tiempo tambien reforzó la predominancia de Sonora y su tipo “blanco-criollo” sobre las otras regiones del país identificadas en el jerarquizado entendimiento racial y cultural de las teorías del mestizaje con los tipos indígenas y mestizos. De allí que si bien el antichinismo compartía sensibilidades y entendimientos con las tradiciones e historias patrióticas regionales, también las compartía con las tradiciones jacobinas liberales subyacentes a las teorías del mestizaje y a la ideología revolucionaria aguaprietista. Visto desde la perspectiva y entendimiento raciales del antichinismo el denominador común entre las tradiciones culturales e intelectuales nacionales del mestizaje y la cultura fronteriza sonorense lo constituyó su compartido entendimiento de la nación moderna como una entidad fundamentalmente homogénea. En este sentido, el antichinismo sonorense no tuvo su origen del otro lado de la frontera internacional, sino que más bien, parafraseando a Alan Knight, constituyó un corolario natural de la ortodoxia revolucionaria, de sus teorías de mestizaje y de su indigenismo158.


    Resistencia china, Ciudadanía y Democracia

Desde el punto de vista de los expulsados, su extrañamiento de territorio mexicano significó el inicio de una larga, difícil, penosa, y muy poco documentada odisea que para muchos de estos y sus descendientes no culminaría sino hasta su retorno a su patria de elección el año de 1960. Año en el cual el presidente López Mateos, permitió la repatriación de 365 mexicanos de descendencia china. Las amargas, contradictorias y frustrantes experiencias de algunos de estos individuos ilustran además la naturaleza exclusionaria y restrictiva de las identidades construidas sobre bases étnico-raciales y confinadas a un determinado espacio territorial. Más importante aun estas también ponen en evidencia la emergencia entre miembros de la comunidad china de una identidad transnacional cuya ambigüedad se constituyo en un desafío al nacionalismo esencializante y homogenizante propugnado simultáneamente por los estados-nación chino y mexicano. Identificados con el lenguaje, la alimentación y con las costumbres cotidianas mexicanas, algunos de los expulsados en el suroeste de los Estados Unidos optaron por establecerse en los barrios mexicanos y no en los barrios chinos. Otros, a través de parientes, socios, amigos o compañeros de membresía en sociedades mutuas, organizaciones políticas o asociaciones secretas, se relocalizaron en comunidades chinas ultramarinas en Perú o en Cuba. A su vez las familias chino-mexicanas reestablecidas en Cantón –en momentos que el nacionalismo cultural chino alcanzaba su apogeo—también fueron despectivamente marginalizadas como “mexicanas”159 Esta embrionaria identidad transnacional asumida por algunos individuos de la comunidad china mexicana –de manera semejante a las experiencias de los pueblos indígenas—se desarrollo a contracorriente de la modalidad asumida por los emergentes estados-nación posrevolucionarios chino y mexicano encasillados dentro de una rígida y preestablecida identidad nacional. Sin haberse acuñado todavía el concepto de “minoría” estos individuos transnacionalizados – étnica y racialmente “chinos,” y “mexicanos” por sus preferencias culturales, uso del idioma castellano e identificación territorial -- no se ajustaban a las parámetros de identidades idealizadas a través de prototipos raciales y culturales (el mestizo en México, la etnia Han en China). Fue precisamente la ambivalencia y complejidad de esta identidad contrahegemónica (paradójicamente mestiza) y su potencial democrático la que se erigió amenazante al paradigma darwiniano de los estados-nación chino y mexicano.

Identidad híbrida chino-mexicana cuya génesis tuvo su punto de partida en la hispanización de los nombres chinos, las primeras uniones entre chinos y mexicanas, y el progresivo incremento de las naturalizaciones chinas entre las décadas de 1890 y 1910. Estas ultimas no solo sobrepasaron a las de otros grupos extranjeros sino que además fueron mas frecuentes entre los chinos asentados en Sonora160. Establecidos en el país y en la mayoría de los casos con esposas mexicanas muchos de estos individuos no solo adoptaron usos y costumbres sonorenses sino que además tambien construyeron su vida social y empresarial entre mexicanos161. Identidad compartida hecha evidente a través de los cientos de quejas, recursos de amparo, apelaciones judiciales, ocursos, suplicas y solicitudes dirigidos por miembros de la comunidad china a las autoridades locales y federales, tribunales de justicia y representantes diplomáticos chinos. Comunicaciones en las que tanto los ciudadanos chinos como aquellos naturalizados mexicanos y su descendencia chino-mexicana cuestionaban vehementemente las barreras legales que obstaculizaban su libre actividad empresarial, el ejercicio de sus derechos ciudadanos, y su participación en la cultura y sociedad mexicanas. Derechos y prerrogativas estipulados tanto en la Constitución federal de 1917 como en el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación establecido entre ambas naciones el año de 1899 en el que se reconocían a los chinos derechos semejantes a los concedidos a europeos y estadounidenses.

En carta a la Secretaria de Gobernación demandando el cumplimiento de los preceptos legales a que tenían los miembros de la comunidad china, Carlos Sing Gómez apuntó que “el simple apellido de un individuo [de descendencia china]” no debería ser razón para que se desconocieran sus derechos adquiridos por haber nacido en territorio mexicano. Mas aun en su misiva demando el mismo trato y oportunidades para participar en la vida económica y política como los que recibían en Sonora “los señores Hopkins, vecinos de Sinoquipe, hijos de padre ingles y madre mexicana; el señor diputado Florencio Frisby hijo de padre americano y madre mexicana ...y los señores Camou, Horvilleaur, Pellat y muchos otros hijos de padres franceses que figuran prominentemente en la Sociedad Sonorense y representan capitales inmensos”. Otros como fue el caso de Jesús Ye dedicado a la medicina herbolaria a pesar de haber mantenido su ciudadanía original, se consideraba “un 99% por ciento mas mexicano que chino”. En su suplica a la Secretaria de Gobernación –apoyada por un memorial firmado por cientos de vecinos del pueblo de Saric— ofreció un recuento de su trayectoria laboral y de su participación y la de sus hermanos en la azarosa vida política sonorense para justificar su derecho a permanecer en su patria de adopción. Combatiendo en el bando constitucionalista resulto herido en una pierna mientras que otros tres de sus hermanos –Miguel, Alfonso y Julián—murieron durante el combate de Agua Prieta entre callistas y villistas. Otro hermano –Luis—pereció peleando contra los Yaquis en El Bacatete162. En rechazo a la ley que intentaba confinarlos en “barrios especiales” en una extensa, bien argumentada y hasta cierto punto desafiante comunicación al gobernador de Sonora, los más prominentes empresarios chinos en Hermosillo manifestaron que dicho dispositivo legal contravenía “los sentimientos humanitarios y el espíritu democrático de la Constitución y todos los códigos del país.” Dispositivo que consideraron además como un atentado en contra de la protección a sus derechos y propiedades que en su condición de súbditos de “nación mas favorecida” garantizaba el Tratado Sino-Mexicano. En ese sentido demandaban el mismo respeto que se daba a otros extranjeros. Como lo plantearan retóricamente en su misiva: “¿Así se trata a los súbditos de la nación más favorecida? ¿Se trata así al francés, al americano, al ingles, al japonés? ¿Por qué esas diferencias terribles que solo se explican en tiempos de imperialismo y no de democracia?”. Otros, como el criador de caballos Rafael León de Altar, respondieron a las arbitrariedades y abusos de forma directa y en el más puro estilo sonorense. Notificado por las autoridades municipales de su inminente traslado al propuesto –mas nunca materializado-- “barrio chino” este manifestó pública y altaneramente su inconformidad con la ordenanza. Además a voz en cuello insistió en su derecho –como cualquier otro sonorense de residir en donde le viniera en gana. Desafiante amenazó a las autoridades con mudarse a la plaza central del pueblo –como efectivamente logro hacerlo. No contento con esto tambien entablo acción legal en contra de las autoridades municipales163. La denominada “ley de matrimonios” tambien concito un rotundo y airado rechazo por parte tanto de chinos como mexicanas. Fue el caso de una veintena de valerosas mujeres de Cananea que en una carta abierta –significativamente titulada “Sentir del pueblo sonorense”—se opusieron a esta particularmente indiscreta, entrometida y autoritaria disposición, argumentando que esta coactaba sus más elementales libertades164.

En resumidas cuentas estas acciones de resistencia, así como las demandas, suplicas y protestas configuraban una emergente, contra-narrativa de una mexicanidad asentada en la coexistencia pacifica y respetuosa de comunidades étnica y racialmente diferentes dentro de los parámetros del estado-nación mexicano. Como dejo de entrever la carta abierta de las mujeres antes mencionadas, su utilización de la primera persona en su forma plural denota su identificación con una presupuesta comunidad imaginada en contraposición a la que el nacionalismo oficial y su estado pretendían representar. Oficialismo cuya narrativa de construcción nacional giraba alrededor de un estado cuya intención era la de cubrir bajo su manto homogenizante dentro de un único prototipo nacional (“el mestizo”) a la gran diversidad cultural, étnica y racial mexicana. Perspectiva de formación y entendimiento nacionales que, debido a su falta de aceptación y reconocimiento de la posibilidad de existencia dentro de su jurisdicción de cualquier otra forma de comunidad, excepto la predeterminada en su propia ortodoxia, se ajustaba a lo que P. Chatarjee acertadamente ha denominado como “la narrativa universal del capital.” De esta manera el estado posrevolucionario sacrifico los derechos políticos y legales de ciudadanos mexicanos diferentes en aras de la mantención de una identidad nacional a través de la cual logro articular –y hegemonizar— el terreno ideológico en el que se dio la lucha por la (re)definición de las jerarquías y desigualdades de la formación social mexicana165.

