Hojarasca, 131
La Jornada
En la región rarámuri hablar de respeto, en cambio, es hablar de derechos indígenas, del territorio, de la historia, de las decisiones propias de las comunidades, del respeto mutuo, de la relación con el bosque, el agua, la tierra, el maiz. Es hablar del chapareque (un instrumento tradicional) y el nawésari (consejo de las autoridades), de los antiguos saberes de la medicina y la alimentación, del venado y la importancia del Siríame (el gobernador tradicional). Es hablar de la vida cotidiana de los pueblos originarios de México y el derecho a definir cómo quieren seguir viviendo.
Por eso, desde su reunión regional en la comunidad de Sisoguichi, los rarámuri mandan un saludo de solidaridad al pueblo wixárika, “hermanos que sufren de los mismos dolores, la invasión a sus territorios y a su vida comunitaria a través de la imposición de infraestructura carretera y turística al servicio de los depredadores de la madre naturaleza y sus recursos, el capital y los turistas, no de sus comunidades, no de sus necesidades, no de sus intereses colectivos”. Y terminan esta reunión diciendo que la única forma de defenderse de los atropellos y amenazas hacia sus territorios, recursos naturales y derechos colectivos es mantener sus desiciones propias, su gobierno, su manera de vivir y relacionarse con la madre tierra, el venado y el maiz.
En palabras de la autoridad rarámuri, Francisco Palma, “todos tenemos el mismo pensamiento aunque somos de diferentes pueblos. Hay muchas cosas que nos van atropellando: las leyes mestizas, las empresas, las autoridades de los blancos, los programas de gobierno.... son muchas cosas que no nos dejan seguir viviendo. Antes de la llegada de los españoles nosotros ya teníamos nuestros propios gobiernos, a través del conocimiento de la naturaleza ya nos gobernabámos”.
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