Desde la óptica de un estado central inmerso en la redefinición simultanea de su propia formación y de la identidad nacional, el antichinismo y su asociado entendimiento racial se constituyeron en elementos integradores entre éste y las regiones. Con su regulación o normalización del mestizaje como estrategia de formación nacional y racial el antichinismo fortaleció a la vez la capacidad legitimadora del nuevo régimen. Al mismo tiempo tambien reforzó la predominancia de Sonora y su tipo “blanco-criollo” sobre las otras regiones del país identificadas en el jerarquizado entendimiento racial y cultural de las teorías del mestizaje con los tipos indígenas y mestizos. De allí que si bien el antichinismo compartía sensibilidades y entendimientos con las tradiciones e historias patrióticas regionales, también las compartía con las tradiciones jacobinas liberales subyacentes a las teorías del mestizaje y a la ideología revolucionaria aguaprietista. Visto desde la perspectiva y entendimiento raciales del antichinismo su entendimiento de la nación moderna como una entidad fundamentalmente homogénea se estableció como el denominador común entre las tradiciones culturales e intelectuales nacionales del mestizaje y la cultura fronteriza sonorense. En este sentido, el antichinismo sonorense no tuvo su origen del otro lado de la frontera internacional, sino que más bien, parafraseando a Alan Knight, constituyó un corolario natural de la ortodoxia revolucionaria, de sus teorías de mestizaje y de su indigenismo166. De otro lado, la lucha de aquellos inmigrantes y mexicanos de descendencia china por sus plenos derechos se constituyo como parte de la más amplia lucha democrática por la reformulación de la relación entre el estado y sus habitantes, y la ampliación y consolidación de sus derechos ciudadanos.


Fuentes y bibliografía

Archivos

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                  2. Mexico, College Point, Maryland.


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El Intruso, Cananea, Sonora.

El Machete, Ciudad de México.

El Nacional Revolucionario, Ciudad de México.

          1. El Observador, Hermosillo, Sonora.

Pro patria, Magdalena, Sonora

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*Profesor Asociado en el Departamento de Historia, City College, City University of New York.

1 Para una discusión de la relevancia e incidencia del antichinismo para el proceso de formación estatal y la ortodoxia nacionalista posrevolucionarias véase Gerardo Rénique, Anti-Chinese Racism, Nationalism and State Formation in Post-Revolutionary México”, Political Power and Social Theory, vol. 14, 2000, p. 91-140; así como Jorge Gómez Izquierdo, El movimiento antichino en México (1871-1934). Problemas del racismo y del nacionalismo durante la Revolución Mexicana, Ciudad de México, INAH, 1991.

2 Excepciones las constituyen el artículo pionero de Charles Cumberland, “The Sonora Chinese and the Mexican Revolution”, Hispanic American Historical Review, v. 40, núm. 2, May, 1960, p. 191-211, al igual que los comentarios de Moisés González Navarro (“Xenofobia y xenofilia”, Población y Sociedad en México, v. 2, Ciudad de México, UNAM, 1974, p. 57-130) y el emplazamiento crítico de Alan Knight, “Racism, Revolution and Indigenismo: Mexico, 1910-1940” en R. Graham (Coord.), The Idea of Race in Latin America, Austin, University of Texas Press, 1990, p. 71-114. De Jorge Trueba Lara, “La xenofobia en la legislación sonorense: el caso de los chinos” en Memoria XIII Simposio de Historia y Antropología de Sonora, Hermosillo, Universidad de Sonora, 1989, p. 341-373. De otro lado, por citar sólo un caso, en las ambiciosas y exhaustivas interpretaciones de la ideología, formación y crisis política del estado revolucionario de Arnaldo Córdova (La ideología de la Revolución Mexicana. La formación del nuevo régimen. Ciudad de México, Ediciones Era, 1973), el movimiento antichino brilla por su ausencia. De igual manera en su reciente y extensa biografía de Francisco Villa, Federich Katz (The life and times of Pancho Villa, Stanford, Stanford University Press, 1998), no hace mención a sus actitudes y actividades antichinas.

3 Entre 1960 y 1979 se produjeron 4 artículos académicos, una ponencia en el Simposio de Historia y Antropología de Sonora (SHAS), una tesis doctoral norteamericana y una tesis de licenciatura en México. Los artículos correspondieron en su totalidad a académicos norteamericanos, la mayor producción al respecto se verificó entre 1980 y 1991, cuando se produjeron la mayor parte de los artículos, así como un capítulo en la Historia General de Sonora, escritos por la norteamericana Evelyn Hu-deHart; 2 artículos de divulgación y 4 ponencias en los SHAS compartidos entre José Luis Trueba Lara y Jorge J. Gómez Izquierdo. Este último es asimismo autor del único libro al respecto publicado en 1991. De ese año a la fecha el movimiento antichino sonorense recibió atención en una sola ponencia el año de 1998. Véanse también Cumberland, Op. Cit; Gordon Krutz, “Chinese Labor, Economic Development and Social Reaction”, Ethnohistory, v. 18, núm. 4, 1971, p. 321-333; Leo M. D. Jacques, The Anti-Chinese Campaign in Sonora, Mexico, 1900-1931, Ph. D. Dissertation, Tucson, University of Arizona, 1974; Leo M.D. Jacques, “Have Quick More Money Than Mandarins: The Chinese in Sonora”, Journal of Arizona History, v. 17, summer 1976, p. 208-218; Patricia Figueroa, El movimiento antichino en México, 1916-1935. Un caso de racismo económico, tesis de licenciatura en Relaciones Internacionales, México, UNAM, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 1976; James Thomas, “Los chinos en Arizona y el norte de México, 1880-1937” en Memoria del IV Simposio de Historia y Antropología de Sonora, Hermosillo, Universidad de Sonora, Instituto de Investigaciones Históricas, 1980, p. 191-211; Philip A. Denis, “The Anti-Chinese Campaigns in Sonora, Mexico”, Ethnohistory, v. 26, Winter 1979, p. 65-80; Evelyn Hu-deHart, “Immigrants to a Developing Society”, en Journal of Arizona History, v. 21, Autumn 1980, p. 49-86; Evelyn Hu-deHart, “Racism and Anti-Chinese Persecution in Sonora, Mexico 1876-1932”, Amerasia, v. 9, n. 2, 1982, p. 1-28; Evelyn Hu-DeHart, “El desenvolvimiento de los chinos en Sonora” en Historia General de Sonora, v. IV, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1985, p. 195-211; José Luis Trueba Lara, “Los chinos en Sonora: Una historia olvidada” en Memoria del XII Simposio de Historia de Sonora, Hermosillo, Universidad de Sonora, Instituto de Investigaciones Históricas, 1987, p. 1-26; Jorge Gómez Izquierdo, “El nacimiento del prejuicio antichino en México, 1871-1932”, Antropología, núm. 12, enero-febrero, 1987, p. 21-25; Evelyn Hu-DeHart, “Coolies, Shopkeepers, Pioneers: The Chinese of Mexico and Peru, 1849-1930”, Amerasia, v. 15, n. 2, 1989, 91-116; Jorge Gómez Izquierdo, “Braceros chinos y racismo. El movimiento antichino en Sonora, 1880-1934”, La Cultura en México, núm. 1328, 17 sept. 1987, p. 51-54; Jorge Gómez Izquierdo, “El movimiento antichino en Sonora, 1880-1933” en Memoria del XII Simposio de Historia de Sonora, v. 2, Hermosillo, Universidad de Sonora, Instituto de Investigaciones Históricas, 1988, p. 143-163; José Luis Trueba, La xenofobia en la legislación sonorense: el caso de los chinos”, en Memoria del XIII Simposio de Historia de Sonora, v. 1, Hermosillo, Universidad de Sonora, Instituto de Investigaciones Históricas, 1989, p. 341-373; Jorge Gómez Izquierdo, El movimiento antichino en México. 1871-1934. Problemas del racismo y del nacionalismo durante la Revolución Mexicana. México, INAH, 1991; Everardo Santillán, “Comercio chino versus comercio sonorense. Historia de un conflicto en la región del Mayo, 1921-1930” en Memoria del XXIII Simposio de Historia y Antropología de Sonora, Hermosillo, Universidad de Sonora, Instituto de Investigaciones Históricas, 1998, p. 33-43. Para un análisis de un movimiento racial antichino de derecha véase: Ricardo Pérez Monfort, Por la Patria y por la raza. La derecha secular en el sexenio de Lázaro Cárdenas, México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 1993.

4 Jeffrey Gould, To Die in this Way. Nicaraguan Indians and the Myth of Mestizaje, 1880-1965, Durham, Duke University Press, 1998.

5 Knight, Op. Cit.

6 Para una discusión de raza y hegemonía véase Michael Omi y Howard Winant, Racial Formation in the United States. From the 1960s to the 1990s, London, Routledge, 1994. Para reconsideraciones del rol de la raza en la construcción del mestizaje, las identidades nacionales y la formación estatal en América Latina véase, Aline Helg, Our Rightful Share. The Afro-Cuban Struggle for Equality, 1886-1912, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1995; Ada Ferrer, Insurgent Cuba: Race, Nation and Revolution, 1868-1898, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1999; Greg Grandin, The Blood of Guatemala. A History of Race and Nation, Durham, Duke University Press, 2000; Marisol de la Cadena, Indigenous Mestizos. The Politics of Race and Culture in Cuzco, Peru 1919-1991, Durham, Duke University Press, 2000.

7 Carlos Monsiváis, “'Just Over That Hill': Notes on Centralism and Regional Cultures” en Eric Van Young (ed.), Mexico’s Regions: Comparative History and Development, San Diego, University of California, Center for U.S-Mexican Studies, 1992, 247.

8 Federico Gamboa, Diario, 1892-1939, Ciudad de México, Siglo XXI, 1977, citado por Héctor Aguilar Camín, La frontera nómada: Sonora y la Revolución Mexicana, Ciudad de México, Siglo XXI, 1984.

9 Jean Meyer, Estado y Sociedad con Calles, Mexico, El Colegio de México, 1981, p. 201-203.

10 Eric Hobsbawn, Nations and Nationalism Since 1780. Programme, Myth and Reality. Cambridge, Cambridge University Press, 1990, p. 133.

11 Bryan Roberts, “The Place of Regions in Mexico” en Eric Van Young (ed.) Mexico’s Regions. Comparative History and Development, San Diego, University of California, Center for U.S-Mexican Studies, 1992, p. 227-245. Véase también Barry Carr, “Las peculiaridades del norte mexicano, 1880-1927”, Historia Mexicana, v. XXII, 1973, p. 32-46 y sobre todo Miguel Tinker Salas, In the Shadow of the Eagles: Sonora and the Transformation of the Border During the Porfiriato, Berkeley, University of California Press, 1997.

12 Para una discusión de la ideología del honor fronteriza véase Ana María Alonso, Thread of Blood, Colonialism, Revolution and Gender on Mexico’s Northern Frontier, Tucson, University of Arizona Press, 1995.

13 Para otras descripciones de la naturaleza de la población sonorense y una discusión de la relación entre la población indígena y el progreso del estado, véase Carlos Espinosa de los Monteros, Exposición que sobre las provincias de Sonora y Sinaloa escribió su diputado, México, Imprenta de Mariano Ontiveros, 1823. También José Agustín Escudero, Noticias estadísticas de Sonora y Sinaloa, México, Tipografía de Rafael, 1849 y Ramón Corral, “Las razas indígenas de Sonora” en Obras Históricas, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1959, p. 195-260.

14 Para una discusión de conceptos lamarckianos y neolamarckianos en México véase Nancy Stepan, The Hour of Eugenics. Race, Gender, and Nation in Latin America, Ithaca, Cornell University Press, 1991, p. 55-58, 128-133 y Roberto Moreno (comp.) La polémica del darwinismo en México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1989, p. 17-42.

15 Corral, Op. Cit.

16 Corral, Op. Cit.

17 Corral, Op. Cit.

18 “Raza e Inmigración” (editorial), El Tráfico, Guaymas, 1 de julio 1899.

19 Citado en Ignacio Almada Bay, Maytorenismo, rebelión indígena y violencia social, en Memoria XVII Simposio de Historia y Antropología de Sonora, v. 2, Hermosillo, Universidad de Sonora, Instituto de Investigaciones Históricas, 1992, p. 19-78. Para impacto de la acogida durante el Porfiriato y continuidad en el período posrevolucionario del entendimiento racial de Corral véase, Federico García y Alva, México y sus progresos. Album-directorio del Estado de Sonora, Hermosillo, Imprenta Oficial, 1905-1907, sección Sonora y sus razas, s.f, s.p; Pedro N. Ulloa, El estado de Sonora y su situación económica al aproximarse el Centenario de la Independencia Nacional, Hermosillo, Imprenta del Gobierno del Estado, 1910; Raúl E. Vásquez, Geografía de Sonora, México, Editorial Pluma y Lápiz, 1941, p. 38-46, donde finaliza su capítulo sobre la población sonorense, apuntando al “marcado odio al blanco” mantenido por los Yaquis “hasta la fecha” y advirtiendo que “hombres, mujeres y niños indefensos” continuaban siendo “blancos de sus instintos negativos”.

20 Jack Chen, The Chinese of America, New York, Harper and Row, 1980, p. 40-47 y Alexander Saxton, The Indispensable Enemy. Labor and the Anti-Chinese Movement in California, Berkeley, University of California Press, 1971, p. 258.

21 Hum Lee, The Chinese in the United States of America, Hong Kong, Oxford University Press, 1960, p. 335-336.

22 Pedro Castillo y Albert Camarillo, Furia y Muerte: Los Bandidos Chicanos, Monograph n. 4, Los Angeles, Aztlán Publications, 1973, p. 33-51; Irineo Paz, Life and Adventures of the Celebrated Bandit Joaquin Murrieta. His exploits in the State of California, Chicago, 1925. Mientras que ambos bandidos eran conocidos por su disgusto contra los chinos, éste último autor considera a García como un “asesino natural de chinos”. Para una interesante discusión de las motivaciones detrás de esta intensa animosidad mexicana en contra de los chinos en California, véase Gunther Barth, Bitter Strength: A History of the Chinese in the United States, 1850-1870, Cambridge, Harvard University Press, 1964, p. 143-144.

23 Durante el verano de 1849 entre 10,000 y 15,000 sonorenses (7% de la población de la entidad) se dirigieron a los placeres de oro californianos. Para una discusión de la naturaleza de la fuerza laboral fronteriza véase, F. Katz, “Labor Conditions on Porfirian Haciendas: Some Trends and Tendencies”, Hispanic American Historical Review, v. 54, 1974, p. 1-47. Para las tempranas influencias ideológicas en los trabajadores emigrantes Mexicanos en los Estados Unidos véase, Juan Gómez Quiñónez y David Maciel, Al Norte del Río Bravo (Pasado Lejano 1600-1930), México, Siglo XXI, 1981, 74 et passim. Para el Partido Liberal Mexicano, véase Moisés González Navarro, Los extranjeros en México y los mexicanos en el extranjero, 1821-1970, México, El Colegio de México, 1994, p. 175-176. El Programa del Partido Liberal Mexicano de 1906, en Manuel González Ramírez, Planes políticos y otros documentos, México, SRA-CEHAM, 1981, p. 3-29. Debido a su giro hacia la izquierda y su énfasis en la responsabilidad del capitalismo internacional en provocar la discordia entre los trabajadores, esta cláusula antichina fue eliminada en su nuevo programa de 1909. Sobre la centralidad del racismo antichino en la gestación de la conciencia y organización obreras en California, véase Alexander Saxton, The Indispensable Enemy. Labor and the Anti-Chinese Movement in California, Berkeley, University of California Press, 1971, también del mismo autor The Rise and Fall of the White Republic. Class Politics and Mass Culture in Nineteenth Century America, London, Verso, 1990, p. 293-320. Para un análisis de la relación entre raza, racismo y conciencia obrera véase David R. Roediger, The Wages of Whiteness: Race and the Making of the American Working Class, London, Verso, 1991.

24 Cumberland, Op. Cit.

25 Véase Juan Manuel Romero Gil, “Los chinos en el Pacífico: los orígenes 1870-1900”, en Jorge Verdugo y Víctor A. Vélez (comp.); Historia y Región. Memoria X Congreso de Historia Regional de Sinaloa, Culiacán, s.f; así como Jorge Gómez Izquierdo, “El nacimiento del perjuicio antichino en México, 1877-1932” en Antropología, n. 12, enero-febrero, 1987, p. 21-25.

26 El Tráfico, “Los chinos en México”, 8 febrero 1899.

27 El Tráfico, “A propósito de los chinos”, 11 febrero 1899

28 Para una discusión de Japón y los japoneses en el entendimiento racial porfiriano vease, M. Gonzalez N. Los extranjeros en México, 178-184.

29 El Tráfico, “El problema nacional”, 29 septiembre, 1895 y en Ibidem, “Sonora en el siglo XX”, 5 enero 1900.

30 El Tráfico, “La maldición de México”, 7 enero 1901; véase también “La peste amarilla” del 7 diciembre 1900.

31 El Tráfico, “Razas fuertes”, 14 noviembre 1898 y “Sajones y Latinos”, 19 febrero, 1900. Contra las esperanzas de El Tráfico, la inmigración de “razas fuertes” a Sonora nunca se hizó realidad. Ante tales circunstancias, y sobre todo ante el incremento de la población china, terminó promoviendo la inmigración española. Aunque considerada como raza contaminada de elementos “moriscos o africanos” se asumió preferible a los “degenerados, avaros y miserables” chinos. Véase, El Tráfico, “Más colonos. Los soldados españoles de Cuba prefieren venir a México”, 25 octubre 1898 y en Ibidem, “Que vengan a Sonora”, 27 octubre 1898.

32 El Tráfico, “Los chinos y sus matrimonios con mexicanas”, 18 enero 1900, y en Ibidem, ”La inmigración asiática, la cuestión racial y nuestras relaciones con China” del 5 marzo 1900.

33 Para una discusión del surgimiento de las teorías modernas de salubridad pública y su relación con el antichinismo véase, Stuart C. Miller, The Unwelcome Immigrant. The American Image of the Chinese, 1785-1882, Berkeley, University of California Press, 1969, 160 et passim.

34 Las notas y comentarios respecto al chino como problema sanitario eran notoriamente abundantes, en particular véase ediciones de El Tráfico para los días 13 octubre 1895, 28 noviembre 1898, 16 diciembre 1898, “La higiene de los chinos (!!!)”, 29 marzo 1899. Los argumentos patriótico-genéticos y de salubridad pública sirvieron de argumento para justificar las demandas de creación de barrios chinos y la prohibición de matrimonios entre chinos y mexicanas. Véase “Barrio Chino”, 2 marzo 1899 y ediciones del 3, 6 y 9 de marzo del mismo año, también “Los chinos y sus matrimonios con mexicanas”, editorial del 18 enero de 1901.

35 El Trafico, “Cruzada contra los chinos”, 9 marzo de 1899; “Un grito de alarma”, 1 marzo de 1899; “Los chinos”, 2 marzo de 1899; “Sobre los chinos” 6 marzo de 1899; “Pro bono publico”, 7 marzo de 1899; “No más chinos” 8 marzo de 1899; “Contra los chinos”, 11 marzo de 1899; “Los chinos” 6 junio de 1899; “Los chinos en salmuera”, 23 enero de 1901; “Un llamamiento a la prensa de Sonora”, 22 mayo de 1901; “La cruzada de la prensa contra los chinos”, 27 mayo de 1901; “La campaña antichina”, 5 junio 1901; “Los chinos matarán al comercio. Una amenaza para el estado”, 16 junio de 1901.

36 González Navarro, Op. Cit; 1974, p. 59, 60.

37 Prueba de esta apreciación popular hacia los chinos son las numerosas cartas que en su apoyo se enviaron a las autoridades estatales y federales a raíz de los intentos de implementación de legislación antichina. Además de dar cuenta de las cualidades personales de los individuos sujetos a la acción del estado, en su gran mayoría en estas comunicaciones se remarcaba su importancia ya como “médicos” ya como únicos comerciantes en sus respectivas poblaciones. Véase por ejemplo: Quejas contra autoridades por la ley antichina de 1917, Archivo del Gobierno del Estado de Sonora (en adelante AGES), t. 3139. Para el impacto de los comerciantes chinos en el comercio local véase también las obras citadas de Miguel Tinker Salas y Evelyn Hu-deHart. Para una discusión de la presencia china y la “cultura de distinción”, en John Kuo Wei Tchen, New York Before Chinatown. Orientalism and the Shaping of American Culture, 1776-1882, John Hopkins University Press, 1999.

38 Federico García y Alva, Album-Crónica de las Fiestas efectuadas en Sonora en Honor del Señor Vice-presidente de la Republica Ramón Corral y de la señora Amparo V.E. de Corral. Obra escrita por encargo y con apoyo del Comité de Recepción en Hermosillo, Hermosillo, 1905; también El Trafico, 15 febrero 1889.

39 Alan Knight. U.S.-Mexican Relations, 1910-1940. An Interpretation. San Diego, Center for US-Mexican Studies, 1987.

40 Reportes consulares en National Archives-Records of the Department of State Relating to the Internal Affairs of Mexico, 1910-1929. (NARA-Mex), Microcopy 274. Como principal fuente de ingresos fiscales a través de impuestos de exportación y durante el período constitucionalista como fuente de préstamos, las grandes empresas mineras en Sonora no fueron mayormente afectadas. Para una discusión de la diferencia entre patriotismo político, nacionalismo económico y xenofobia véase A. Knight, Us-Mexican Relations, 32-69.

Caso contrario fue el de la propiedad agrícola controlada por capitales norteamericanos, como fue el de la irrigación del Valle del Yaqui propiedad de la Richardson Construction Company. Su nacionalización obedeció más que nada al interés de políticos constitucionalistas, en particular Álvaro Obregón, de apropiarse de estas tierras. Sobre la política del constitucionalismo hacia la propiedad norteamericana en Sonora véase Héctor Aguilar Camín, La Frontera Nómada. Sonora y la Revolución Mexicana, México, Siglo XXI, 1988, 406 ss; 415.ss. También A. Knight, The Mexican Revolution, Lincoln, University of Nebraska Press, 1986. Vol. 2, 412.

41 Juan M. Romero, , Las minas de Sonora durante la Revolución: Nacionalismo regional contra inversionistas extranjeros 1911-1918 en XVI MSHAS, 1993, 435-456. El límite de este impulso nacionalista regional expresado en el popular slogan de la época “México para los mexicanos,” era compartido tanto por la mayoría del proletariado minero como por los políticos constitucionalistas. Un impulso nacionalista popular antiimperialista tuvo un desarrollo más restringido sobre todo en algunos sectores más radicales del magonismo y entre trabajadores influenciados por organizaciones socialistas estadounidenses

42 Se estima que entre 1910 y 1916, más de cien chinos fueron asesinados en todo el estado de Sonora, véase Hu-deHart, La Comunidad china, 203. Si bien en cifras absolutas en todo el país los estadounidenses fueron asesinados en mayor numero (550), en números relativos ese lugar correspondió a los árabes (7.25% de los nacidos en países árabes según el censo de 1910); los chinos ocuparon el segundo lugar tanto en números absolutos (471) como en relativos (3.5%); los 209 españoles asesinados representaron el tercer lugar en cifras absolutas y en relativas ese lugar correspondió a los estadounidenses. Según el Censo de 1910 el numero de Árabes nacidos en el extranjero ascendía a 1,531, los Chinos a 13,203, los españoles a 29,409 y los Estadounidenses a 20,633. Moisés González Navarro, Población y Sociedad en México, Vol.2, México, UNAM, 1974, cuadro n. 34, p. 79, 74-86.

43 Los reportes de asesinatos de chinos durante el ano de 1913 en Minas Prietas, Cananea, Torin y Nogales en Archivo General de la Nación (AGN- Gobernación - Periodo Revolucionario), Caja 15 (mayo 1916), varios expedientes. Para agresiones físicas, incendios y bombas contra establecimientos y viviendas chinas en Nacozari véase, Archivo Histórico General del Estado de Sonora (AHGES) T. 3141 (1917) y T. 3138(1917) P. Yánez a J.M. Arana 10 oct. 1917; Para Cocorit AHGES T. 3061 (1916) para acciones de Villistas, Yaquis y Maytorenistas en contra de chinos véase Charles Cumberland, The Sonora Chinese, 191-211. Para la matanza de Torreón véase Juan Puig, Entre el río Perla y el Nazas. La China decimonónica y sus braceros inmigrantes, la colonia china de Torreón y la masacre de 1911, México, CONACULTA, 1992, 173-228.

44 Knight, Mexican Revolution, 436-9.

45 Informe que rinde al H. Congreso del Estado el Gobernador Provisional de Sonora C. Adolfo de la Huerta para el periodo comprendido entre el 19 de Mayo de 1916 al 18 de Junio de 1917. Hermosillo, Imprenta del Gobierno del Estado, 1917. Véase Antonio G. Rivera, La Revolución en Sonora, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1981, 421-426; Enrique Krauze, Plutarco Elías Calles. Reformar desde el origen, México, FCE, 1995, 29-37; Martínez Assad, También, Tierra y libros para todos. Programa de gobierno del Gral.Plutarco Elías Calles, Nacozari, Talleres de Imprenta de Gregorio Moreno, 1915.

46 Hoja volante anunciando creación de la Junta de Hombres de Negocios de Magdalena, 5 de febrero de 1916 en Archivo José María Arana (en adelante AJMA) depositado en la Special Collections, Library of the University of Arizona, Tucson. Recuento de la entrevista con Calles en J.M. Arana, “Borrador y notas al margen del Informe del Gobernador Cesáreo Soriano,” 4 abril 1918, en AJMA. Véase también, “Memorial José M. Arana anunciando el establecimiento Junta Hombres de Negocios,” AHGES, T. 3086 (1916)

47 Hoja volante, Discurso de José Maria Arana en Cananea, 29 abril de 1916, en AHGES T.3083 (1916) Campaña Antichina.

48 José Ángel Espinosa, El Problema Chino en México, México, 1931, 35-6. Después de Arana Espinosa fue el “intelectual orgánico” antichino más importante e influyente.

49 Los regímenes de Garrido, Alvarado y Portes Gil en Tabasco, Yucatán y Tamaulipas compartían un furibundo anticlericalismo con una actitud paternalista y modernizante hacia las clases trabajadoras a las que intentaban transformar mediante campañas educativas, sanitarias, higiénicas y antialcohólicas. Ojo Alvarado y antichinismo. (Paoli, Martínez, Alvarado Mendoza) también La Reconstrucción de México.

50 Arana, Discurso. Sin aparente relación con Arana y su grupo, en diciembre de 1915 un grupo de vecinos del pueblo de Cocorit logro que el Ayuntamiento decretara la “colonización” de los chinos en un barrio exclusivo localizado fuera del centro de la población. AHGES T. 3061, 1916.

51 “Reseña de la Conferencia dada por Serapio Dávila en Cananea,” ProPatria, 5 setiembre 1917. Vol. I, n.7.

52 A.B. Salazar a J.M. Arana, Cananea 16 de Agosto de 1916. AJMA; Reinaldo Villalobos a J.M. Arana, Culiacán 4 de Mayo de 1916. “Correspondencia 1917-1919,” AJMA. Himno en ProPatria, 26 agosto 1917.

53 Micaela Dorado a J.M. Arana, Magdalena, 22 octubre 1917, AJMA; Carta de Coronado en ProPatria, 26 agosto 1917, Vol. I, n.6. Nota manuscrita de García (“Es peligroso el roce de chinos y mexicanas”) en AJMA. Información respecto al fallido matrimonio en Francisco Ibáñez a J.M. Arana, Nacozari, 20 octubre 1917; Manuela Santa Cruz Vda. De Acuña a J.M. Arana, Tepache, 9 noviembre 1917; Francisco Ibáñez a JM. Arana, 16 noviembre 1917, en AJMA. “Carta de un urense anónimo” en ProPatria, 5 setiembre 1917, Vol. I, n.7.

54 “Escasez de hombres” –como se le denominaba localmente—percibida tres años antes por el joven Martín Luis Guzmán quien comisionado por la jefatura constitucionalista con la organización de un baile en honor de Venustiano Carranza en Magdalena, con sorpresa comprobó que, “descontados los chinos,” no existían en el poblado varones en “estado de casarse.”Martín Luis Guzmán, El águila y la serpiente, Porrua, México, 1995, 66-67.

55 Vease, Felipe Cortez, Sonora y Sinaloa recogen los frutos de la campaña Anti-China iniciada por Jose Maria Arana y consumada por Felipe Cortéz G. de 1919 a 1930. Reseña. Hermosillo, 1943.,p. 16-19. Véase también J.A. Espinoza, El problema, p.167-175 (Capitulo XVIII: Las chineras)

56 Introducción de Roberto Blancarte (compilador) Cultura e identidad nacional. Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 1994, 19-20. También véase Ricardo Pérez Monfort, “Una región inventada desde el centro. La consolidación del cuadro estereotípico nacional” en Estampas de nacionalismo popular mexicano. Ensayos sobre cultura popular y nacionalismo, Ciudad de México, CIESAS, p.113-135.

57 Agustín Basave Benítez. México mestizo. Análisis del nacionalismo mexicano en torno a la mestizofilia de Andrés Molina Enríquez, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 123 ss.

58 Véase Alan Knight, “Racism, Revolution and Indigenismo, Mexico, 1910-1940” en R. Graham (compilador), The Idea of Race in Latin America, Austin, University of Texas Press, 1990, p. 71-114.

59 Descripciones de “surianos” y “norteños” en Agustín Cassasola, Historia gráfica de la Revolución Mexicana, Ciudad de México, 1940. Vol. II, cuaderno # 10, 878-881.

60 A. Knight, The Mexican Revolution, 367-8; John Womack, Zapata and the Mexican Revolution, New York, Alfred Knopf, 1969, 100, 142. Referencia a semejanza entre Obregón y Cortéz en Enrique Krauze, Álvaro Obregón, El vértigo de la victoria, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 1995, 33. Comentarios de Obregón en José María Maytorena, Algunas verdades sobre el general Álvaro Obregón, Los Ángeles, El Heraldo, 1919, 78.

61 Sentimiento antisonorenses acuciosamente recogidos entre otras en las novelas de Agustín Yánez, Al Filo del Agua, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica y Elena Garro, Los recuerdos del porvenir, Ciudad de México, Joaquín Mortiz, 1997.

62 José Vasconcelos, Ulises Criollo (2da parte) México, SEP, 1983 295-296. Para un resumen de estos entendimientos y perspectivas centralistas véase Miguel Tinker Salas, In the Shadow of the Eagles, Berkeley, University of California Press, 1997. Ricardo Pérez Monfort, Estampas de Nacionalismo Popular Mexicano,México, CIESAS, 1994, especialmente p.113-135.

63 José Vasconcelos, Breve Historia de México, México, Trillas, 1997, p.355. En contraste Calles, del que pone énfasis en su arbitrariedad y violencia, fue descrito como de tipo “sirio-libanés.” Op.cit.,p. 367.

64 Francisco Javier Clavijero, Historia Antigua de México, Ciudad de México, Porrua Editores [1780-1], 1974. Considerado como un “acto de independencia intelectual vis a vis los eurocéntricos y racistas análisis y perspectivas de México y del Nuevo Mundo en uno de sus apéndices Clavijero recurrió a los mismos conceptos y criterios criticados en su trabajo para rechazar a africanos y asiáticos como factores en la creación de la nación mexicana.

65 Para la historia de las ideas durante el Porfiriato véase Leopoldo Zea, Apogeo y decadencia del positivismo en México, Ciudad de México, El Colegio de México, 1944. Para evaluaciones críticas de los debates del “problema del indio” véase T.G. Powell,” Mexican Intellectuals and the Indian Question, 1876-1911”, Hispanic American Historical Review, vol. XLVIII, 1968, p. 19-36; Dirk Raat, “Los intelectuales, el positivismo y la cuestión indígena”, Historia Mexicana, Vol. XX, 1970, p. 412-427; Marin Stabb, “Indigenism and Racism in Mexican Thought: 1857-191”, Journal of Inter-American Studies, vol. 9, 1959,p. 405-423. Véase también Juan Villoro, Los grandes momentos del indigenismo mexicano, Ciudad de México, El Colegio de México, 1960.

66 Agustín Basave Benítez, México mestizo. Análisis del Nacionalismo mexicano en torno a la mestizofilia de Andrés Molina Enríquez, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 23-25. Véase también D.A. Brading. “Darwinismo social e idealismo romántico. Andrés Molina Enríquez y José Vasconcelos en la Revolución Mexicana”, en Mito y profecía en la historia de México, Ciudad de México, Vuelta, 1988, p. 172-205.

67 Andrés Molina Enríquez, Los grandes problemas nacionales (1909) y otros textos, prologo de Arnaldo Córdova. Ciudad de México, Ediciones Era, 1983, p. 394.

68 Andrés Molina Enríquez, La revolución agraria en México, México, INEHRM, 1985,p. 91 ss; A. Molina E. “Aspectos de la cuestión agraria (Discurso, abril 1924)” en A, Basave, México mestizo, p. 73.

69 David A. Brading, “Manuel Gamio and Official Indigenismo in Mexico”, Bulletin of Latin American Research, Vol. 7, 1988, p. 75-89.

70 Manuel Gamio, Forjando Patria, Ciudad de México, Porrua, 1992.

71 Para cumplir con este propósito Gamio convocó al establecimiento de instituciones de investigación antropológica, lingüística, etnográfica, arqueológica y folklórica, con la perspectiva de “engrandecer, fortalecer y fijar las nacionalidades de América.” Tareas reservadas al antropólogo dirigidas a la “preparación del acercamiento racial, de la fusión cultural, de la unificación lingüística y del equilibrio económico de [las] agrupaciones [indígenas], las que solo así formaran una nacionalidad coherente y definida y una verdadera patria.” Manuel Gamio, La Población de Teotihuacan, México, Instituto Nacional Indigenista, 1979. 5 Vols. (Edición facsimilar original 1922) Intro. Eduardo Matos Moctezuma, Vol.1, xi

72 Manuel Gamio, Hacia un México nuevo, México, INI, 1987, p. 228-229. M. Gamio, La población de Teotihuacan, Vol.1, xix-xx.

73 Plutarco Elías Calles actuó como gobernador provisional durante 1915-1916 y 1917-1919 siendo reemplazado por De la Huerta entre 1916 y 1917. Al año de ser elegido gobernador del estado De la Huerta abandono la posición para ocupar la presidencia provisional a la que fue nombrado por la victoriosa rebelión de Agua Prieta.

74 Véase Carlos Martínez Assad, El laboratorio de la revolución. El Tabasco garridista, Ciudad de México, Siglo XXI, 1979.

75 Adolfo de la Huerta, Informe que rinde al H. Congreso del Estado el gobernador provisional de Sonora C. Adolfo de la Huerta para el período comprendido entre el 19 de mayo de 1916 a junio de 1917, Hermosillo, Imprenta del Gobierno del Estado, 1917 y Plutarco Elías Calles, Tierras y libros para todos. Programa del gobierno del general Plutarco Elías Calles, Nacozari, Talleres de Imprenta de Gregorio Moreno, 1915.

76 Philip Corrigan & Derek Sayer, The Great Arch: English State Formation as Cultural Revolution, Oxford, Basil Blackwell, 1985.

77 Citado por Krauze, Reformar, p. 30; creación de “barrios chinos” en Cumberland, “The Sonoran Chinese”.

7885 J.M. Arana, “Borrador y notas al margen del Informe del Gobernador Cesáreo Soriano”, 4 abril 1918, AJMA.

79 Para apoyo de Calles a publicación de ProPatria véase cartas de Luis León a José Maria Arana 27 nov. y 30 oct. 1918. AJMA, Correspondencia 1918.

80 De las más de cuarenta cartas enviadas a Arana por simpatizantes antichinos entre fines de 1916 y 1919, trece procedían de las regiones agrícolas de los valles del Yaqui y del Mayo, veinte de los poblados mineros en los municipios serranos, y el resto de la parte central del estado, el norte de Sinaloa y del distrito sur de la Baja California. Aunque la mayoría de los corresponsales no mencionó su ocupación, entre los que sí lo hicieron se encontraban pequeños comerciantes, trabajadores asalariados, agricultores, panaderos, boticarios, carniceros, maestros de escuela, músicos, empleados públicos y militares de baja graduación. AJMA, Correspondencia varia y Correspondencia simpatizantes y corresponsales, 1904-1921.

81 El 11 de setiembre de 1917 la maestra Esther Murillo de Imuris remitió a Arana un himno anti-chino; lo mismo hizo A.B. Salazar de Cananea con un poema enviado el 16 de agosto de 1917. AJMA, Correspondencia simpatizantes y corresponsales, 1904-1921.

82 Para descripción detallada de marcha, velada y manifestación antichina véase carta del boticario Jesús Penne de Culiacán a J.M. Arana del 17 de noviembre de 1919. AJMA, Correspondencia simpatizantes y corresponsales, 1904-1921

83 Para apoyo de Calles a publicación de Pro patria véase cartas de Luis León a José Maria Arana 27 nov. y 30 oct. 1918.AJMA, Correspondencia 1918; para financiamiento de De la Huerta a organizadores antichinos véase Felipe Cortés. Sonora y Sinaloa recogen los frutos p. 12 y 27. Para incorporación de Arana y los comités antichinos a la formación del Partido Sonorense Revolucionario véase correspondencia entre gabinete presidencial callista, Arana, comités antichinos y autoridades municipales, sobre todo carta de Luis L. León a nombre del Comité Organizador del PRS a J. M. Arana, 23 octubre de 1918. Una rápida comparación entre las directivas de los Comités Antichinos, el Comité Organizador del PNR, y el Comité Organizador de la Campaña Nacionalista ilustra nuestro argumento, Correspondencia con autoridades políticas, 1918 y Correspondencia, 1919, AJMA.

84 Hu-deHart, La Comunidad china, 203-204.

85 Véase por ejemplo carta de los vecinos de La Colorada del 28 de febrero de 1917. Asimismo es de notar la resistencia de los propios chinos a acatar la relocalización o las disposiciones de ciertos municipios por las cuales se les exigía pasar exámenes sanitarios especiales. Ambos casos en AHGES T. 3139 (1917), Quejas.

86 Clodoveo Valenzuela (compilador) Sonora y Carranza, s/f, sobre todo 338-39, 357-59, 385-86, 442-44. Véase también Antonio G. Rivera, La Revolución en el estado de Sonora, Hermosillo, Gobierno del Estado, 1981, p. 450-58.

87 Knight, Mexican revolution, vol. 2, 503; Pérez Monfort, Estampas de nacionalismo,p. 113 y ss.

88 Opiniones de José Maria Dávila en José Ángel Espinosa, El Problema chino en México, Ciudad de México, 1931, p. 16-17.

89 J.A. Espinosa, El Problema, p. 132.

90 Para descontento popular y resistencia a las medidas anti-alcohólicas y anticlericales véase Archivo General de la Nación (AGN) - Dirección Nacional de Gobierno (DGN) B.251C17 y 347(11)C33. Para quejas en contra de la reestructuración de municipios véase El Observador, Hermosillo marzo 25 y abril 15, 1922.

91 “Una crisis de trabajo se avecina en la república”, El Observador, 29 octubre, 1921; “Es aflictiva la situación en Cananea”, El Intruso, 17 marzo, 1923. Tal vez uno de los periódicos sonorenses de más larga vida, El Intruso de Cananea se publicó ininterrumpidamente entre 1921 y fines de la década de 1970. Autodeclarado oficialmente antichinista a diferencia de otras publicaciones antichinas El Intruso no recibía subvención estatal. El Observador de Hermosillo por su parte circulaba semanalmente. Sin declararse anti-chino como muchas otras publicaciones sonorenses y mexicanas en general también dedicaba atención al “problema chino.”

92 Véase por ejemplo, “En un periodo de seis meses vendrán a México seis mil colonos italianos”, El Observador, 9 de septiembre, 1922; “Vendrán a México Dinamarqueses” (sic), El Observador, 10 de marzo de 1924; “Colonización de europeos en Sonora y Sinaloa”, El Observador, 28 de junio, 1924; “Colonias suecas a Canadá y a México”, El Observador, 7 de enero, 1928.

93 “La tristeza del indio”, El Observador, 15 de abril, 1922. Véase también, “La idea de Patria”, El Observador, 24 de junio, 1922

94 Véase por ejemplo, “Cinco mil chinos solicitan tierras para formar colonias”, El Observador, 11 marzo, 1922; “Son rechazados mil chinos que venían hacia México”, El Observador, 3 junio, 1922; “Inmigrantes judíos favorecidos por el gobierno”, El Observador, 10 junio, 1922; “Se teme que 7000 chinos desembarquen en Salina Cruz”, El Observador, 5 julio, 1922; “Inmigración fraudulenta de negros al país”, El Observador, 3 marzo, 1923; “Centenares de negros han entrado a la república a pesar de la restricción,” El Observador, 10 marzo, 1924; “Se establecerán en México 32,200 nipones que se hallan en California”, El Observador, 24 abril, 1924; “No es cierto que vengan a México 20,000 nipones”, El Observador, 8 noviembre, 1924; “900 chinos pretendieron desembarcar en territorio nacional”, El Observador, 16 junio, 1928. También “Mírelos que vivos”, El Intruso, 17 marzo, 1922; “Desembarque de 1000 chinos en Mazatlán”, El Intruso, 31 mayo, 1922; “Estamos labrando nuestra miseria”, El Intruso, 18 agosto, 1923; “El estado nuestro y después el de Sinaloa serán los que reciban a los japoneses que están saliendo de California”, El Intruso, 22 marzo, 1924.

95 “Es aflictiva la situación en Cananea”, El Intruso, 17marzo, 1922 y “El peligro chino”, El Intruso, 12 junio, 1923.

96 “Chinos depravados”, El Intruso, 6 marzo, 1921

97 “Chinos depravados.

98 OJO VAUGHN Y DORE.

99 J.A. Espinosa, El Problema, 220.

100 Felipe Cortés, Sonora y Sinaloa recogen los frutos, p. 18.

101 Véase por ejemplo, El Intruso, “La tracoma en las escuelas públicas”, 12 mayo, 1921; “Piden la clausura de panaderías”, 26 enero, 1922; “El enemigo esta en casa”, 16 marzo, 1922; “Gripe, influenza española y viruela amenazan esta población”, 21 noviembre, 1922; “Chinos asquerosos”, 8 agosto 1923; “Se deben clausurar panaderías chinas”, 28 setiembre 1923; “La rata y el chino”, 13 octubre, 1923; “El fruto de nuestra apatía. Tracoma en Cananea”, 23 noviembre 1923; “Editorial; la creación de un Comité de Sanidad”, 11 marzo 1924

102 Véase, El Intruso, “Comité de Salud Pública. Se creo Asociación Cooperática ProRaza de Nacozari de García”, 10 abril 1924; “Circular Comité de Salud Pública Pro-raza”, 27 junio, 1924; “El problema chino”, 24 agosto 1924; “Comité de Salud Pública de Nogales y la plaga bubónica", 16 noviembre, 1924

103 El humorista antichino “Juan Lanas” resumió la complejidad del discurso y sentimiento antichinos, de su idiosincrásico entendimiento histórico de la presencia china así como de su futuro en su poema satírico “Amor de chinacate”: Infestado de malaria y en condición muy precaria a nuestras costas llego Ching Wing Wo / Y así en estado enfermizo principio a vender chorizo hasta que un burro compró Ching Wing Wo / Y el de los ojos oblicuos hoy es de los más conspicuos por lo mucho que nos explotó Ching Wing Wo / Y hoy que salió de la ruina ya no piensa ni en la Gran China porque aquí ya se caso Ching Wing Wo / Y así todos por igual nos engendraran el mal según me lo aseguró Ching Wing Wo. El Intruso, 29 noviembre 1922.

104 “Informe rendido por Plutarco Elías Calles ante el señor Ministro de Gobernación con motivo de queja del embajador chino”, reproducido en El Intruso, 29 de julio, 1924. Reporte escrito por Calles después de su renuncia a la Secretaria de Gobernación previa a su sucesión de Obregón como presidente.

105 Aunque la mayoría de estas muertes fueron responsabilidad de pistoleros del KMT tanto en 1922 como en 1924 el presidente Obregón ordeno se apresara y deportara a los dirigentes del ChKT. Como discuto en otro artículo esta actitud de Obregón se constituyo en uno de los factores de su lucha política con Calles. Véase Gerardo Rénique.”Anti-Chinese Racism, Nationalism.” Para una discusión de las organizaciones nacionalistas en el contexto de las comunidades diaspóricas chinas véase G. Rénique, “Between a Rock and a Hard Place: Mexico’s Chinese and the Ascendance of Nationalism in Asia and Latin America, 1920-1930”, ponencia leída en la Conferencia Internacional sobre la Diáspora China en América Latina y el Caribe, La Habana, Cuba. Diciembre, 1999.

106 J.A. Espinosa, El Ejemplo, p. 265, 227-232, 241-244.

107 J.A. Espinosa, El Problema chino en Mexico, Ciudad de México, Editorial Porrúa, 1931, p. 168.

108 J.A. Espinosa, El Problema, p. 48-49.

109 “Ultimas noticias de la colonia china”, El Intruso, 16 junio, 1922.

110 Véase “La necia altanería de los chinos”, El Intruso, 14 febrero, 1924 y “El Problema chino”, 31 agosto, 1924.

111 Información sobre las manifestaciones antichinas en AHGES T. 3524 (1922) Manifestación de Cananea en El Intruso, 29 de junio de 1922, también véase El Observador, 24 de junio de 1922.

112 Uno de los más populares autores de este genero era el humorista Juan Lanas cuyas columnas del Intruso de Cananea se recopilaban en pequeños volúmenes que se vendían a precios populares. Véase “Himno Patriótico” de Alfredo B. Salazar de Cananea en Pro-Patria, 26 agosto, 1917, también “Corridos verídicos a las chineras y a los coludos chinos” (Hoja suelta que circulaba en Nogales) en AHGES T. 3449 Reclamaciones de extranjeros (1920).

113 Era frecuente encontrar en la prensa información recopilada de revistas científicas en las que se afirmaba que “por herencia el chino tiene inoculados los gérmenes de terribles y mortíferas epidemias.” El Intruso, 28 septiembre de 1922. Clausura de panaderías en El Intruso, 28 setiembre 1922; chinos y problema de salubridad en El Intruso, 13 octubre de 1923; acerca del tracoma en El Observador, 29 julio 1922 y El Intruso, 23 noviembre 1923. Sobre presencia de epidemias El Intruso, 20 noviembre 1922 y AHGES T. 3534, Salubridad Publica - Expediente General.

114 El Intruso, 13 diciembre 1922.

115 Los primeros ayuntamientos en reglamentar la aplicación de la ley N. 31 fueron, 15 diciembre Altar. de Opodepe;1 enero Bacerac;20 enero Cananea;26 enero Aconchi; 1 febrero Cucurpe;12 febrero Agua Prieta;14 febrero Nacozari;23 febrero San Ignacio;27 febrero Santa Ana;3 marzo Sahuaripa; 6 marzo Magdalena;10 marzo Altar. Para reacciones inmediatas a la promulgación de la ley véase El Intruso y El Observador meses de diciembre de 1923 y enero y febrero de 1924. Telegramas de ayuntamientos de Cananea y Quiriego, cartas felicitación y comunicaciones entre ayuntamientos y Secretaria de Gobierno en relación con la aplicación de la ley N. 29 en AHGES T 3645 Bis (1924) Cuestión China.

116 El Intruso, 29 diciembre, 1923.

117 Entre otras formas la resistencia china se llevo a cabo a través de cartas a las autoridades; recursos legales y desafío y desobediencia a la implementación de las leyes anti-chinas. Para reportes y correspondencia con relación a esta actitud de resistencia; cartas de familiares y amigos de los chinos en oposición a las medidas anti-chinas véase AHGES T. 3645 bis (1924) Cuestión China. Para información y análisis de la actitud altanera y desafiante de los chinos véase nota n. 118. Para una discusión de esta resistencia véase también G. Rénique, Between a Rock.

118 Comentarios acerca de la actitud del gobierno de Alejo Bay en J.A. Espinosa, El Ejemplo, 37-38 también F. Cortéz, 13. En carta a la Secretaria de Gobernación (4 enero 1924), en referencia a las leyes 29 y 31 Alejandro Bay manifestó que desde un principio comprendió “la inconstitucionalidad de tales leyes,” pero que se vio obligado a promulgarlas debido a que “aunque las hubiese devuelto con observaciones [a la legislatura sonorense] estas no hubieran producido ningún efecto... de manera que, aún en contra de su particular criterio, el Gobierno [sonorense] se vio en la necesidad de ceder...” AHGES T 3645 (1924) Cuestión China.

119 Notificación de Bay a Comisión Permanente Legislatura solicitando derogatoria en AHGES T.3645Bis; para negativa del Congreso véase El Intruso, 24 mayo 1924.

120 Reporte y acuerdos de la Convención de Ayuntamientos en El Intruso, 24 agosto, 1924.

121 Vease, AHGES, Folder, sin numeración, Documentos sueltos- Alfredo G. Echeverría - Partido Nacionalista Anti-Chino de Baja California.

122 Para bloque antichino véase Cumberland, “The Sonora Chinese”, 200 y J.A. Espinosa, El problema chino, México, 1932, p. 37-38.

123 “Informe rendido por Plutarco Elías Calles ante Sr. Ministro de Gobernación con motivo de quejas del embajador chino,”texto completo publicado en El Intruso, 29 julio 1924. Véase también Espinoza, El Ejemplo, p. 268-285, y AHGES T. 3645 (1924) Cuestión China.

124 Para discusión y análisis de la alianza callista véase Arnaldo Córdova, La ideología de la Revolución Mexicana. La formación del nuevo régimen, Ciudad de México, Ediciones Era, 1973, p. 309-310; para el Maximato véase A. Córdova, La Revolución en crisis. La aventura del Maximato, Ciudad de México, Cal y Arena, 1995 y Lorenzo Meyer, R. Segovia & A. Lajous. El conflicto social y los gobiernos del Maximato, Ciudad de México, El Colegio de México, 1978.

125 J. Meyer, Estado y sociedad, p. 110. Para una discusión de la incidencia del antichinismo en la resolución de la lucha hegemónica entre Calles y Obregón véase G. Rénique, “Anti-Chinese Racism.”

126 Reportes de las convenciones, manifestaciones y los raptos de Nacozari en AHGES T. 3645Bis(1924) y AGN/Ob/Call. 104-Ch-1, 104-Ch-16. Para las convenciones también véase M. González N, “Xenofobia y xenofilia”, 71-72.

127 Cartas, reportes y demandas en AGN/DGG 2.360.

128 Para una discusión de este programa de desarrollo regional véase, José C. Ramírez, Ricardo León y Oscar Conde, “La estrategia económica de los callistas”, en Historia General de Sonora, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1985. T.V, p.69 y ss.

129 A fines de 1929, considerando “la extrema aglomeración” y “la influencia perniciosa” de los extranjeros en las áreas urbanas, la Secretaría de Relaciones Exteriores prohibió la inmigración de trabajadores de esta procedencia u origen. Debido a las dificultades ocasionadas por la Revolución Renovadora la delegación sonorense no participo en el congreso de fundación del PNR celebrado en la ciudad de Querétaro.

130 José A. Espinosa por el Comité Organizador, Como estamos organizando un gran partido de principios en el estado, Hermosillo, 1930. Véase también El Intruso, 25 diciembre 1929; 4 enero 1930; 27 febrero 1930; 30 marzo 1930; 10 abril 1930.

131 J. A. Espinosa, El Ejemplo, p. 99; p.177-183.

132 Rafael Sánchez Lira, Iluminación Nacionalista, Ciudad de México, Ediciones Luz, 1956, p. 33. Véase también José M. López Victoria, Campaña nacionalista, Ciudad de México, Botas, 1965.

133 La directiva del Comité Director de la Campaña Antichina estuvo casi íntegramente conformado por sonorenses y sinaloenses. Su presidente y vicepresidente, los sonorenses Miguel A. Salazar y Walterio Pesqueira se iniciaron a la vida política en el movimientos antichino de la región del Yaqui y Cananea respectivamente; Otro de sus prominentes miembros fue el sinaloense Ing. Juan de Dios Batiz. Algunas de estas organizaciones como la Unión Pro-Raza fundada en 1930 y después asociada a la Confederación de Clase Media durante la presidencia de Cárdenas gravitaron hacia posiciones anticomunistas y fascistas. Véase Ricardo Pérez Monfort, Por la Patria y por la Raza. La derecha secular en el sexenio de Cárdenas, México, UNAM, 1993.

134 Para coordinaciones del Comité Director de la Campaña Nacional Antichina con la Dirección de Salubridad Publica y otras instituciones véase Archivo Histórico. Secretaria de Salubridad Publica, Fondo Salubridad Publica (AH-SSP/FSP) C. 29, e. 6 y C.21, e. 3. Para objetivos y organización de la Unión Nacionalista Mexicana véase, Acta Constitutiva y Estatutos de la Unión Nacionalista Mexicana. Pro-Raza y Salud Publica, México, 1930 y AGN/DGG 2.360(29) Chinos. Sobre la Unión Nacional Mexicana, presidida por el General Juan Quintana, véase El Nacional, 1, 2, 18 y 29 de Octubre.

135 Para una discusión de la eugenesia y su incidencia en la construcción nacional véase Nancy Stepan, The Hour of Eugenics. Race, Gender and Nation in Latin America, Ithaca, Cornell University Press, 1991, p. 55-58, p. 128-133, también Adalberto García Mendoza, “La eugenesia frente a los problemas sociales contemporáneos”, Boletín de la Sociedad Eugénica Mexicana 10, Octubre 20, 1932. Para una relación de notificaciones enviadas por la Sociedad Eugénica Mexicana a autoridades federales y estatales y una relación de representantes de instituciones estatales véase, “Informe Anual de las labores de la Sociedad Eugénica Mexicana durante su primer año de trabajo 1931-1932”, Boletín de la Sociedad Eugénica Mexicana 6, Setiembre 21, 1932, p. 1-4

Para anti-semitismo y anti-arabismo véase J.A. Espinosa, El Ejemplo, 223-231 y del mismo autor, El Ejemplo, 383-386, también Liga de Defensa de Propietarios de Zapaterías, Peleterías y similares, Manifiesto a la nación y a nuestras autoridades, México DF, 1931. Para campañas anti-chinas y anti-semitas en Sonora véase testimonios de Abraham Goldberg y Nicolás Backal realizadas por el Archivo de Historia Oral - Universidad Hebrea de Jerusalén, resumidos en Testimonios de Historia Oral. Judíos en México, México, Universidad Hebrea de Jerusalen/Asociación Mexicana Amigos de la UHJ, 1990. También, Manifiesto a la Nación, Liga Nacional Anti-Judía y Anti-China, 1930 en AGN/DGG 2.360(29), Chinos. Entre 1930 y 1931 se prohibió la entrada al país de trabajadores de origen Sirio, Libanés, Armenio, Palestino, Árabe, Chino, Ruso y Polaco. Para las campañas nacionalistas consultar Rafael Sánchez Lira, Iluminación Nacionalista, México, Luz, 1956; José M. López Victoria, La Campaña Nacionalista, México, Botas, 1965.

136 Sobre postura antirracista del PCM véase El Machete, n.26 ,18-25 diciembre 1924; n.29 15-22 enero 1924; n. 191,1-15 febrero 1931; n.193, 1-15 marzo 1931; n.199, 30 mayo 1931; n.200, 10 junio 1931; n.205, 30 julio 1931; n.210, 30 setiembre 1931; n. 224, 1 mayo 1932. Véase también volantes del Socorro Rojo en contra de las campañas anti-china y anti-semítica en AGN-DGG, Generalidades Extranjeros, 1931. Para ejemplo de critica tangencial véase Andrés Molina Enríquez, La Revolución agraria en México, México, INEHRM, 1985, p. 110-111.

137 Según los Censos Nacionales, entre 1927 y 1940 la población china en todo el país se redujo en 72% (de 24,218 a 4,856) en los estados del noroeste (Sonora, Sinaloa y Baja California Norte) esta se redujo en un 92%,mientras que en los estados del sureste (Oaxaca y Yucatán) se redujo en 80% y en los del Golfo (Veracruz y Tamaulipas) en un 75%. Los estados fronterizos norteños (Chihuahua, Coahuila y Nuevo León) experimentaron una pérdida de 57% y el Distrito Federal 41%. En Sonora y Sinaloa, que junto con la Baja California Norte, concentraban casi la cuarta parte de la población china de todo el país, las reducciones fueron del orden del 98% y 99% respectivamente. Cálculos sobre la base de los cuadros VII, VIII y IX en Gómez Izquierdo, El movimiento antichino,1991, p.127, 150, 160. Para discusión del concepto de “hegemonía compartida” véase Arnaldo Cordova, La Revolución en crisis. La aventura del maximato, Ciudad de México: Cal y Arena, 1995, p. 201, ss.

138 J. A. Espinosa, El ejemplo, 96 y 94.

139 National Archives and Records Administration (NARA), M-1370 Records Of The Department Of State Relating To Internal Affairs Of Mexico, 1930-1939. Consul Edward Marey al Departamento de Estado, 19 Agosto 1931.

140 Guadarrama et al. HGS T.V, 81-82. También véase Manuel S. Corbala, Vida y obra de un sonorense. Rodolfo Elías Calles, México, D.F., Libros de México, 1970.

141 Para una discusión de la falta de consenso véase A. Córdova, La Revolución en crisis, p. 201 y ss. Para un análisis de pánicos morales y su relación con el proceso de construcción de consenso hegemónico véase Stuart Hall et. al. Policing the crisis. Mugging, the state, and Law and Order, New York, Holmes & Meier, 1978, vii-viii, 218 ss.

142 Según Espinosa existían en Sonora 4,000 patrones chinos y 7,000 empleados repartidos en 2,000 negocios que, de aplicarse la Ley del 80%, podrían emplearse por lo menos 5000 trabajadores mexicanos, J. A. Espinosa, El Ejemplo, 50-52. Para epidemia de meningitis véase El Intruso, 13 marzo, 1930 y 16 marzo de 1930 y El Pueblo, 19 enero 1931. Según cálculos de Hu-deHart para el año de 1919 el capital promedio de los establecimientos chinos era de $2,644.42 mientras que los de mexicanos y otros extranjeros ascendían a $6,482.41. De los 827 negocios chinos sólo 11 contaban con capitales mayores de $10,000, 76 con capitales comprendidos entre $5000 y $10,000, y los restantes 740 operaban con pequeños capitales de $1500 a $5000. “La Comunidad China”, p. 200-201.

143“El Peligro Amarillo motivo ayer interesante debate en la Cámara,” El Nacional Revolucionario, 1 octubre 1930.

144 “La Plaga de los asiáticos en el puerto de Tampico”, El Nacional Revolucionario, 27 octubre 1930.

145 Editorial “Extranjeros no deseables”, El Nacional Revolucionario, 23 abril 1930.

146 NARA M-1370/1048, 1051, 1067, 1075, 1094. Records of the Department of State Relating to the Internal affairs of Mexico, 1930-1939


147 El rechazo de la Suprema Corte a la solicitud de amparo interpuesta por Francisco Hing --mexicano por naturalización-- en contra de la prohibición de su matrimonio por el municipio de Naco fue recibido por el diputado Walterio Pesqueira “como un consuelo” para aquellos dedicados a detener “la ola... incontenida de inmigrantes chinos.” J. A. Espinosa, El Ejemplo, 58-60;Extranjeros no deseables”, El Nacional Revolucionario, 23 de abril de 1930. José Luis Trueba, “La xenofobia en la legislación sonorense: el caso de los chinos”, en XII Simposio de Antropología e Historia, p. 365-6. Fue ese el caso de Fupau Hermanos de Guaymas cuyo impuesto mensual fue elevado de $ 1,050 a $1,600 el 1 de Julio y posteriormente a 2,400 a partir del 1 de Agosto. Vease 812.504/1157, NARA, M-1370 Records of the Department of State, 1930-1939. Quejas de comerciantes chinos por aumento injustificado de impuestos en AHGES T. 3449 (1920) Reclamaciones de extranjeros; quejas de comerciantes japoneses y palestinos en AGN C271C.9 varios expedientes. Dispositivos sanitarios reproducidos en Espinosa, El Ejemplo, p. 63-65

148 Reportes, quejas y correspondencia relativos a “acciones directas” en AGN-DGG 2.360 (22) 8074 (1932) Generalidades de extranjeros.

149 Debido al extremismo de sus acciones J. R. Salazar, periodista y presidente del Comité Pro-Raza de Navojoa, fue detenido por las autoridades militares y temporalmente expulsado de la población. AGN/DGG, c.6 e.14 Campaña Antichina, 1931.

150 Él término chapopote (brea) hace referencia a los soldados negros norteamericanos envueltos entre el enfrentamiento entre estos y tropas constitucionalista ocurrido en Nogales el 27 de agosto de 1918 en el cual en un confuso incidente tropas negras norteamericanas penetraron en territorio mexicano generándose un tiroteo con soldados mexicanos y en el que perdieron la vida 32 estadounidenses y 27 mexicanos. Francisco R. Almada, Diccionario histórico y geográfico de Sonora, Hermosillo, Gobierno del Estado, 1983, 448-44. Comentarios de las tradiciones patrióticas y su relación con el movimiento antichino en J. A. Espinosa, El ejemplo, 120.

151 Espinosa, El problema chino, pp. 41-2; 147; p. 203-204.

152 Reportes, quejas y transcripción de interrogatorios a chinos deportados por el Servicio de Inmigración de los Estados Unidos en AGN/DGG 2.360(22)8074 (1931) Generalidades de extranjeros.

153 NARA 812.504/1367 “Memorandum of the Anti-Chinese Campaign in México” de la Legación China a la Embajada Estadounidense en la Ciudad de Mexico, 16 diciembre, 1932. Cálculos de las perdidas en NARA- State Department --Protection of Chinese in Mexico, 312.94/1182. Para rol de los empresarios chinos como intermediarios del comercio con los Estados Unidos véase, P.L. Bell and H. Bentley Mackenzie, Mexican West Coast and Lower California. A Commercial and Industrial Survey. Washington D.C: Department of Commerce, 1923.


154 Si bien la expulsión constituyo de por si un hecho de extremada violencia, abuso y arbitrariedad, esta no estuvo acompañada –como contradictoriamente lo reproduce cierta tradición oral—de masacres colectivas. Si bien durante estos años se incrementaron las muertes de individuos chinos, estas fueron consecuencia de acciones delictivas y no de acciones o movilizaciones colectivas de motivación racial véase, NARA-Protection of Chinese, several reports.

155 Hu-deHart, La comunidad, 1985 Guadarrama et. al., La reorganización, 1985, 85-86. Según cálculos del cónsul estadounidense en Nogales el valor de la inversión china al momento de la expulsión ascendía a los 15 millones de pesos, el de las deudas por cobrar a mexicanos a 5 millones de pesos, y el de la mercancía perdida a 2.5 millones de pesos; y a 80,000 pesos el monto mensual pagado por negocios chinos en impuestos. NARA State Department -- Record Group 59 File 312.94 /1182–Protection of Chinese in Mexico.

156 Reportes sobre efectos de la expulsión china en NARA, M-1370 Records of the Department of State Relating to the Internal Affairs of Mexico, 1930-1939, varios expedientes. Entre los acreedores de Álvaro Obregón después de su muerte se encontraban varios comerciantes chinos. Véase reporte de su situación financiera en Herbert Bursley, US Consul Guaymas, July 21 1928, "Effect of Assassination of General Obregón upon the Economic Situation in Southern Sonora,"NARA- Internal Affairs, rollo 94.

157 Guadarrama et.al La reorganizacion, 1985, 86; Ramírez et.al., La estrategia, 1985, 75-76.

158 A. Knight, Racism, revolution, 97.

159 Monica Cinco Basurto, “China in México: Yesterday’s Encounter and Today’s Discovery” en Roshi Rustomi-Kerns (comp..), Encounters. People of Asian Descent in the Americas, New York: Rowman & Littlefield, 1999, p. 13-18; Gilda Salazar Antúnez, “Liu Siu Chen y su aventura en Mexico”, El Suplemento, Culiacan, n. 75, 1988, p. 21.

160 Aproximadamente el 48% de los chinos nacionalizados durante el Porfiriato estaban establecidos en Sonora, Kenneth Cott, “Mexican Diplomacy and the Chinese Issue, 1876-1910,” Hispanic American Historical Review, vol. 67, n. 1, p. 79-80.

161 Para un excepcional y significativo caso de aculturación y adaptación véase testimonio en Philip A. Dennis, “The Anti-Chinese Campaign in Sonora, Mexico,” Ethnohistory, vol. 26, n.1, Winter, 1979, p. 65-79. Vease tambien M. Cinco, op. Cit.


162 Carlos Sing Gómez a Secretaria de Gobernación, 20 noviembre 1931 y Jesús Ye a Secretaria de Gobernación, 7 marzo, 1932 en AGN- DGG 2.360(29)

163 Memorial dirigido por Tan Qui y Cia, Wong Lee, y Cinco Hermanos al Gobernador de Sonora, Hermosillo, 2 febrero, 1924; caso de Rafael León en Informe a Suprema Corte Justicia del Comisarío de Policía Eduardo Saavedra, Altar, 16 abril, 1924 en AHGES, T. 3645 (bis).

164 El Intruso, 29 diciembre, 1925.

165 Partha Chatattarjee, The Nation and Its Fragments. Colonial and Postcolonial Histories. Princeton: Princeton University Press, 1993, p. 234-239. Para una discusión de la identidad transnacional en las comunidades chinas ultramarinas véase, Prasenjit Duara, “Nationalists Among Transnationals: Overseas Chinese and the Idea of China, 1900-1911” en Aihwa Ong y Donald Nonini (coord.) Ungrounded Empires. The Cultural Politics of Modern Chinese Transnationalism, New York: Toutledge, 1997, p. 39-60.

166 A. Knight, Racism, revolution, 97.



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